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“Jésus
annonçait le royaume et c’est lEglise qui est venue”, Jesús anunciaba el reino y
lo que vino fue la Iglesia, esta frase ha hecho famoso a Alfred Loisy. Cita
citada muchas veces para asombrarse ante el proyecto de Jesús y desanimarse ante
los pobres resultados de los hombres.
Jesús
predicó el amor incondicional y universal y la soberanía misericordiosa de Dios,
un nuevo orden de cosas, sin las turbulencias creadas por el orgullo y el
egoísmo de los seres humanos. Un mundo nuevo que no acaba de nacer.
Los
seguidores de Jesús, hombres al fin y al cabo, organizaron “el reino” y
añadieron los detalles, los muchos cabos sueltos que Jesús, su vida fue tan
corta, olvidó.
Toda
organización, humana o religiosa, levanta vallas, fija fronteras, redacta
códigos de leyes, inventa mandamientos, necesita saber quién es quién y una
burocracia para funcionar con eficacia.
No es
de extrañar que en estos tiempos narcisistas e individualistas, las religiones
organizadas no gocen de buena salud. En Estados Unidos las iglesias se
multiplican, en Europa se cierran.
La
Iglesia Católica es una fortaleza amurallada, es una, no admite divisiones. Los
fundadores de nuevas congregaciones religiosas o los inventores de nuevos
movimientos eclesiales no sueñan con inventar una nueva religión, aunque algunos
movimientos con el paso del tiempo llegan a convertirse en una iglesia dentro de
la Gran Iglesia, en una religión dentro de la Gran Religión. Es la venganza
silenciosa y piadosa contra la tiranía de la centralización y de la uniformidad
impuesta por una jerarquía omnipotente. Es el deseo de soñar el reino de Jesús
sin las ataduras de la Gran Iglesia.
El
mundo de las sectas es el territorio de las nuevas iglesias, las nuevas
religiones. Todas han sido fundadas por hombres soñadores e inspirados y todas
tienen ambiciones espirituales e intuiciones loables.
La
profesora Candace Chellew-Hodge mandó a sus alumnos, de 18 a 30 años de edad,
que, aunque sólo fuera sobre el papel y como divertimento, diseñaran las
características de una “nueva religión”, se sintieran fundadores de una nueva
religión.
Estos
jóvenes son los que viven al margen de toda religión organizada, los que se
asfixiarían si tuvieran que aceptar ciertos dogmas y los diez mandamientos.
Lutero
fue poco revolucionario, se limitó a hacer una ligera cirugía estética al
catolicismo, eliminó de su organigrama al Papa de Roma y se quedó con la Sola
Scriptura, la Sola Fides y organizó su nueva religión.
Los
jóvenes de hoy son bastante más revolucionarios que Lutero, son los nuevos
Luteros, no quieren ni el Libro ni los catecismos y la expresión “religión
organizada” les suena a esclavitud y muerte, a fariseísmo, a cumplimiento de
normas y ritos aburridos que producen más bostezos que ganas de vivir.
En su “nueva
religión”, trabajos de ciencia ficción, estos jóvenes tienen una cosa clara, su
religión no necesita un clero profesional, todos los funcionarios de Dios están
de más y se han dispensado de las reuniones semanales y de las fiestas de
guardar.
Su menú
religioso incluye algunos alimentos orientales como la meditación para que
amortigüe el caos de la vida y proporcione equilibrio y la reencarnación, una
oportunidad más de reescribir la vida y el alimento occidental preferido es la
peregrinación, vivir “on the road” es divertido y romántico.
Vivimos
en la sociedad del uno, estos jóvenes carecen del sentido comunitario, la
espiritualidad es un asunto tan personal que nadie tiene que sermonear a nadie.
Las
religiones diseñadas por estos jóvenes, sin dogmas, sin líderes, sin asambleas,
sin mandamientos son tan livianas que no mencionan ni el infierno, ni el
castigo, ni la culpa, ni el sufrimiento de los demás. Presente sin
transcendencia, sin dogmas, todo concentrado en una pastilla, vitaminas de la A
a la Z, mi yo y mi hoy. Toda la teología en una página. ¡Qué maravilla!
Estas
visiones están a años luz de lo que los mayores de sesenta años entienden por
religión, pero reflejan el clima religioso en el que viven y vivimos. No es de
extrañar que estos jóvenes no pisen nuestros templos.
Dios es
uno, pero hay muchas maneras de conectar con él, por eso la religión única es
tan mala como el partido único.
Tal vez
no haya que inventar nuevas religiones, tal vez no necesitemos ninguna religión,
pero lo que sí necesitamos, lo que sí hay que reinventar el reino de Jesús.
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