“Sólo
tenemos “futuro” cuando no tenemos presente”.
La muerte es la prosa de la vida, el misterio es la lírica del día después.
Prosa farragosa, repetida sin interrupciones, bostezante, alergia a la finitud,
prosa de la vida cotidiana.
Lírica, invitación del Cantar “corramos, condúceme a tu alcoba, disfrutemos y
gocemos juntos, saboreemos tus amores embriagadores”. Cantar 1,4
Fe del creyente en la alcoba del “amor más fuerte que la muerte”.
La prosa, inevitable e inacabable, se convierte en oración desesperada, en
petición de un poco de eu-tanasia para poner fin a la banalidad existencial.
Fe aceptada y resignada de la inexorable finitud.
El periódico, depositado a las 7 A M en el buzón, nace viejo. Los grandes
titulares, la edición digital ya los ha remendado. Pero sólo dos cosas son
siempre verdad, la fecha del día y los nombres de las Esquelas.
Los lectores tenemos nuestras benditas manías. Algunos, no satisfechos con los
minutos del Larguero o del Partidazo, comienzan la lectura del periódico por las
páginas de deportes, otros empeñados en sobrevivir a sus amigos y enemigos,
comienzan por el final, la sección Esquelas.
El resto del periódico es literatura de la mala.
Las Esquelas, último breviario, último selfi sin foto, genealogía abreviada, los
inesenciales quedan para el te acuerdas de…
El nombre del difunto, el verdadero, no el alias, es el del DNI.
La mayoría de las Esquelas contienen la información, la que se supone, para ser
religiosamente correcta, debería existir.
-falleció “cristianamente” en Soria.
-habiendo recibido los santos sacramentos y la bendición apostólica de su
Santidad.
-a quienes le conocieron les pedimos oraciones y buenos recuerdos.
-el funeral por su “eterno descanso” se celebrará en el Espino.
Banderillas “sociales” que no hieren pero sí adornan y santifican la vida del
difunto.
Los frailes, perdida la memoria del difunto, lo recuerdan con la consabida
consueta: retahíla van de destinos, fechas, cargos, trabajos y una corta letanía
de pequeñas hazañas con las que los escribientes hacen más alarde de sus dotes
literarias que de las virtudes del difunto.
Hoy, muchas consuetas quedan por escribir, favor que hacemos a los difuntos. El
silencio y el olvido es el mejor tributo que podemos pagarles por sus grandes o
pequeñas contribuciones a la posteridad. Esto también es vanidad.
“Más vale reprensión de sabio que escuchar palabras de necio, pues crepitar de
zarzas bajo la olla es el jolgorio de los necios”. Y también esto es vanidad”.
El Qohelet, el que se dedicó a investigar y a explorar con método todo lo que se
hace bajo el cielo, dixit.