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"La
Escuela Pía en la que vivo hoy no es la Escuela Pía en la que yo hice mi
profesión. No sé donde estoy", me confesaba con amargura, unos días atrás, un
Escolapio.
Nadie
consuela a los Escolapios decepcionados y marginados, los dejan que se hundan en
su silenciosa tristeza. Los superiores, viajeros profesionales, pasan más horas
en los aeropuertos del mundo que buscando palabras y tiempo para consolar a su
pueblo y agradecerles los servicios prestados. Envían exhortaciones, piensos
compuestos, que valen para todos los conventos del mundo.
Yo,
Félix, vuestro hermano y compañero en la tribulación y la perseverancia, estaba
desterrado en la isla de Aluche, a las afueras de la ciudad, a causa de la
Palabra y de las palabras, y he aquí que un domingo caí en éxtasis, tuve una
visión y oí una voz potente que me decía: "Lo que estás viendo y oyendo
escríbelo y envíalo a siete Escolapios que pongan a prueba a los que se llaman
escolapios y no lo son, pon al descubierto que son unos mentirosos".
Yo
lloraba mucho al ver la casa en ruinas y a los siervos de Dios escondidos debajo
del altar pidiendo justicia. "No llores", me dijo un ángel, "los laicos, esos
hijos adoptados y adaptados, esos que han usurpado vuestra identidad, levantarán
y harán una casa nueva. Lo viejo, - los viejos -ha pasado. Mira, lo harán todo
nuevo".
La
Escuela Pía ya no será Pía, será simplemente Laica, le dije. Sí, ya sé que es la
"hora de los laicos". Es el nuevo mantra. Los laicos son el entusiasmo, el
calambrazo total, que excita todo el cuerpo, el tsunami pentecostal que pone
todo patas arriba.
La
Escuela Pía, muerta de aburrimiento, necesita luteranizarse un poco. El
sacerdocio universal de los creyentes da la razón a Gálatas: No diferencia entre
judíos y gentiles, entre hombres y mujeres, entre presbíteros escolapios y
laicos escolapios. Todos uno en el UNO.
Los
presbíteros escolapios, maestros moralizantes, sin savia para procrear, tienen
que descansar. El descanso es el oficio de los dioses, nosotros, mientras los
hijos adoptados y adaptados hacen su trabajo, el suyo, podremos dormir y morir
sin ser molestados, podremos morir felices porque, a pesar de ser siervos
inútiles, hemos trabajado más, hemos evangelizado más, hemos sufrido más, como
corderos llevados al matadero hemos callado más, hemos vivido la locura de la
obediencia ciega que Dios reprueba, la pobreza personal en favor de la
institución avara, y la castidad, traje de eunucos metafóricos.
Coram
Deo, frente al Dios de Maimónides, monoteísmo absoluto y radical, del que nada
se puede predicar, por eso no puede aparecer en Facebook, todo es irrelevante,
todo es silencio cósmico, todos nuestros tinglados son pura idolatría,
disfrazada de piedad.
Coram
hominibus, nuestro verdadero escenario, la Escuela Laica sólo quiere estar en
Facebook, estar en el Evangelio carece de interés. La Escuela Laica tiene que
estar en Facebook, breviario de lo efímero, breviario de la podredumbre humana,
ahí todo se mezcla, todo cohabita.
La
cohabitación, social y religiosa, es uno de los signos de los tiempos.
Cohabitan
los partidos políticos y cohabitan las razas de la tierra. Los chinos ya están
aquí y me sirven el café, los negros ya están aquí y me venden SILENCE en un CD
pirateado, los dominicanos están ya aquí y casi me apetece to join Dominicans
don’t Play… Tanta cohabitación, energía salvaje y desbordada, crea muchos
problemas. Todo se uniformiza, todo vale lo mismo, todo es OK. Nadie es el
Camino, vivan todos los caminos.
Los
judíos, pueblo de una idea que revolucionó el mundo, tienen hoy un gran
problema. Las sinagogas, en estos tiempos de cohabitación, son presididas por
hombres y mujeres. El nombre de “rabino” no es cuestión de palabras, es sólo
cosa de hombres, ¿pueden las mujeres robarles su identidad y violar sus
derechos? No, las mujeres no son verdaderos rabinos, son unas mentirosas.
Llamémoslas: “Maharat” o rabinos sin portfolio.
¿Tenemos
los Escolapios un problema de nombres? ¿Tenemos que validar los “escolapios sin
portfolio”? ¿Cambiar de nombres es el antídoto contra la muerte?
El
ángel que vi al principio vino en mi ayuda y me dijo: Escribe a los siete
Escolapios y consuélalos con estas palabras: “Mirad, vengo pronto. Mantened lo
que tenéis para que nadie se lleve vuestra corona. No lloréis, vosotros sois el
único original, nadie podrá robar vuestra identidad. La identidad no es cosa de
nombres, es cosa de Dios, sello grabado a fuego que nadie puede destruir. Sólo
Dios no muere, es para siempre. Vosotros bendecid y celebrad la muerte. Morir es
el más noble de los destinos. No os clonéis con siglas nuevas, no sirve de nada.
Al
profeta Balac y a la profetisa Jezabel, pregoneros de la idolatría, de la
fornicación y de la cohabitación, les haré postrarse a vuestros pies y sabrán
que “Yo os he amado”.
Los
vencedores no conocerán la muerte segunda.
Amén. Aleluya.
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