Hablemos de Sexo

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Los católicos sólo hablan de sexo en el confesionario. Los casados bisbisean sus deseos y fantasías libidinosas, los solteros, de pasada y al final, como algo anecdótico, mencionan el vicio solitario y los jóvenes, si se confiesan, se confiesan de cualquier cosa menos del sexto mandamiento. Ahí no tiene que meter el cura las narices.

El sexto mandamiento ya no vive ni en los manuales de moral.

Yo no he oído nunca un sermón sobre el sexo, ni para ensalzarlo ni para denigrarlo. Jesús nunca predicó sobre el sexo, nunca curó a un sifilítico ni a ningún enfermo de sida, razón por las que las homilías sobre el tema están fuera de lugar.

Ya sé que cuando los curas hablan del amor tienden a hacer alusiones al sexo y lo disfrazan con el traje del Amor, pero el sexo es una realidad tan fuerte, tan básica y tan vital que no necesita complementos.

Una joven pareja que acudió al matrimonio virgen, pocos días después de la boda, se lamentaban: "Si yo hubiera sabido que era tan bueno el sexo nos habríamos casado mucho antes".

Un feligrés, notario, me decía: "Padresito, ólvidese, el matrimonio se consuma follando".

Dios no tiene sexo, por eso su amor es grande, desinteresado y universal.

¿De qué hablamos cuando hablamos del amor humano? De sexo.

¿De qué hablaba el Papa Francisco cuando viajaba entre nubes teofánicas? De sexo.

El matrimonio no existe "para procrear como conejos". La frase menos papal y más chabacana que jamás haya salido entre las nubes blancas y teofánicas.

El domingo pasado, al despedir a los feligreses al final de la eucaristía, un feligrés y su madre con los que siempre intercambio unas bromas leves, sumamente cabreado me espetó con ira incontenida e incontenible: "Qué putada nos ha hecho el Papa Francisco! O sea que mi madre es una aconeja y yo soy su conejo". Rodeados de feligreses, quedamos en seguir hablando, naturalmente de sexo.

"Procrear como conejos" no es una expresión bíblica, ni teológica ni apropiada. Las mejores conejitas se encuentran en las páginas de Play Boy.

¿Ha querido Francisco abrir nuevas puertas a la procreación?

¿Ha querido redefinir los fines del matrimonio?

Después de la reprimenda con la que fulminó a la señora que ha tenido siete hijos con cesárea y espera el octavo, uno espera una solución misericordiosa, no una regañina: "¿Quiere usted dejar huérfanos a sus hijos? !Qué irresponsabilidad".

Francisco, sabedor de que los fieles católicos tienen más sentido común que los eruditos documentos vaticanos y sabedor de que la inmensa mayoría de los curas recomiendan los métodos anticonceptivos, avalancha imparable, recurrió al principio de la "paternidad responsable" que esstá por encima de las pequeñas normas que lo quieren estrangular.

Para ser buenos católicos no hay que procrear como conejos, de acuerdo, pero hay que recordar que el sexo, el que alimenta el amor esponsal, es el primer fin del matrimonio.

Mi primera reacción cuando leí esta afirmación papal fue pensar en los movimientos que en la Iglesia Católica defienden la procreación sin límites, tantos hijos cuantos Dios quiera. Abstenerse del sexo no pueden y, obedientes, se abstienen de los métodos anticonceptivos. Y en una imagen poética convierten la cama en el altar del gran amor, de la procreación sin límites.

Francisco, desgraciadamente, no ha abierto ninguna puerta. Defiende la Humanae Vitae como documento porfético y oficial de la Iglesia.

"La realidad es más importante que las ideas" y la realidad contradice las ideas de la Humanae Vitae.

Ningún documento, ninguna moral pondrá fin al sexo. Sólo los métodos anticonceptivos ponen fin a la procreación como conejos.

El progreso humano va conquistando nuevas fronteras día tras día y ha conseguido dominar la naturaleza humana y ha encontrado maneras de dejar en suspenso la procreación y ha descubierto nuevas maneras de procrear sin sexo.

Bendito sea Dios que nos ha hecho más inteligentes que a los conejos.