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La Cultura del Pan

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Hemos crecido comiendo pan y somos la última generación que sigue necesitando el pan en la mesa.

Pan bendito, pan besado cada vez que se nos caía al suelo.

La hogaza de pan, grande y redonda, que mi abuelo Higinio cortaba y, como sacerdote no ordenado, a cada uno nos daba nuestra rebanada de pan, comunión del pan bendito de cada día.

El pan, rico como alimento, es también rico, reflejo de nuestra dependencia social, lingüísticamente.

Los mayores aún decimos “con pan y vino se anda el camino”. Alimentos básicos e imprescindibles en la mesa.

“Nació con un pan bajo el brazo”. Afortunado.

“Dame pan y dime tonto” y “las penas con pan son menos penas”. Las largas letanías del pan.

La Cultura del Pan, hoy 2024, se ha perdido. El pan no es básico ni imprescindible. Eliminado de la dieta, ya son pocos los que madrugan para conseguirlo.

Durante mi estancia de dos meses en NYC no he visto el pan. Te pueden ofrecer la opción “pan de molde” que no se pone duro, que no envejece, que no huele ni sabe a pan, que no apetece…le falta el currusquito seductor.

El pan pan, desaparecido del Menú, hay que exigirlo.

¿Y el Pan del Bakery Celestial?

Cenaba un domingo en Da Nico, ristorante en Mulberry Street, Little Italy, y en la mesa contigua se sentó minutos más tarde una familia española. El camarero, me conoce, les dijo señalándome, ese señor es también español.

La señora se levantó y me contó sus impresiones neoyorkinas.

Es sabido que los españoles, católicos laodiceos, 20% católicos, en su viaje a NYC, it is a must, incluye una “misa gospel”.

Esta familia no fue a Harlem, cerca de su hotel tenían la iglesia de Times Square, evangélica y pentecostal y acudieron al servicio dominical.

Love at first sight, conversión en el camino de Broadway. La señora quedó tan impresionada, tan llena y tan satisfecha que me confesó: “Si viviera en NYC abandonaría la Iglesia Católica aburrida y triste y me afiliaría a esta iglesia, a esta música, a su concierto dominical y a su pastor”.

Católicos laodiceos, conectados con todos los inesenciales de la religión y desconectados totalmente del que nos nutre y vivifica, el Señor Jesús.

Esa iglesia tiene música y un pastor entusiasta, pero no tiene la Mesa, no tiene el Pan del Bakery Celestial, no tiene el “Pan bajado del Cielo”, no tiene la Eucaristía. Por no tener no tiene pan.

Jesús, el mejor contador de historias, es mucho más que un predicador ambulante, se sentaba a la mesa con los pecadores y conversaba con ellos, huésped buscado y agradecido.

Jesús en la Última Cena se convirtió en el anfitrión de los Doce y en el anfitrión de todos sus seguidores. Desde el “Haced esto en memoria mía” Él es el plato principal, el filet mignon de la Cena, si no está Él en el plato, la decoración y la ambientación se convierte en show efímero.

“No podemos vivir sin celebrar el Día del Señor” decían y decimos los seguidores de Jesús.

Cierto, la Cultura del Pan, razones de salud, está out, pero, desgraciadamente, la Cultura del Pan de Vida, del Pan eucaristico, está también out por razones de fe y de pertenencia.

Mi viejo catecismo, hoy en desuso, nos recordaba y mandaba comulgar y confesar, al menos una vez al año, por Pascua Florida. Despropósito teológico y pastoral. Mal, pobremente alimentados, ni el Pan de la Palabra ni el Pan de Vida.

Los feligreses de la iglesia de Times Square, al menos, se hartan del Pan de la Palabra, pan necesario e imprescindible.

La panadería de la esquina y el Bakery Celestial necesitan clientes.