|
Son
muchas las ciudades que celebran su Fashion Week. Desfilan por la pasarela
hermosas muchachas bien maquilladas y mejor pagadas exhibiendo unos vestidos
estrambóticos..
Salgo a
la calles, voy al banco, subo al autobús, entro en una cafetería, celebro la
misa y espío a las mujeres, por más que miro no veo a ninguna vestida de Fashion
Week.
En
estos desfiles lo menos importante son las ropas que visten las top models,
ellas, espigas de tallo reluciente, son los granos que comen los ojos de los
topillos hambrientos.
Para la
alta costura, la que visten las santas de Zurbarán, las santas de hoy sólo lucen
estas prendas en la alfombra roja de los Oscars y los Goya, porque hoy la prenda
más usada y sudada es el chándal y las adidas.
De
todas las instituciones humanas, los militares y los clérigos de la Iglesia
Católica son los únicos que no han renunciado a los uniformes.
La
inmensa mayoría de las iglesias cristianas no usan uniforme. Los predicadores,
desde el ambón o correteando por el pasillo central de los templos, visten traje
y corbata, guayaberas
hawaianas y algún atrevido predica desnudo como Adán antes
de ser expulsado del paraíso
Yo no
estoy obsesionado con los uniformes sino con los que llevan uniformes. El
uniforme es su identidad, su seguridad y su autoridad. Sin uniformes son
personas vulgares, hombres corrientes, y en calzoncillos son de una comicidad
esperpéntica.
La
Iglesia Católica ha conservado durante siglos la alta, cara y gloriosa costura
vaticana destina a Papas, Cardenales y Obispos, es decir, al 0,0000001 % de sus
miembros.
Para
marea roja la del cónclave de Cardenales vestidos de rojo de pies a cabeza.
Calcetines rojos, sotana roja, biretta roja, capa magna roja, roquetes con
puntillas delicadas hechas a mano, zapatos rojos…ajuar con el que no rivaliza
ningún príncipe renacentista. Estos cortesanos ridículos en sus atuendos,
impenetrables en su seriedad y avaros de títulos son como dice Francisco la
lepra del Vaticano.
Los
Obispos también se sienten señores y huelen más a poder y dinero que a oveja. Ya
alguien ha publicado un artículo titulado el “Libro de los insultos” del Papa
Francisco.
Me hace
gracia que tengan que lucir sotanas de seda adornada con 33 botones rojos para
simbolizar, herejía o majadería los 33 años de Cristo. En insulto del Papa
Francisco son “pavos reales”.
El Papa
Francisco, venido de los suburbios de Buenos Aires, no ha caído en la trampa,
como su antecesor, de la vanidad.
Francisco
sabe que el hábito no hace al monje y que no son los aparejos del cargo los que
dan autoridad si no lo que cada uno es y lleva dentro.
Su
austeridad en el vestir, en el comer, en el viajar, en la elección de ornamentos
sencillos para el culto han influido más en la opinión pública que sus
discursos.
La Casa
GAMMARELLI, tienda de la alta costura vaticana, que ha vestido desde 1793 a
Papas, Cardenales y Obispos, hoy, bajo el efecto Francisco ya no necesita
almacenar sedas y lana de cachemira, tendrá que trabajar con telas sintéticas y,
tal vez, tendrá que cerrar. Toda su gloria mundana adorna ahora su vitrina.
Recuerdo
que uno de mis profesores de Biblia, hace ya una eternidad, nos decía que los
árabes no entrarían en la modernidad y la democracia mientras no colgaran las
sayas. La Iglesia empezará a cambiar cuando nuestros jerarcas se parezcan más a
los hombres hasta en el vestir. Muchos piensan que se trata de algo muy
secundario, pero los signos hablan más alto que todas sus palabras.
¿Han
observado que en los carnavales y hasta en los partidos de fútbol se ven
copiadas e imitadas las vestimentas de los Obispos? Sólo falta que a las mitras
les pongan la propaganda de Coca-Cola o la religión mata.
A la
Iglesia le toca eliminar esos uniformes que nadie entiende, que no edifican y sí
intimidan.
¿Se
imaginan ustedes a Jesús de Nazaret con una mitra?
|