Esta afirmación la leí por primera vez en uno de los muros de la iglesia del
Salvador de Soria, las grandes letras negras sobre fondo rojizo no gritaban una
blasfemia sino que provocaban una gran indignación.
Tiene su cara y su cruz, su verdad metafórica y su verdad literal.
Son muchas las iglesias que, literalmente, han ardido e iluminado la noche, pero
a la mañana siguiente, muertas, quedan reducidas a un diminuto montón de
cenizas.
Deja que te cuente, amigo, una bonita historia. Existe una pequeña iglesia en lo
alto de una colina, construida hace muchos años, es hermosa pero sin
electricidad y lo que es mejor, se niegan a instalarla. Celebran la Misa a la
puesta del sol.
Cada feligrés que sube la colina porta su antorcha encendida que cuelga en uno
de los ganchos de la pared, si son muchos los que suben son muchas las
antorchas, es mucha la luz que ilumina el interior de la iglesia y es mucho el
resplandor que los que no subieron contemplan en lo alto. Habrá tardes muy
oscuras y otras muy luminosas, ¿de quién depende?
No es la electricidad de Endesa ni las llamaradas de fuego sino las antorchas de
los creyentes las que arden e iluminan la oscuridad del pueblo en el valle.
La iglesia, minimalismo decorativo, no tiene imágenes, creen que no las
necesitan, una cruz vacía preside el presbiterio.
Cada feligrés es una imagen viva que ora, canta y alaba a su Señor.
La Iglesia que ilumina y arde es un pueblo sacerdotal, pequeño, pero se sabe
pueblo de Dios.
La Iglesia, llamada a ser la zarza que arde y no se consume, las piedras podrán
caer, las vigas podrán arder, pero su luz tiene que iluminar la tiniebla del
mundo.
La Iglesia ideal, zarza que arde y no se consume, es signo y misterio para los
creyentes, los descreídos y los distraídos se acercan a coger sus bayas.
La Iglesia real, la jerárquica, la clerical, la de los bautizados, muchas veces
deja de arder y se consume en batallas tribales, numéricas, sinodales, en quién
coge más y las mejores bayas, y en lugar de ser imán que atrae intimida y ofende
con su afán de poder, de grandeza y mundana ostentación.
Leo en la prensa que los “padrinos” de bautismo y de confirmación, según el
ritual, colaboradores de los padres en la transmisión de la fe, ayer
indispensables, hoy, en las diócesis del sur de Italia, han sido eliminados por
los obispos. Domenico Mogavero, obispo de Mazara del Vallo, ha sido el último en
eliminar los padrinos, comparsa decorativa.
Tiene su explicación, la Mafia colorea, blanquea y compra todas las bayas
eclesiales y asperjada y bendecida se cree dueña de la zarza.
Nuestras diócesis, creo yo, tienen razones tan poderosas como las italianas para
sacudirse este pesado e inútil yugo. ¿Por qué imponer una obligación tan seria a
unas personas que por razones geográficas, sociales y religiosas jamás ejercerán
de padrinos? Nombres en un papel.
Recuerdo haber leído en LES ESSAIS de Montaigne, hombre sabio, noble y rico que
sus padrinos de bautismo fueron dos pobres de solemnidad para uncirlo al mundo
de los pobres.
“Y por la misma razón, escribe, hizo que en la pila del bautismo me sostuvieran
personas de la más abyecta fortuna, para unirme y apegarme a ellas”.
Un titular de La Croix arde: "En Belgique, polémique autour d'une Église sans
prêtres”.
En Bélgica, polémica en torno a una “Iglesia sin curas”.
La Iglesia arde, parece que son muchas las antorchas las que se van apagando. Y
la iglesia, en lo alto de la colina, ilumina poco.
El Sínodo de la Iglesia Alemana es una bomba de efecto retardado. Las votaciones
a favor de la bendición de los matrimonios del mismo sexo, la eliminación del
celibato, el sacerdocio ministerial de las mujeres y la homilía de los laicos en
la liturgia…no sólo eliminan el “pecado” sino que se consideran con autoridad
para eliminarlo y retan la autoridad del Papa. Cisma silencioso, ¿quién prenderá
la hoguera?
Roma “protesta”, siente el fuego de las llamas.
Asombrado, contemplo una iglesia, cinco sacerdotes celebran la Eucaristía, ante
ellos, un mar de sillas vacías, sólo hay una silla ocupada. No a r d e, se
apaga.
“Si l’on avait voulu figurer les tribulations du christianisme en Europe
occidentale, on n’aurait pas pu trouver mieux que de Notre-Dame de la Nativité
de Bercy”.
Edificada en 1677, destruida en 1821, inundada en 1910, bombardeada en 1944,
finalmente ardía en 1982. Leo en una de las 729 páginas de la novela ANÉANTIR de
Michel Houellebecq.