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Hermanos
míos, ¡cómo hemos cambiado!
Lo
pienso y siento vértigo. Abro la puerta del Templo y, en la soledad, me
avergüenzo, sólo rostros arrugados.
¿Cuándo
mueran los mayores de 65 años quién franqueará las puertas de la iglesia?
¿Cuándo
las mujeres, viudas y octogenarias, se acaben quién calentará sus asientos?
Los
hombres, massa damnata, calientan los asientos del campo de deportes y se
exaltan y apasionan en la liturgia dominical del partido de fútbol, pero huyen
de la liturgia del Templo, falta de voltaje, no les concierne, nada les invita a
calentar un banco.
Los
curas jóvenes, pastores de un rebaño pequeño y envejecido, se estrujan los sesos
para atraer a los hombres y a los jóvenes y los curas viejos, mayoría
cualificada y desencantada, dan la batalla por perdida.
En la
España Vacía y en la llena se ha parado el reloj de la religión, hasta las
campanas tocan a muerto por la “España Vaciada y las Iglesias Vaciadas”, sabemos
que existen por el letrero de la carretera que dice: NOVIERCAS, pero no dice si
alguien habita detrás de sus muros centenarios.
En un
ayer lejanísimo fuimos de comunión diaria, en un ayer más cercano de comunión
dominical, ayer mismo aún recordábamos la comunión por Pascua Florida...hoy,
para evitar la obesidad religiosa, nos contentamos con la comunión 0,0.
“Mi
doctrina está en peligro, la cizaña se ha convertido en trigo” y ya ni los curas
son de comunión diaria.
En la
España Vaciada, el sagrario se ha vaciado, los santos aburridos se quitan sus
coronas, les aprietan mucho la cabeza, no son ni invocados ni besados. Las
iglesias sólo se abren los domingos, o algún domingo, para una feligresía
menguante en número y creciente en edad.
Una vez al año, milagro estival, el día de San Roque, en la España Vaciada, hay
un revival para elogiar, no al Creador sino a una de sus más imperfectas
criaturas.
La vida
cristiana es un work in progress, una tarea continuada, principia en el bautismo
y culmina en el último Exit. La hemos reducido a momentos puntuales y la hemos
alimentado con fast food. Nos asustan las comidas largas y como niños preferimos
la inmediatez y la rapidez . La iglesia es lugar de paso, no sala de estar.
Yo
suelo repetir muchas veces a mis feligreses que los cristianos cuando nos
congregamos para celebrar la eucaristía comulgamos Dos Veces, recibimos Dos
Comuniones.
Recibimos
la Primera Comunión cuando devoramos la Palabra. “No sólo de pan vive el hombre
sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. La Palabra es pan verdadero,
su mensaje bien masticado y digerido es alimento indispensable para que la
Segunda Comunión, la sacramental, sea eficaz y fructífera. La primera es reja de
arado que abre el alma a la segunda.
Dentro
de la España Vaciada se encuentra la Iglesia Vaciada. Algunos curas, panaderos
ambulantes, hacen trescientos mil kilómetros al año ofreciendo fast food a unos
feligreses que no tienen hambre y no necesitan vitaminas, con las prisas sólo
les ofrecen las migajas de la Palabra, la Segunda Comunión basta. Conservar a
los mayores de 70 años, bendita tarea, resulta muy caro y poco rentable.
Los
Obispos, más vigías que corredores de fondo, pasan los días pulsando el botón
del pánico e importan más problemas que soluciones.
Es la
Hora de la Primera Comunión, la Hora de la Palabra de Dios.
Para
esta Hora, Buena Noticia, no se necesitan curas, se necesitan Bautizados
evangelizados, conectados y con la tarjeta de crédito de la fe activada.
Todos
los Bautizados recibimos la tarjeta de crédito de la fe, pero son pocos los que
la han activado y pueden disfrutar de sus beneficios.
Cambio
de paradigma.
Ayer
era el Ministro Ordenado el evangelizador, el predicador oficial, el detentor
del munus docendi, hoy se necesitan Bautizados, evangelizados, activados,
equipados para preparar la Primera Comunión, para anclar a los convertidos en la
Iglesia y en la Segunda Comunión y en la Tercera y …
Nuestros
niños, adorables y sonrientes, en su Primera Comunión Sacramental, hacen
demasiada fiesta y demasiados gastos para ser la primera y, para muchísimos, la
última.
No hay
que ser un superteólogo ni siquiera teólogo para diagnosticar la enfermedad, la
tisis de las almas, carencia de vitaminas bíblicas, ausencia de evangelio,
cimientos poco sólidos, mucho santito y poco Tú Solo Santo y nula vivencia de la
fe en la familia. El Domingo ya no es el día del Señor, es el día de los
múltiple señores cuyas consignas seguimos fielmente.
Francisco,
más pastor que teólogo, ha declarado el tercer domingo del tiempo ordinario como
el “Día de la Palabra de Dios” para “que haga crecer en el pueblo de Dios la
familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura”.
Los
nuevos movimientos eclesiales son más bíblicos que sacramentales y, constato que
gozan de poca estima entre los funcionarios de la religión, fast food, porque
exigen mucho tiempo, dedicación y preparación y porque la Religión Católica
nunca ha sido bíblica ni femenina.
¿Y si
las mujeres fueran el futuro de la Iglesia?
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