|
La
lista de los nuevos Cardenales ya es pública. 19 nombres de hombres y ninguno de
mujer.
Que una
mujer hubiera sido vestida de púrpura para la pasarela vaticana no habría sido
ni una herejía ni una tontería. Seguro que el Papa Francisco se ha quedado con
las ganas de romper las normas sagradas por las que se rige el Club de los
Príncipes de la Iglesia. A las mujeres, gracias a Dios, hoy, se les abren todas
las puertas y están presentes en todas las actividades humanas, pero la púrpura
seguirá siendo cosa de hombres.
Los
Anglicanos tendrán muy pronto mujeres Obispos. Un golpe de efecto habría sido,
atrevimiento santo, superarles haciendo Cardenal a una mujer. Las mujeres,
impuras para recibir el sacramento del Orden, pueden, estudiado el voluminoso
derecho canónico, ser elegidas Cardenales.
De
momento sólo los varones son dignos de recibir un título nobiliario y entrar en
el club de la aristocracia vaticana. Para ser Cardenal, título que no encuentro
en el Nuevo Testamento, sólo basta estar bautizado. Y si tienes más de 80 años
no tienes nada que hacer, sólo presumir de aparejos escarlatas que sobresalen
tanto que no puedes pasar desapercibido.
La
Iglesia necesita más que una cirugía estética, necesita una revolución en la
punta de la pirámide vaticana.
Maeder,
comandante de la Guardia Suiza del Vaticano, ahora jubilado, ha hecho unas
declaraciones en las que afirma la existencia de un gay lobby que califica de
“sociedad secreta” y de poca lealtad al Papa. ¡Qué fuerte! Esto sí que me
escandaliza y no el que una mujer sea Cardenal. Yo pienso que los Cardenales no
deberían existir, están de más.
En el
Consistorio del 22 de febrero 19 varones recibirán sus diplomas, sus anillos,
sus gorritos y lucirán las sedas escarlatas visibles desde el espacio. La
ceremonia tendrá su glamour, por más que Francisco rebaje el voltaje de las
trompetas y del órgano.
Yo
presenté mi Curriculum Vitae, pero no llegó a su destino. Esperaré a cumplir los
80 y seré emérito en edad, en gracia y en sabiduría.
¿Quiénes
son estos 19 varones? Esta vez el Curriculum Vitae ha pesado poco. No sé si son
grandes teólogos, si han escrito best-sellers religiosos, si son grandes
predicadores, si han sido noticia alguna vez por sus gestos proféticos. No news
is good news, eso nos basta. Lo mejor, en los tiempos que corren, es no ser
noticia.
Esta
vez ha pesado la geografía. Francisco, el Papa que vino del fin del mundo, se ha
ido a los confines de la tierra en busca de 19 varones para que den un poco de
color y de juventud al senado divino y para descentralizar la Iglesia. Europa,
atea, indiferente, muerta, es más tierra de misión que la periferia. Los
treintañeros europeos por no saber no saben ni el Padre Nuestro.
Los
obispos de las ciudades ricas y turísticas, siempre cardenalicias, como Turín,
Venecia y Bruselas no han sido promocionados, ya no harán carrera eclesiástica.
Haití,
nos suena por el huracán apocalíptico que se ensañó con el país y conmovió al
mundo, por el vudú y por ser el país más pobre del hemisferio sur. Ahora ya
tiene su Príncipe de la Iglesia, pero necesita mucho más que un Príncipe para
que sus gentes vivan con un poco más de dignidad.
Burkina
Faso, Costa de Marfil, Filipinas, Corea, Argentina, Brasil y Nicaragua, países
de la periferia y ausentes de las pantallas de televisión tienen también su
Príncipe. Más que los nombres de estos desconocidos varones interesa el nombre
del país. Nos recuerdan que Dios ha dejado Europa y Europa ha dejado a Dios,
ruptura de mutuo acuerdo, y se ha hecho presente en otros continentes.
En la
lista hay tres Cardenales eméritos con derecho a título y vestimentas
principescas, pero sin contenido.
Entre
los eméritos está el español Fernando Sebastián. Recién nombrado ya ha llenado
páginas y comentarios en las tertulias con sus desacertadas declaraciones sobre
la homosexualidad. En ningún amor hay “deficiencia”. Dos personas se aman, el
amor es siempre una aventura de dos. “El amor no puede ser un ardid complicado y
quimérico para que se lleve a cabo la reproducción de la especie”. No tiene por
qué haber un tercero. José y María se amaron apasionadamente y, según el
catecismo, no hubo un tercero, sólo hubo amor entre los dos. Su matrimonio es el
más atípico de la historia de la humanidad.
La
homosexualidad no tiene cura ni la necesita. Es una manera de ser tan perfecta
como cualquier otra. No se cura con pastillas ni con teología ni lo necesita.
¿Quién
soy yo para juzgar? Amar al pecador, sea quien sea, es comprender y amar sus
pecados.
|