La Obesidad Religiosa

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Fernando Botero, pintor de gordas y gordos, de feas y de feos, no ha creado escuela. Dudo tenga muchos admiradores y muchas salas de museo donde colgar esas Venus de Villendorf corregidas, revisadas y engordadas. ¿Se imaginan ustedes una gorda de Botero desfilando por la pasarela de cualquier Fashion Week?

A pesar de la repugnancia estética que sufren los ojos de los espectadores, hoy todo tiene que ser forever 21, y del enfado de los endocrinos que, indiferentes a la belleza, hablan de obesidad, de enfermedad, de lastre médico y de epidemia a combatir, a pesar de esta nueva declaración de guerra, las Botero seguirán ahí, suscitando más exclamaciones por las calles que interrogantes. Hoy, según la Consejería de Sanidad de Madrid “la Obesidad es un problema prioritario de salud pública”.

Los gordos y las gordas son los nuevos leprosos, los nuevos pecadores y la glotonería es más pecado que la lujuria. El estómago se queja todo el día y durante toda la vida, el chirimbolo se impacienta a ratitos y llega un momento en que hace mutis por el foro y amén. La lujuria, producto vendido en miles de portales, en la actualidad, ha perdido hasta la aureola de pecado.

La gordofobia ha inaugurado un tiempo nuevo, el de las dietas, y una nueva cruzada contra la comida basura, “es una vergüenza que vayas a un hospital y veas máquinas de vending con todo tipo de comida basura, eso tiene que acabar”.

Jóvenes y viejos calzan Adidas para hacer cada mañana esa cosa tan moderna y recomendada por todos los médicos que llaman jogging, running, trekking, hiking… y hasta yo, ahora que tengo tiempo de jubilado, gozo el lujo solitario de recorrer, lujuria light, caminos y paisajes nuevos como prólogo para hacer el Camino, por fin seré peregrino.

Mi peregrinar a Santiago de Compostela es más profundo que calzar unas Adidas y cargar una mochila. La meta es lo de menos. Toda peregrinación debería proponerse eliminar la Obesidad Religiosa, vivir lo esencial y prescindir de los inesenciales de la religión.

La religión con minúscula tiene mucho de rutina y de comida basura. La rutina es el enemigo número uno del Amor y de los amores y la comida basura es lo más socorrido. Rutina y comida basura disparan la Obesidad Religiosa a niveles mortales.

Las devociones, alimentos que yo considero comida basura, para la inmensa mayoría de los consumidores de religión son pura delicia, son el filet mignon servido en un restaurante de cinco tenedores.

La espiritualidad de la epacta. Curas y frailes a la hora del culto, la celebración litúrgica, rara vez abren la Biblia, pero siempre, siempre consultan la epacta como si fuera el río de agua de vida que brota del trono de Dios y del Cordero.

La Eucaristía no es una invitación a celebrar el banquete de bodas del Cordero, es invitación a celebrar la misa de San José de Cupertino o de San Roque… nombres que eclipsan a Jesucristo y lo más grave, gravísimo, es que la predicación, si la hay, no versa sobre la Palabra de Dios, sino sobre la vida novelada del santito de turno. Alimentos que no sacian el hambre del alma y favorecen la Obesidad Religiosa y detienen el ascenso a la espiritualidad que viene de lo alto.

Lo he contado muchas veces, me pasó a mí cuando era párroco de un pueblecito de Soria, el día de la Fiesta de San Antonio, patrono del pueblo, en la misa predicaba yo sobre el evangelio y una viejecita vestida de negro y con pañuelo a la cabeza decía a su vecina de banco: “No hemos venido a escuchar esa mierda sino la vida del santo”. Vida que había escuchado a lo largo de toda su vida y ese día, tal vez, escuchaba por primera vez una palabra sobre el evangelio. Esa viejecita era una gorda de Botero, sufría la Obesidad de la Religión, se había alimentado de comida basura durante ochenta años y no lo sabía.

La iglesia, el templo, es un restaurante. A la entrada de las iglesias se puede leer el menú que sirven: celebramos el santo del día y triduos y quinarios y novenas y el mes de las flores y el mes del Corazón de Jesús y el mes...El domingo esperas un menú más sofisticado y mejor sazonado, pero tiene el mismo sazón que cualquier otro día.

Ser cristiano es ser seguidor de Jesucristo. Seguir a Santo Tomás, a Lutero, a Calvino, al Papa Francisco está bien, pero no sirve de nada. Los ingredientes: salvación, conversión, buenas frutos, servicio, perdón, amor, Espíritu Santo...es decir, los esenciales están en el evangelio de Jesús. Los inesenciales, la comida basura, la producen y la sirven los hombres.

Los ingredientes esenciales del seguimiento no caducan nunca, son producto de Dios.

La Obesidad religiosa es un problema prioritario para cualquier comunidad cristiana.