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Los
profetas bíblicos, pioneros del anarquismo, siguen rugiendo contra el único
sacrilegio que los hombres pueden cometer, el de la injusticia y la opresión.
Rugido no escuchado, la avaricia, ruido volcánico, incrustada en el corazón de
los hombres silencia sus oráculos y anestesia sus conciencias.
Los
profetas, mensajeros de Dios, se rebelaron contra el pecado de idolatría del
pueblo escogido. Sólo quedo yo y ardo de celo por la causa de Yahvé exclama el
profeta Elías, puro fuego y fanático defensor del Dios de Abrahán, Isaac y
Jacob.
Durante
el Primer Templo Israel olvidó a su Dios y se fue tras los Baales y Astarté y
olvidó el mandamiento "No te hagas ninguna imagen, ni nada que guarde semejanza
con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay en las aguas de abajo de la
tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores". Ex 20,3
"Yo, el
Señor tu Dios", el que te eligió y te sacó de Egipto...se perdió en la selva de
los templos y estatuas dedicadas a sus nuevos dioses y predicados por los falsos
profetas.
Hoy, la
palabra idolatría es como la palabra "peseta". La peseta ya no existe, pero son
muchos los que piensan, cuentan y adoran todavía la inexixtente peseta.
La
palabra idolatría no se predica, suena a pasado, y se nos antoja exótica e
irreal.
Yo le
decía a una pareja, entre risas, en una entrevista reciente: you are big sinners,
ustedes son unos grandes pecadores. pero ¿cómo decirles ustedes son unos
auténticos idólatras? Si la palabra pecador suena a rancio, a lenguaje clerical,
la palabra idólatra no evoca nada, está en desuso.
Sólo
agunos miembros de las sectas rabiosamente anticatólicas entran en nuestras
iglesias y vociferan "idólatras. católicos idólatras, destruyan esas imágenes".
Maimónides,
el gran teólogo judío del siglo XII, llevó a cabo un ataque violento y furibundo
contra la idolatría, contra toda representación física de Dios y aunque en su
tiempo ya no existían las imágenes, heredero la lucha bíblica contra la
idolatría, quiso tambíen destruir nuestras imágenes internas de Dios.
Para
Maimónides la idolatría no solo tiene una dimensión externa, representaciones
plásticas e imposibles de la divinidad sino que también tiene una dimensión
interna, nuestras representaciones internas.
"Es
completamente posible, escribe Maimónides, que una persona ore en la sinagoga en
la que no hay ninguna imagen ni estatua y sin embargo pueda cometer el pecado de
idolatría porque tiene una imagen mental de la divinidad corrompida por el
antropomorfismo. Es preferible que esa persona se abstenga de orar porque su
oración va dirigida a un Dios extraño".
Para
Maimónides las imágenes de la divinidad, idolatría burda, es abominación. No
Capilla Sistina en la sinagoga, pero hasta las palabras antropomórficas están
prohibidas. Atribuir el habla a Dios es personificarlo. Dios no habla y la
revelación no es un acto lingüistíco. La revelación es un acto de la voluntad de
Dios, nada más.
Maimónides
elimina la teología lingüistica judía. El lenguaje humano es limitado y tiende a
usar una terminología sensorial en atención a las masas.
El
lenguaje es el puente lingüistico entre Dios y el mundo, pero Dios es tan
absolutamente distinto del mundo que ningún adjetivo se puede predicar de Él sin
violar su trascendencia.
Su
existencia es necesaria, no sólo posible.
El
lenguaje sensorial es necesario para las masas, el abstracto para los sabios y
el silencio para los santos. El silencio es la apoteosis de la actitud frente a
Dios. El silencio que Maimónides impone al lenguaje religioso tal vez sea
demasiado exingente para la verbosidad humana.
Yo
siempre me pregunto, ¿qué es mejor un idea falsa de Dios o el silencio?
(consultar: Maimonides. Life and thought. Moshe HALBERTALT)
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