











|
Con el
paso del tiempo, cosas y personas, se deterioran y fenecen. Nada ni nadie puede
vencer al imperio del tiempo.
Vivimos
en permanente estado de reformas. Reforma de la Constitución, reforma de la Ley
de Educación, reforma de la Curia Vaticana y como dicen los clásicos con mucha
sabiduría: Ecclesia Semper reformanda, la Iglesia siempre tiene que ser
reformada.
Tras
las “Huellas de Teresa de Jesús” Soria y las ciudades Teresianas celebran no
sólo unas fechas borrosas sino también la historia de una Reforma, la del
Carmelo. Carmelitas calzados versus Carmelitas descalzos. El aburguesamiento
religioso versus la mística de la estricta observancia. Muchas congregaciones,
en sus reformas, han cambiado la nomenclatura para, pasado el tiempo, instalarse
otra vez en la mediocridad original.
La
Orden de Las Escuelas Pías, caso único en la historia, no fue reformada, fue
suprimida.
“El
vicio pésimo” de los PP Cherubini y Gavotti, las ambiciones malsanas de algunos
religiosos y la rivalidad con otras congregaciones más influyentes en la Curia
Vaticana llevaron al Papa Inocencio X, en 1646, a eliminar del elenco de las
órdenes religiosas la de José de Calasanz.
Ignoro
si otras órdenes merecieron la supresión por los pecados contra el sexto
mandamiento, pero podríamos o deberíamos tener un nuevo caso en un futuro
próximo.
Los
Legionarios de Cristo, esos curas siempre perfumados, siempre enfundados en sus
trajes negros y sus alzacuellos, tan elegantes que uno cree ver la tarjeta Visa
Oro en sus carteras, debería ser la nueva Fallen Order, la nueva Orden Caída.
“No es
tiempo de tratar con Dios de negocios de poca importancia” dice Santa Teresa de
Jesús. Muchas congregaciones religiosas han perdido el carisma, la razón de su
existencia. “El hacer” ha pasado a manos laicas y “el ser” se ha adelgazado
tanto que se ha hecho invisible e inodoro. La resistencia numantina y el
outsourcing de las congregaciones es la consigna de todos los amenazados de
muerte.
Los
legionarios de Cristo nacieron en pecado. El P. Marcial Maciel fundó en 1941 La
Legión de Cristo. Este ejército reclutó reclutas sin cuento a marchas forzadas,
se alió con patrocinadores ricos y hasta el Vaticano, receptor de sus limosnas
generosas, alabó al fundador y bendijo sus cheques.
La foto
del P. Marcial, extasiado y arrodillado ante el Papa Juan Pablo II, afea para
siempre la memoria del futuro santo, Juan Pablo II.
Juan
Pablo II le escribió la siguiente carta: “Desde el día de su ordenación
sacerdotal Usted ha querido poner a Cristo como criterio, centro y modelo de
toda su vida y la labor sacerdotal, y la de aquellos que desde 1941 le han
seguido, encontrando en Usted un padre espiritual cercano y un guía eficaz.”
Querido P. Maciel con afecto y benevolencia imparto a Usted…una especial
Bendición Apostólica”.
Este
cura santo y modelo para el Vaticano, ¿es este el único fraude entre los miles
de fundadores de congregaciones religiosas? ¿Cómo pudo durante años burlar los
espías de la National Security Agency y del Vaticano? ¿Cómo pudo comprar el
silencio de sus más íntimos colaboradores?
Estos
días, en Roma, 61 capitulares, entre ellos algunos consejeros del fundador,
reunidos en Capítulo General hacen examen de conciencia comunitario y entonan un
mea máxima culpa en esta prórroga dramática e inútil.
Si algo
caracteriza a todas las congregaciones religiosas es el culto desproporcionado a
sus fundadores. Todos beben del espíritu, del carisma, de la mística del
fundador. Fundadores que con frecuencia eclipsan el mismísimo Jesucristo.
Los
Legionarios de Cristo, huérfanos, sin padre, sin carisma y sin mística están
condenados a desaparecer.
Los
Escolapios tenemos un fundador limpio, santo y pionero de la educación y un Papa
nos borró del mapa.
Los
Legionarios de Cristo tienen un fundador que sodomizó a sus seminaristas, que
engendró tres hijos, el hombre bateaba en ambas direcciones con mucha destreza,
que borró sus huellas criminales y que vivió en pecado durante toda su vida, los
Legionarios merecen no una reforma sino su destrucción.
Si
todos han bebido de la misma fuente contaminada, todos están contaminados. El
fundador seguirá siendo un fantasma omnipresente en todas sus obras, contaminará
sus seños y envenenará su paz. Los pecados del padre les perseguirán hasta la
cuarta generación.
“En la
Legión nada es como parece” le han dicho al Papa Francisco algunos miembros del
instituto.
Terminado
el Capítulo General, verdadero oficio de tinieblas, ¿escribirá el Papa Francisco
la esquela mortuoria? R.I.P
|