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Los
católicos sólo hablan de sexo en el confesionario. Los casados bisbisean sus
deseos y fantasías libidinosas, los solteros, de pasada y al final, como algo
anecdótico, mencionan el vicio solitario y los jóvenes, si se confiesan, se
confiesan de cualquier cosa menos del sexto mandamiento. Ahí no tiene que meter
el cura las narices.
El
sexto mandamiento ya no vive ni en los manuales de moral.
Yo no
he oído nunca un sermón sobre el sexo, ni para ensalzarlo ni para denigrarlo.
Jesús nunca predicó sobre el sexo, nunca curó a un sifilítico ni a ningún
enfermo de sida, razón por las que las homilías sobre el tema están fuera de
lugar.
Ya sé
que cuando los curas hablan del amor tienden a hacer alusiones al sexo y lo
disfrazan con el traje del Amor, pero el sexo es una realidad tan fuerte, tan
básica y tan vital que no necesita complementos.
Una
joven pareja que acudió al matrimonio virgen, pocos días después de la boda, se
lamentaban: "Si yo hubiera sabido que era tan bueno el sexo nos habríamos casado
mucho antes".
Un
feligrés, notario, me decía: "Padresito, ólvidese, el matrimonio se consuma
follando".
Dios no
tiene sexo, por eso su amor es grande, desinteresado y universal.
¿De qué
hablamos cuando hablamos del amor humano? De sexo.
¿De qué
hablaba el Papa Francisco cuando viajaba entre nubes teofánicas? De sexo.
El
matrimonio no existe "para procrear como conejos". La frase menos papal y más
chabacana que jamás haya salido entre las nubes blancas y teofánicas.
El
domingo pasado, al despedir a los feligreses al final de la eucaristía, un
feligrés y su madre con los que siempre intercambio unas bromas leves, sumamente
cabreado me espetó con ira incontenida e incontenible: "Qué putada nos ha hecho
el Papa Francisco! O sea que mi madre es una aconeja y yo soy su conejo".
Rodeados de feligreses, quedamos en seguir hablando, naturalmente de sexo.
"Procrear
como conejos" no es una expresión bíblica, ni teológica ni apropiada. Las
mejores conejitas se encuentran en las páginas de Play Boy.
¿Ha
querido Francisco abrir nuevas puertas a la procreación?
¿Ha
querido redefinir los fines del matrimonio?
Después
de la reprimenda con la que fulminó a la señora que ha tenido siete hijos con
cesárea y espera el octavo, uno espera una solución misericordiosa, no una
regañina: "¿Quiere usted dejar huérfanos a sus hijos? !Qué irresponsabilidad".
Francisco,
sabedor de que los fieles católicos tienen más sentido común que los eruditos
documentos vaticanos y sabedor de que la inmensa mayoría de los curas
recomiendan los métodos anticonceptivos, avalancha imparable, recurrió al
principio de la "paternidad responsable" que esstá por encima de las pequeñas
normas que lo quieren estrangular.
Para
ser buenos católicos no hay que procrear como conejos, de acuerdo, pero hay que
recordar que el sexo, el que alimenta el amor esponsal, es el primer fin del
matrimonio.
Mi
primera reacción cuando leí esta afirmación papal fue pensar en los movimientos
que en la Iglesia Católica defienden la procreación sin límites, tantos hijos
cuantos Dios quiera. Abstenerse del sexo no pueden y, obedientes, se abstienen
de los métodos anticonceptivos. Y en una imagen poética convierten la cama en el
altar del gran amor, de la procreación sin límites.
Francisco,
desgraciadamente, no ha abierto ninguna puerta. Defiende la Humanae Vitae como
documento porfético y oficial de la Iglesia.
"La
realidad es más importante que las ideas" y la realidad contradice las ideas de
la Humanae Vitae.
Ningún
documento, ninguna moral pondrá fin al sexo. Sólo los métodos anticonceptivos
ponen fin a la procreación como conejos.
El
progreso humano va conquistando nuevas fronteras día tras día y ha conseguido
dominar la naturaleza humana y ha encontrado maneras de dejar en suspenso la
procreación y ha descubierto nuevas maneras de procrear sin sexo.
Bendito
sea Dios que nos ha hecho más inteligentes que a los conejos.
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