Todos
hemos sido “sermoneados” muchas veces por padres y maestros. La palabra sermón
tan manoseada coloquialmente evoca latinajos, suena a anticuado, ha caído en
desuso, ahora los curas no sermonean, homilían, leen homilías de Google largas y
aburridas, según el Papa Francisco, parloteo insustancial e invitan a sestear.
“La homilía no debe durar más de 8 minutos, porque después de ese tiempo la
atención se pierde y la gente se duerme. Lo digo a los sacerdotes que hablan
mucho y no se entiende de qué hablan”.
=Del Recetario del Papa Francisco=
Cuando, vestido de cura, recorría mi territorio parroquial, los niños
afroamericanos del barrio me hacían siempre la misma pregunta: Are you a
Preacher? ¿Eres un predicador?
El ministerio del Preacher, guía espiritual y líder social, es predicar sermones
largos, 40 minutos, el más corto. Sermones apasionados, coreados por los
feligreses con amenes y aleluyas, de pie o sentados, coreografía musicalizada,
más que monólogo, gran diálogo del nosotros, activado por el fervor y el
espíritu.
“Voy a poner mis palabras en tu boca”. Preachers y profetas.
En las Iglesias Cristianas la Palabra es soberana. No tienen un Papa que les
enseñe y les dé recetas para el brunch dominical.
A la Palabra comida y rumiada a lo largo de la semana no se le puede poner el
bozal el domingo, Día de la Palabra.
En la Iglesia Católica la Palabra es pretexto para alargar 8 minutos la espera
en la sala de visitas. Lo importante, lo sustancial es la consagración, pan y
vino consumidos con temor y temblor.
Francisco sólo tiene razón cuando afirma que la gente desactiva la atención y se
duerme, el predicador pone a todos en OFF.
Reducir el tiempo, “lo malo, si poco, no tan malo”, receta de la pereza ni pone
en pie ni sana, enfría los pies y no calienta el corazón.
Dios necesita el diezmo, no de nuestro dinero, sino el diezmo de nuestro tiempo.
Cierto, no podemos inventar el mensaje, la Palabra es nuestra propiedad, tesoro
a compartir y vivir, pero sí podemos traficar con ella y convertirla en moneda
falsa, podemos idolatrarla y hasta sermonearla.
Miles de Preachers, perezosos unos dedican unos minutos a preparar el sermón y
“hablan mucho y no se entiende de qué hablan”, pecan y nos hacen pecar, otros,
estudiosos, sirven a la bancada teología de escritorio no apta para no
iniciados, los “inspirados”, conectados con el Espíritu miran a los ojos de los
fieles, hablan al corazón y siembran semillas de paz e ilusión, conectados con
la fuente de la santidad rejuvenecen , respiran gozosos y alaban a Dios.
Ni tu receta Francisco, ni la mía, la receta de Dios:
Conexión íntima con Papá Dios,
Palabra masticada y digerida,
Sintonía con el pueblo de Dios,
Alegría de servir al evangelio eterno,
Un seminarista, con sotana y roquete, compartía conmigo presbiterio y altar,
terminada la eucaristía me pregunta: ¿Ha asistido a clases de interpretación,
acting?