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Los
judíos eligieron a Dios, y su ley adopataron
o inventaron a Dios, y luego legislaron.
Que sucedió primero no lo podemos saber
pero pasaron los años y ellos sin decaer:
recurriendo a razonamientos, sin intimidarse,
sin nada en el debate dejar de plantearse.
Son
muchos los estudiosos que han subrrayado que el pueblo de Oriente Medio que nos
ha entregado el legado más valioso y duradero no ha sido el que levantó las más
grandiosas pirámides o creó la mayor civilización sino el pueblo que tuvo una
IDEA. Ese pueblo es Israel.
Israel, conquistado y exilado tantas veces, en circunstancias normales habría
desaparecido para siempre como se perdieron las diez tribus del reino del norte.
Pero los israelitas llevaban consigo una IDEA y unas tradiciones que pusieron
los cimientos de las grandes religiones de occidente: Judaismo, Cristianismo e
Islam.
Todos los pueblos de su alrededor eran politeistas como lo fue Israel en sus
orígenes.
La IDEA radical que dio forma a su cultura e hizo posible la supervivencia de
Israel fue que había un solo dios.
Esta IDEA, nueva y radical, que encontramos en la Biblia Hebrea es el monoteismo.
El paso del politeismo, muchos dioses, al henoteismo, un dios supremo junto a
otros muchos dioses, al monoteismo no es un paso evolutivo sino revolucionario.
La religión de Israel no es una versión más refinada y evolucionada surgida de
las otras religiones de Oriente Medio sino una religión revolucionaria.
Kaufman afirma que el monoteismo no era, no podía ser la secuencia lógica del
politeismo, era una ruptura radical con él.
Israel, el de hace miles de años y el de hoy, es el pueblo de una IDEA radical y
revolucionaria que encontramos en el libro del Génesis: Dios simplemente es.
Dios no tiene gramática, no tiene pasado ni presente ni futuro. Dios no tiene
una esposa consorte.
Dios no muere. No hay que celebrar ningún acontecimiento de su vida porque Dios
no tiene biografía. Dios no tiene corporalidad y es eterno.
Los
judíos creyentes eligieron y siguen eligiendo a Dios y "En aquellos días diez
hombres de todas las lenguas de las naciones asirán por la orla del manto a un
judío diciendo: Queremos ir con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está
con vosotros", Zacarías 8,23.
La identidad judía, teóricamente, no puede entenderse sin la IDEA de Dios.
"Hoy son muchos los judíos que no necesitan la hipótesis de la existencia de
Dios ni la de la conducción divina del destino judío. Nuestra exposición no
trata del rol de Dios sino del rol de las palabras. Dios es una de esas
palabras".
Dios es un perfume que, quiéranlo o no, sigue perfumando la identidad de los
judíos ateos.
Amichai,
un instruido apóstasta, escribió en su poema "Los Judíos":
"¿Y qué decir acerca de Dios? Dios perdura
como el perfume de una bella mujer que alguna vez pasara
delante de ellos sin que hubiera visto su rostro,
pero su perfume persiste, toda clase de perfumes,
creador de toda clase de perfumes".
La idea de Dios une a los judíos creyentes y los LIBROS unen a todos los judíos.
Gracias a los LIBROS han sobrevivido los judíos.
"Nosotros, los no creyentes, continuamos siendo judíos a través de la lectura.
Si definitivamente existe alguna cadena entre Abrahán y nosotros, está hecha de
palabras escritas. We are texted to our ancestors. Somos los ateos del LIBRO".
Las
grandes civilizaciones de Oriente Medio levantaron templos gigantescos,
dedicaron estatuas a sus dioses y gravaron estelas maravillosas, una geografía
para los turistas de todos los tiempos.
Israel no es para los turistas sino para los estudiosos y los lectores.
"El Génesis, Isaías y los Proverbios son nuestras pirámides, nuestra muralla
china, nuestras catedrales góticas".
Yo siempre digo que al profeta Isaías tendrían que darle algún día el Premio
Nobel de Literatura, a título póstumo.
El
judaismo, a pesar de los vaivenes de su trágica historia, sigue vivo, poderoso e
influyente, gracias a la educación.
La idea de DIOS, ese perfume que ya muchos no perciben, está en el origen de
Israel.
