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“Para
que yo aprendiese a creer en su redentor tendrían que cantarme mejores
canciones; y sus discípulos tendrían que parecerme más redimidos”. Zaratustra
Hacerse mayor es hacerse continuos chequeos médicos.
Muchas personas matan el tiempo de no-vivir en las salas de espera, esperando
veredictos y añadiendo pastillas a la tarjeta electrónica.
Agotado el cupo de victorias y derrotas, echada la suma total, lenta y
resignadamente esperan la última sorpresa. The End.
El cristiano, hombre de fe, a la luz de la Pascua de Resurrección de Cristo,
vive en el Día más joven de la historia, vive, no en salas de espera, sino en la
presencia continua del Resucitado, una vida alegre y resucitada.
Celebramos hace cuatro días la Fiesta de las Fiestas, la Resurrección de Jesús
de Nazaret, son muchos los que se dijeron, ya hemos cumplido, pongamos punto
final.
No, no existe punto final para el creyente. Litúrgicamente la Pascua dura 50
días, pero vitalmente dura toda la vida. Los cristianos somos los ministros y
los testigos de la Victoria de Cristo sobre la muerte, del más difícil todavía,
Final Feliz con beso incluido.
La verdad más difícil de creer es la de la Pascua. “Yo soy el Viviente; estuve
muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la
muerte y del abismo”, Ap 1,18
El Primer Credo, antes de que Constantino, Atanasio y los obispos redactaran el
Credo largo e imposible de entender, en Nicea, el año 325: “engendrado, no
creado de la misma naturaleza del Padre”... que proclamamos en nuestras
eucaristías, los primeros cristianos, los de la primera hora, ajenos a las
complicadas teologías, confesaban con la boca y el corazón: “Christos anesti”.
Cristo ha Resucitado. “Alethos anesti”. Verdaderamente ha Resucitado. Principio
y fin del Credo.
Cristo ha Resucitado, hermanos, no es una nota a pie de página que podemos
ignorar, es el núcleo, la esencia,de nuestra Fe Cristiana.
Podemos dejar de creer en el número siete de los sacramentos, en la existencia
del purgatorio, en la infalibilidad del Papa… pero si dejamos de creer en la
Resurrección todo el edificio de la fe se viene abajo, dejamos de ser
cristianos.
Pascua no es un taller de risoterapia, pero existe una Risa Pascual, la Risa de
la Victoria Total, la que los cristianos tenemos que vivir para hacer creíble el
poder de nuestro Redentor y demostrar a todos los Zaratrustas de nuestra
sociedad pagana e incrédula que estamos redimidos y vivos en el que “vive por
los siglos de los siglos”.
Pascua es mucho más que el Domingo de Pascua, para el cristiano la vida entera
es Pascua.
Estamos condenados a morir, sí, lo sabemos, pero “Yo sé que mi Redentor vive”,
me redimirá y me rescatará.
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