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Queridos
jóvenes: “Sois el futuro de la Iglesia”. Amén
Es
doctrina segura que la Agencia Principal de la transmisión de la Fe es la
familia.
Las otras sucursales, de
utilidad e influencia transitoria, son efímeras. La familia es para siempre.
A los
mayores y a las ancianas, consumidoras de rosarios y de novenas a los santos de
la epacta, tan puntuales y tan fieles, hay que mimarlas como si de reliquias
preciosas se tratara.
Son el
pasado, un pasado cada día más distante, más mudo y más irreconocible.
Jóvenes,
sois el futuro de la Iglesia. Afirmación, convertida en dogma, a fuerza de
repetirla el Papa, los Obispos y los curas, a veces, con poca convicción y con
mucho miedo.
En verdad, en
verdad os digo, sin niños y sin jóvenes el futuro de la Iglesia será
apocalíptico.
La
España vaciada hace un poco de ruido, nos llegan sus gemidos lastimeros y sus
estertores.
Las
promesas de los políticos de turno, juramentos solemnes, y las nuevas medicinas,
no la llenarán.
Vacío
lunar bello y mágico, yo te saludo, no me asustas, no me preocupas.
Las
iglesias vaciadas, gimen con gemidos inenarrables, también esperan un milagro de
la primavera eclesial, del aggiornamento iniciado, pero ahora, en medio de
tantas turbulencias, parecen estar en punto muerto.
La
Pastoral Juvenil y la Pastoral Escolar, en las parroquias y en las escuelas de
curas y monjas, es más obsesión y dolor de cabeza que realidad palpable. Estas
instituciones invierten sus cada vez más sus escasos recursos humanos y
económicos en esta tarea para que el futuro de la Iglesia sea menos dramático,
para que el Evangelio no caiga en el olvido.
Tenemos
que reconocer con humildad y -un poco de vergüenza- que a pesar de tantas horas
dedicadas a la Pastoral Juvenil con los mejores métodos, los medios más modernos
, los grupos más divertidos y con los nombres más imaginativos y estrafalarios,
CHINO-CHANO por ejemplo, las guitarras más afinadas...niños y jóvenes bien
entretenidos, la cosa no funciona.
Los
niños y los jóvenes entran por la puerta giratoria de los sacramentos, unos
pocos se afilian a un grupo de entretenimiento pastoral durante un tiempito y
vuelven a tomar la puerta giratoria para salir a vivir la pastoral de la vida y
de los mil entretenimientos que la sociedad ofrece.
¿Dónde
están los Josés? Los treintañeros, los padres de los niños y jóvenes, son los
Josés.
Como
San José, el esposo de María, no tienen biografía religiosa, guardan silencio,
no tienen epifanías divinas y hasta se sienten incómodos el día del Bautismo de
sus hijos si…
Estos
Josés hace tiempo que cogieron la puerta giratoria y se despidieron, disfrazados
de modernos, tatuados, aretados y peinados exóticamente, sin portazos y salieron
a la sociedad a llenar sus bolsillos y vaciar sus almas.
Hay que
salvar a los padres, los Josés desaparecidos, mudos. Los Josés que cogieron la
puerta giratoria y viven de espaldas a toda religión, los que no creen ni
pertenecen, los que llevan a sus hijitos al fútbol y los hacen socios del
Numancia, pero no conocen el camino que lleva a la casa y a las cosas de Dios.
Hay que
olvidarse por un tiempo de la Pastoral Juvenil e inventar e invertir en la
Pastoral de los padres, de los Josés.
Me
gusta contar, fui testigo ocular, lo que yo presencié en el Presbyterian
Hospital de New York.
En la
sala de espera aguardaba yo, con una docena de personas, mi turno para hacerme
un stress test con unas diez personas. El silencio de los desconocidos fue roto
por un niño que, en hebreo, comenzó a leer en voz alta la Torah. Su padre,
vestía de negro y llevaba su yarmulke, y ajeno a los otros compañeros
inesperados y desconocidos, corregía sus errores y sonreía sus aciertos.
Si así
llenaba el tiempo de espera en un hospital, pensaba yo, ¿qué no haría en su
casa?
Ese
padre era el sacerdote, el maestro, el catequista y el mediador de su hijo. No
puertas giratorias.
Salvar
a los Josés es salvar a los niños, es salvar a la Iglesia, es eliminar las
puertas giratorias.
No son
los que estudian en un colegio de curas los que permanecen fieles a la fe y a la
Iglesia sino los que crecen en el seno de una familia que cree en Dios, en la
que se habla de Dios y viven como miembros de la Iglesia. Creer y pertenecer,
dos dimensiones importantes de la vida cristiana.
Según
la encuesta del Pew Research Center si la religión tienen peso e importancia en
la familia el 73% de los hijos no hará uso de las puertas giratorias.
Sólo el
2% de los niños cuyos padres no practican la fe terminarán practicándola.
El
papel del padre en la transmisión de la fe es fundamental. La presencia de los
hombres en el culto es absolutamente necesaria.
En
nuestras iglesias aún quedan las Marías, pero la ausencia de los Josés es tan
llamativa, que duele.
Nuestra Iglesia Católica, a
pesar del clamor de las mujeres y de las monjas por ejercer el poder
ministerial, está feminizada. Las mujeres son lectoras de la Palabra, ministras
de la eucaristía, servidoras del altar, ujieres, sacristanas, calentadoras de
los bancos, cantoras...lo llenan todo, sólo les falta ponerse la estola y
llegará.
!Qué
contraste! Contemplar la estampida de los hombres que braman, jóvenes y viejos,
saliendo de la mezquita un viernes y contemplar los bastones de las mujeres que
salen a trompicones un domingo de la iglesia.
Para
formar la minyan y poder celebrar el culto en la sinagoga se necesitan al menos
10 hombres. Las mujeres no cuentan.
En
algunos movimientos eclesiales, cuánta sabiduría, se exige la presencia de los
esposos y las esposas, de los hombres y de las mujeres, de los Josés y las
Marías.
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