“Que
no te dé vergüenza decir lo que no te da vergüenza pensar”.
Durante toda mi caminata por el Camino Viejo de la Estanca, en vano, intenté yo
recordar la cita exacta de este oportuno consejo y a su autor. Después de muchas
cavilaciones concluí que sólo podía ser de Michel de Montaigne, el autor de Los
Ensayos, cuya lectura tanto tiempo me ha ocupado y tantas enseñanzas me ha dado.
Los pensamientos “impuros” no son tema de conversación, los reservamos para los
sueños y para el confesionario.
Moisés Maimónides, alias el Rambam, en el capítulo VIII, Parte tercera, del
libro Guía de los Perplejos, afirma: “Tengo también una razón y una causa para
llamar a nuestra lengua, la lengua más santa, -no pienses que es una exageración
o un error de mi parte, es perfectamente correcto- la lengua hebrea no tiene
nombres especiales para designar el órgano de la procreación de las hembras ni
de los varones, ni para el acto reproductor ni para semen ni para secreción. El
hebreo carece de palabras para esas cosas, simplemente las describe con lenguaje
figurado o con insinuaciones para darnos a entender que ni siquiera deben ser
mencionadas”.
Si la lengua hebrea es la más santa y la más limpia, la nuestra, el español, -no
es una exageración mía ni un error- es la lengua menos santa y menos limpia.
No es necesario consultar el diccionario secreto de Cela, no se trata de un
libro escrito sino de un libro oral, de la boca de gente muy respetable y de los
carreteros oímos todo lo que según Maimonides no se debería mencionar.
Una señora, muy mayor, que trabajaba de voluntaria en Riverside Church de New
York, -desde su púlpito han predicado líderes famosos-, Fidel Castro incluido,
con la que yo conversaba una vez a la semana me preguntó un día: ¿por qué no se
puede usar el lenguaje vulgar en la predicación? Yo estoy a favor de su uso.
En el lugar más santo, ¿cómo emplear el lenguaje menos santo?, le preguntaba yo.
Los españoles, no admite discusión, son los que “más mal” usan las cosas más
santas.
Hoy, gracias a Internet, estamos conectados con cualquier rincón del mundo.
Yo veo la CNN, la MSNBC…en YouTube, me río con Jimmy Kimmel, con The late Show
of Stephen Colbert y con Bill Maher, humorista y filósofo volteriano, éste
escudriña la vida cotidiana de los que tienen nombre, de los que tienen hondos
bolsillos y de los ciudadanos anónimos, con sazón muy picante cosquillea a su
auditorio que se corre entre risas y gritos explosivos.
El 22 de abril de 2023, su monólogo llevaba por título : “New rule: The Cojones
Awards/Real Time with Bill Maher.
Los préstamos de la lengua inglesa son un escándalo, los lees en los rótulos de
las tiendas, los oyes en la radio, la música te martillea los oídos…forma parte
de la globalización lingüística.
Los americanos, influencia hispana, también han tomado prestadas palabras
nuestras. Ser bilingüe en el lenguaje obsceno is a must.
Hace años escuché a Madeleine Albright, Secretaria de Estado, en una entrevista
en televisión emplear nuestra clásica expresión: hay que tener “cojones”.
Bill Maher, en su programa, se presentó como el Maestro de Ceremonias de “Los
Cojones Awards”.
Awards, se premia todo: los Grammys, los Tonys, los Golden Globes, los Oscars,
los Goyas, la mejor croqueta y la mejor tapa…
Se premia al más obediente, al más cumplidor, al que no levanta la voz, al que
habla lindo con palabras “santas”... Reprimido, se avergüenza de decir lo que
piensa.
Bill Maher quería premiar a las instituciones y a las personas que tienen
c-j-n-s para enfrentarse a las hordas de derechas y de izquierdas que pretenden
“cancelar la cultura” e imponernos su miope visión de la sociedad y de la
existencia humana.
Entregó los premios - “two golden balls” - a Ted Serendos, CEO of Netflix, a
Martha Pollack, Directora de Cornell University, a Dave Chapelle y al CEO de
Trader Joe’s.
“Pon tu mano bajo mi muslo y júrame por el Señor” - Génesis 24,3-4- Abrahán
emplea lenguaje santo y limpio, “bajo mi muslo”, los genitales no tienen nombre
en el hebreo bíblico.
Maimónides, a veces, es necesario llamar a las cosas por su nombre y gritarlas a
la cara del culpable.
La Biblia Hebrea, lenguaje aparte, está llena de héroes, dignos de los premios,
los “golden balls”, de Bill Maher por sus gestas y sus gestos. AMÉN (mi palabra
favorita)