La
Palabra y las PALABRAS, no Dios, son hoy el cemento que mantienen en pie a este
pueblo y que colorea la identidad de los judíos creyentes y no creyentes.
"La escolarización comenzaba con el destete".
Los niños judíos, antes de que hubiera escuelas, pedagogos, logopedas y
ministerios de educación, desde siempre, han estado mamando PALABRAS
pronunciadas por sus padres y PALABRAS escritas en la Torá.
Entre los 3 y los 13 años todos los varones aprendían a leer y escribir el
hebreo y "eran socializados para salvaguardar y transmitir la sabiduría
acumulada por la sociedad".
Para crecer como judío la cadena padre-LIBRO-relato-hijo era indispensable.
Recuerdo una escena que me impresionó y guardo como una hermosa enseñanza.
En una sala de espera del Presbyterian Hospital de Nueva York esperaba yo mi
turno junto a otros pacientes. Unos leían el periódico, otros leíamos un libro
en silencio y un niño de unos 10 aaños, en voz alta y de un gran libro leía a su
padre un pasaje de la Torá. El padre corregía o aprobaba los esfuerzos de su
hijo por perfeccionar su hebreo y asimilar sus enseñanzas.
Padre-LIBRO-relato-hijo.
Los padres además de alimentar a sus hijos tienen una misión académica.
Circuncidar a sus hijos está bien, pero revelarles el password, las PALABRAS
esenciales está mucho mejor.
"Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: ¿Qué son estos preceptos y estas
normas que Yahvé vuestro Dios os ha prescrito?, dirás a tu hijo...Deuteronomio
6,20
"Poned estas PALABRAS en vuestro corazón...Enseñádselas a vuestros hijos,
hablando con ellos cuando estéis en casa, cuando vayáis de viaje, (en la sala de
espera del hospital), cuando te acuestes y te levantes". Deuteronomio 11,18.
"De generación en generación", fórmula ritual y sagrada, viva y actual
La Torá no quiere y no aprueba que ningún hijo varón crezca sin conocer La
Escritura.
La Torá alfabetizó y transmitió el mensaje a los niños judíos.
La
línea biológica, -padre-hijo-, es importante, pero la línea intelectual,-
maestro-discípulo-, ha sido la más fecunda, es la que nos ha dado los "sabios"
judíos, los compositores del Talmud de Babilonia y el de Jerusalén, pilar
central de la cultura judía.
El Rabino Hananyah ben Aqashya escribió: "El Santo, Bendito sea El, quiso
ameritar a Israel y por tanto multiplicó para ellos la ley y los mandamientos".
El Talmud recoge las discusiones, los interrogantes y los debates que los miles
de sabios entablaron con sus discípulos sobre ese gran bosque de mandamientos.
Los mejores discípulos no eran los pasivos, meros receptores del magisterio de
los rabinos, sino los que argumentaban y rebatían las teorías de sus maestros.
Ya en el relato de la Pascua encontramos las cuatro preguntas que los niños
plantean a sus padres: ¿Qué significa este relato para vosotros?
La "verbosidad judía" en la Biblia, en el Talmud y en la vida cotidiana es
proverbial.
"Dentro de cada judío había tantos que hablaban que mandas callar a uno y el
otro toma la palabra. Lo mandas callar y hay un tercero y un cuarto y un quinto
judío que tiene algo que decir", Philip Roth.
Ser judío no es cuestión de sangre, es cuestión de PALABRAS.
"Uno no puede ser judío sin estar expuesto a un determinado léxico".
El
mandamiento de Esdras y el juramento que hizo el pueblo de no dar sus hijos en
matrimonio a los gentiles ni de casar sus hijas con los paganos para no mezclar
la semilla santa con la semilla impura no sirvió de nada.
La verdadera semilla, la que engendra judíos es la PALABRA Y LAS PALABRAS.
N.B.
"Los judíos y las palabras" es un fantástico ensayo escrito por el novelista
Amos Oz y su hija Fania Oz-Salzberger.
Las ideas expuestas en este artículo están inspiradas en el capítulo primero del
libro, titulado "Continuidad".
Mutatis
mutandi se podría hacer un fácil paralelismo con el tema de la transmisión de la
fe en la Iglesia Católica sobre el rol de la Palabra y las PALABRAS.
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