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Libros

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Tardé años en descubrir The Library Way, East 41st Street y Park Avenue, calle cortita que termina frente a la Gran Biblioteca de la Quinta Avenida. Su pavimento está sembrado de placas de bronce, pequeña biblioteca, tributo callejero a los filósofos , a los escritores y a los poetas dignos de ser leídos y recordados.

Aquella mañana, los transeúntes, sorprendidos, me miraban mientras yo leía y fotografiaba aquellas frases pisoteadas e ignoradas.

Este texto de Francis Bacon, masticado y digerido, me hizo y me hace pensar.

“Some books are to be tasted, others to be swallowed and some few to be chewed and digested”.

“Algunos libros tienen que ser saboreados, otros tragados y algunos, pocos, tienen que ser masticados y digeridos”.

Cita, citada más de una vez en mis sermones. Los libros y el LIBRO que nosotros los cristianos, condición sine qua non, tenemos que masticar y digerir, es la Biblia.

“De las vacas deberíamos aprender una cosa: el rumiar”.

Hablar, mendigar, regatear, eso que llamamos Oración, es secundario, lo primero y lo importante es “escuchar” a Dios y Dios habla. La Biblia, carta de amor que Dios ha escrito a los hombres, tiene que ser leída, meditada, masticada y digerida, tiene que ser más importante que el parloteo insustancial de la mañana.

¿Somos de los libros o del Libro? Sí, sé que los católicos, certeza total, somos poco o nada del Libro, nada de indigestiones, razón de nuestra precaria situación espiritual.

El Papa Francisco, por razón de su oficio, sabe casi todo y opina de todo, lamentaba últimamente la falta de conocimientos y de inmersión literaria de los seminaristas.

En el pasado no teníamos acceso al Libro, ¿cómo ibamos a sospechar la existencia de la Montaña Mágica, el Quijote, El rojo y el negro, Les nourritures terrestres, The Lord of the flies, Hamlet... y tantas otras exquisiteces literarias?

La frase tópica, ignorancia supina, del maestro de novicios era: las novelas, no verlas.

Algunos seminarios americanos como el de Boise, Fargo, Helena...atentos a la voz del Pastor han diseñado una “etapa propedéutica” para sumergir a los seminaristas en este mundo maravilloso de la existencia humana al cual la filosofía y la teología no tienen acceso.

La lectura del “Diario de un cura rural” de Bernanos ha sido para el seminarista Anderson “a deep insight in the heart of spiritual life”.

En sus bibliotecas ya tienen seleccionadas las Cien Novelas que los seminaristas pueden leer y comentar en sus círculos guiados por el coach espiritual.

La lectura es el mejor antídoto contra el veneno que se consume en las redes sociales. Mejor es pasar página tras página sosegadamente que el cliqueo ininterrumpido, nervioso y lujurioso de la pantalla del celular.

El Libro, catedral portátil, libro en el púlpito y livre de poche, mapa y brújula, Dios tatuado en el corazón. Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba, eran, son y serán el pan que sacia la imaginación y el alma mía.

“De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con la sangre. Quien escribe con sangre y en forma de sentencias no quiere ser leído, sino aprendido de memoria”.

Los libros, enterrados en las bibliotecas son urnas funerarias condenadas, como sus autores, al gran olvido. Ïndice de libros prohibidos. Atrevimiento pueril. No tocar. No mirar.

¿Pueden ser despertados y revivir?

Sí, existen personas que por dentro son verdaderas bibliotecas aunque por fuera sólo sean las tapas grasientas de un libro como en Fahrenheit 451.

El Libro y los libros, un búnker, mi búnker.