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Los Alumnos de la Quinta

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Los edificios importantes donde vive la gente importante, importante sólo por la chequera, tienen dos entradas, la principal, para gente con bolsillos profundos, tienen conserje uniformado y obsequioso y la puerta de servicio, más para las mercancías que para los mercaderes.

El Colegio Escuelas Pías, edificio importante en la Calle General Franco 2, también tuvo dos entradas, la principal para los alumnos que tenían algo en los bolsillos y la de servicio, los Alumnos de la Quinta que los tenían vacíos, los gratuitos.

Durante muchos años, los archivos vacíos, no listado de alumnos, no memoria de sus notas, no fotos, no huellas de esta escuela paralela, gratuita, con horarios, libros y asignaturas propias de una enseñanza no reglada, no bilingüe, no orientada a la universidad, no queda nada.

Dicen que los archivos vaticanos, extensión en línea de 80 kilómetros, duermen esperando que algún funcionario ocioso y en paro se cite con algún muerto muy embalsamado en el kilómetro cero.

Los Alumnos de la Quinta, ellos, no los papeles amarillentos, polvos de ayer, son la memoria viva, la memoria agradecida, la memoria orante.

Los Alumnos de la Quinta son los que aún recuerdan y alaban a los PP Escolapios y mencionan la puerta de servicio, la de los gratuitos, a sabiendas que la Institución ni los conoce ni los re-conoce.

Yo he vivido muchos años con el P. Joaquín Navarro, gran profesor de La Quinta, él nunca la mencionó, nunca glorificó un pasado exitoso y glorioso, nunca miró hacia atrás, nunca dijo “Cuando YO”...

Hoy conozco a los Alumnos de la Quinta, son ellos los que me han emocionado con sus recuerdos y su amor a la Escuela Pía. Ellos son el archivo vivo de una historia, tal vez pequeña e insignificante para la Institución, pero para ellos digna de ser contada.

Los 28 años ininterrumpidos acercándose a la iglesia para orar por el P. Joaquín Navarro, el P. Gerardo López, el P.Torralba y los otros profesores son prueba de su fidelidad y agradecimiento.

Más de 80 alumnos, desconectados y desperdigados por Zaragoza, lograron el milagro de encontrarse y comenzaron la aventura de trenzar lazos de camaradería y de amistad y de reunirse en torno a la mesa del Señor y la mesa de la fraternidad.

Gesto que hacen sólo los que aman, llevan flores a la tumba del P. Joaquín Navarro.

Los Alumnos de la Quinta, los gratuitos, escolarizados de los 7 años a los 14 se preparaban para el trabajo. Las clases de contabilidad, mecanografía, comercio, aritmética, caligrafía… les abrían las puertas de los bancos y de los comercios.

Para ganarse la comida, comenzaban la jornada trabajando, de 7 a 9 de la mañana ayudaban a las misas de todos los PP de la comunidad.

Eran los tiempos, feliz idea, exigencia mínima, en la que los curas necesitaban, al menos, de un feligrés que respondiera, diálogo forzado, a su saludo y a sus oraciones.

El día 23 de noviembre celebraré la Eucaristía con los Alumnos de la Quinta.

A los postres cantaremos himnos a la Virgen y a Calasanz.

Hoy quedan unos 30 Alumnos. La lista se adelgaza año tras año.

Llegará un día en que se interrumpa esta tradición, ya sea por falta de Alumnos o por falta de curas.

José de Calasanz tiene muchos amigos, los de La Quinta, praecipue pauperibus, fueron y son muy especiales.