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Morir
de un tiro es cuestión de segundos.
Morir de un tiro por ser cura es también cuestión de segundos, su autor es
calificado de sacrílego y el sacrificado es calificado de mártir con derecho a
futuros privilegios, condecoraciones y diplomas.
Yo siempre he pensado que la “rutina” de cada día tiene mucho de martirio. La
“rutina” que nos impone la vida y la que nos imponemos nosotros, unos días
resulta heróica y otros días intrascendente, unos gozosa y otros muchos
aburrida, pero siempre martirial.
En La Residencia de Mayores, Betania, hostal con habitaciones dobles y simples,
final de la etapa martirial, vivimos ajenos a la mortalidad, a pesar de
contemplarla con los ojos, y a las grandes ideas filosóficas, la “rutina” y lo
rutinario es nuestra gran ocupación.
Yo, como no tengo nada que hacer, me ocupo de mí mismo.
Mis necesidades biológicas, antes puntualísimas, -las tres s inglesas- ahora son
más caprichosas que los gorgis galeses.
Mi sueño tiene más arritmias que mi corazón.
Mis niveles de glucosa altos, los de testosterona bajos, la CPK en suero y la
tensión normales… Desbalance total.
Estoy frustrado, mi ritmo se ha ralentizado, después del Herpes Zoster ha bajado
de 5 km hora a 3 km.
En este mundo tan maravilloso como trágico hay un rinconcito en el que cada ser
humano teje su nido y vive su rutina martirial.
Leyendo el libro “El Arte de Pensar” de José Carlos Ruiz, libro que recomiendo a
los que calzan Adidas y tienen posaderas para leer, me topé con este párrafo y
pensé en mí y en otros muchos como yo.
“Estamos cometiendo el error de repudiar la rutina. “Lo rutinario” se ha
convertido en un estigma, sinónimo de aburrido, de soso, de insulso. Para muchas
personas representa la pasividad, lo estático, lo anodino. Pero si activamos el
interruptor del pensamiento crítico, descubriremos que para ser felices tenemos
que ser arquitectos de nuestra propia rutina. Pocas cosas producen más
satisfacción, calma y sosiego que una rutina planificada por uno mismo”.
Arquitectos con limitaciones, los materiales martiriales que nos proveen, unas
veces coartan nuestra creatividad y otras potencian nuestra libertad.
En mi habitación hay una televisión, yo he optado por no encenderla. Sé que me
he perdido el show imperial y celestial de la muerte de la reina Isabel II y los
desastres de la guerra televisada en directo por la CNN y los estragos de la
naturaleza y…
En mi “rutina” martirial no ha lugar a las redes sociales, hoguera de vanidades,
revista HOLA, sin texto, de una rutina disfrazada de felicidad arcádica.
En mi Residencia y en cualquier residencia, razón de edad y salud, el No a la
gula y algún otro NO, ”natural pero no necesario” no son opcionales, son
impuestos. La dieta de los mayores, los tejados apuntalados, tiene que ser
sobria y con poco sazón.
El Espíritu Santo es la mejor especia para dar sabor a la “rutina” y
transformarla en martirial.
A los rezadores puros, ametralladoras de diez mil disparos por minuto, les falta
el sazón del Espíritu Santo, a los orantes, les basta el silencio, los conecta
con el Tú Solo Santo.
Yo soy yo y mi rutina, unos días más martirial que otros.
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