LOS ESPÍAS DE FRANCISCO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“¿En qué aldea vine a extraviarme?” se pregunta K, el personaje de la novela de Kafka, El Castillo.

¿Sabe el Papa Francisco en qué laberinto se ha metido? Perdido por los pasillos renacentistas, no ha encontrado todavía la suite papal, su sancta sanctorum, reservada a un hombre mortal, al que de la noche a la mañana lo etiquetan de santo y de su santidad. De momento, entre huéspedes, vela las armas en la posada de Santa Marta.

Yo pensaba que la elección de Jorge Bergoglio había sido acogida con gran entusiasmo por todos los católicos del mundo y por los hombres de buena voluntad.

Las misas de acción de gracias celebradas en las catedrales del mundo exaltaban su humildad y lo acogían como a la nueva estrella del catolicismo. Los media espiaban sus gestos y alababan su frescura y novedad. Había nacido una celebridad y según Monseñor Camino estábamos ante “el perfil de un santo”.

Bergoglio era la mejor opción posible según el peor teólogo posible, Hans Küng, comenta un católico indignado.

La libertad con que actúa el Papa Francisco es también espiada por un grupúsculo de curas y fieles tradicionalistas y enemigos del Concilio Vaticano II. El modelo de Iglesia de estos cavernícolas es el absolutismo monárquico romano, herencia del Vaticano I que definió la infalibilidad del Papa. Sus señas de identidad son la misa tridentina, en latín y de espaldas al pueblo. 

Los blogs de los curas tradicionalistas echan humo, son el lago de fuego y azufre apocalíptico donde quisieran arrojar al Papa Francisco.

A estos nostálgicos de un pasado clausurado e imposible el Papa Francisco les ha dado, tal vez sin quererlo, munición abundante para que se rasguen las vestiduras y ventilen su pánico, su ira e incluso su odio en sus cenáculos y en la red.

Al Papa no le gustan las misas tradicionales ni el latín ni el canto de las oraciones ni los aperos lujosos y dorados ni los grandes y profundos sermones leídos. La Gran Liturgia de Benedicto XVI no es la taza de te de Francisco.

Francisco usa ornamentos sencillos y predica sencillo, sin folios y citas eruditas, como cualquier cura de pueblo. Los cavernícolas cuya única religión es la del culto ven la elección de Bergoglio con horror y como un gran error.

El golpe de gracia se lo dio el día de Jueves Santo. El nuevo Papa celebró la eucaristía en un centro para jóvenes delincuentes y repitió el gesto de Jesús, el lavatorio de los pies. Jesús lavó los pies a doce hombres y el ritual de la Iglesia manda que se lave los pies sólo a viri, a varones, que representan a los doce viri de la última cena.

El Papa si no violó la ley al menos la ignoró y sentó un precedente que ha indignado a los curas tradicionalistas. No sólo lavó los pies a musulmanes sino también a mujeres. Ayer fue el lavatorio de los pies a las mujeres, gesto prohibido en muchas iglesias, y mañana podría ser la ordenación de las mujeres. ¿Abrirá Francisco el club de los varones, el más cerrado de cuantos existen, a las hembras?

“El Papa se arrodilla ante los musulmanes” vocifera el blog de Yves Daouda que lo tilda de monstruoso y de profanación.

¿A qué viene esta escandalera y este odio al Papa cuando Dios se arrodilla ante todos los hombres? Ya no hay hombre ni mujer, dice San Pablo, todos somos uno, todos iguales ante Cristo Jesús.

¿Llegó con Francisco el fin de la papolatría? Me preguntaba yo en el artículo anterior. Todos los indicios apuntan en esta dirección y es una muy buena noticia.

Jorge Bergoglio se define como el obispo de Roma, título original y necesario. El que no haya pronunciado la palabra Papa inquieta a algunos y se preguntan “¿Hay un Papa en Roma?”

En Roma hay un obispo como lo hay en cada diócesis del mundo y la comunión de todos con el obispo de Roma enseñan y gobiernan la Iglesia de Jesús.

El Papa sigue siendo el único obstáculo para el ecumenismo, especialmente con los cristianos ortodoxos. Si Francisco barre la papolatría católica el ecumenismo dará pasos gigantescos y la unión de las Iglesias será una realidad.

Los que vivimos lejos de Roma podemos pasar un poco de lo que se guisa en El Castillo kafkiano y vaticano, al fin y al cabo la vida cristiana la guía el evangelio.