|
“A fin
de elevar la estimación que merece el templo, se rodeaba de grandes honores a
sus ministros, distinguiéndose del resto a los sacerdotes y levitas. Se ordenó
que los sacerdotes vistieran con hermosas y preciosas ropas, “sacras túnicas”,
para la gloria y la belleza. No se permitirá oficiar al sacerdote que tuviera
tacha o baldón, y aun al que presentara anormal apariencia; porque la
muchedumbre no estima al hombre por su verdadera y eterna forma, sino por la
perfección de sus miembros corporales y la belleza de su atuendo, siendo
menester que el templo fuera tenido en gran reverencia por todos". Guía de
Perplejos. Capítulo XLV: El Templo, sus Vasos y sus Ministros.
Los
sacerdotes del N.T., a pesar de la distancia sideral que nos separa, conservamos
muchos tics de los sacerdotes del A.T.
Los que
tienen un solo ojo o un testículo o son exageradamente feos, amén de otros
pequeños defectos físicos, no pueden ser candidatos al sacerdocio ministerial.
Los
sacerdotes del A.T., oficio hereditario, tenían como tarea ofrecer sacrificios.
Estos funcionarios del Templo no necesitaban ser oradores, servidores de la
Palabra. La Palabra era propiedad de los profetas, esos hombres libres que lo
mismo maldecían a los sacerdotes que al rey y que al Templo. El Templo era el
bunker de la religión y los profetas eran los dinamiteros del Templo.
Los
sacerdotes del N.T., funcionarios de los templos y celebrantes del Gran
Sacrificio, su tarea más exigente, han minusvalorado durante cientos de años el
ministerio de la Palabra. El sermón, complemento decorativo, ignoraba, no sabía
qué hacer con la Palabra, ésta se camuflaba en palabra humana para dar
consejitos morales inútiles e innecesarios. La tarea de los feligreses consistía
en aguantar el chaparrón o dormir. El sermón no es el gozo dominical sino el
sacrificio dominical.
Sobran
las encuestas para saber el tiempo que los funcionarios de los templos católicos
dedican a rumiar la Palabra. Sus funciones son tantas, tan tontas y tan
variopintas que dejan que el Espíritu Santo, E. T. perdido en el espacio, su
olvidado interlocutor, les inspire y les ahorre el duro trabajo de pensar,
emocionar y sorprender a sus fieles.
No se
puede lavar la cara a los católicos con el agua sucia de siempre.
Hoy en
día está de moda el coaching. Las personas que por razón de su trabajo o de su
presencia en los medios se relacionan con el público se ponen en manos de un
coach personal que les aconseja en el difícil arte de la comunicación. El
envoltorio es más importante que el contenido. Los profesionales del templo no
necesitan un confesor al que musitarle sus malos pensamientos, necesitan un buen
coach que les enseñe a predicar.
El S O
H – Servicio de Optimización de las Homilías- o los laicos al rescate de los
predicadores. Los equipos S O H, leo en el periódico La Croix, están presentes
en diez diócesis de Francia y en algunas de Bélgica.
Católicos
laicos, profesores, médicos, comediantes, políticos…comprometidos y habituados a
hablar en público se reúnen y ofrecen talleres de comunicación a los sacerdotes
para que sean mejores predicadores y sepan responder a las aspiraciones de los
fieles de hoy.
Más de
mil predicadores en estos países han sido acompañados por estos coaches,
expertos en el arte de la comunicación y deseosos de que sus predicadores sean
los mejores.
Su
objetivo es hacer las homilías “atractivas”, que el envoltorio sea tan vistoso y
llamativo que fije la mirada desde el principio; “comprensibles”, la
abstracción, la lección magistral no pertenece al púlpito. Mi “droga” es Dios,
decía yo ayer a mis feligreses y lo entendían y reían; homilías “memorizables”.
Más de una vez recibo algún mensaje de feligreses recordándome alguna cita
bíblica favorita del cristiano o mensajes memorizados y guardado en el corazón.
El
predicador eficaz es el que consigue que sus feligreses lean y firmen el Seguro
de Vida que con mucho entusiasmo y gran elocuencia les ha presentado. Las firmas
son la prueba del algodón.
|