La
mayoría de las personas, a mí no me han consultado, no se sienten incluidas en
las encuestas de opinión. Encuestas que son leales intérpretes de los sueños del
encuestador.
El 30 de marzo de 2023, INSEE, Institut National de Statistique, hizo pública
una encuesta sobre la transmisión de la religión en la sociedad francesa.
Mutatis mutandis se puede aplicar a la nuestra.
“Las familias musulmanas y las familias judías transmiten mejor su religión que
las familias católicas”.
.
No necesito encuestas para llegar a esta conclusión.
91% de los hijos de las familias musulmanas reivindican la religión de sus
padres.
84% de los hijos de las familias judías siguen enganchados a la religión y
tradiciones de sus padres.
67% de los hijos de los padres católicos mantienen la religión paterna.
Los musulmanes viven su religión a ritmo del día y del año. Los hijos ven a sus
padres guardar el Ramadán y los imitan, ven a sus padres rezar durante el día y
rezan, ven a sus padres ir a la mezquita y lo aprenden. No necesitan catequesis
ni divertidas ni aburridas. En familia hablan de cosas pueriles y de cosas
serias, su religión es parte de la cotidianidad, no es tabú.
Los judíos tienen una larga historia que contar y celebrar. Los niños son
destetados con la Torá y aprenden a leer con el texto sagrado.
Ya no lo digo yo, lo dicen las encuestas y, éstas, dicen la verdad.
En la sala de espera del Presbyterian Hospital, yo leía un libro, Judaism’s 10
Best Ideas, mientras esperaba mi turno para hacerme un stress test.
Los citados aquella mañana, sumidos en sus preocupaciones, callaban.
Un muchacho de unos 10 años, libro de pastas rojas en las manos, leía a su padre
un pasaje de la Torá en hebreo, en voz alta. El padre corregía errores y alababa
aciertos. Transmisión lingüística, cultural y espiritual en directo, en una sala
de espera.
Yo, con envidia, me preguntaba: ¿Si esto hace el padre en una sala de espera qué
no hará en su casa? Yo fui testigo ocular.
Además de padre ejerce 24/7 de maestro, de catequista, de sacerdote, coach
siempre ahí.
En una sociedad descristianizada, la nuestra lo es, la práctica religiosa es
absolutamente necesaria para pasar la fe de “generación en generación”.
Los hijos no reivindicarán la religión de sus padres si en la familia no se
valora, no se practica, no se sienten orgullosos de su herencia espiritual y no
ocultan su identidad.
Hay que combinar la dimensión de los ritos significativos y valiosos con la
dimensión totalizante de la fe que el niño recibe e impregna los aspectos de su
vida.
La encuesta constata que delegar esta responsabilidad a otras agencias:
parroquias, iglesias, colegios de curas…el resultado es mucho más débil e
ineficaz.
Las cosas importantes de la vida, incluidas las religiosas, se aprenden en la
familia. Pensar que unas catequistas jovencitas y novatas o unas abuelitas
voluntarias y voluntariosas me ahorran mi responsabilidad es un grave error.
¿Cómo explicar a un niño lo de “santificar las fiestas" si no lo ve nunca en la
práctica? La práctica nos hace perfectos.
¿Cómo explicar a un niño lo de “No fornicar"? Pobres catequistas. No son temas
de religión ni infantiles. Son temas de familia.
La familia no es una pieza del puzzle, es todo el puzzle.
“De generación en generación” continuidad, el pasado, riego gota a gota, se
alegra y revive en el presente.
“De generación en generación”, en las cosas de la religión, Dios, carente de
gramática, es siempre presente y siempre actuante.
Hoy, los católicos, sin dramas, sin portazos, indiferencia mortal, sin
identidad, huérfanos, no tienen nada que transmitir a sus hijos, sin más guía
que la ambición ambiental, les dicen: el futuro es vuestro, re-inventadlo.
En la segunda o tercera generación toda la herencia religiosa ha sido
dilapidada.
Dejemos de entretener a las pequeñas piezas del puzzle y reanimemos la pieza
principal.