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Ayer,
24 de enero, el Papa Francisco nos invitaba a celebrar “El Domingo de la Palabra
de Dios”.
Que nos
tengan que recordar a los católicos del siglo XXI y del posconcilio que la
Biblia no es un complemento ni un adorno sino el traje, el vestido total, que
tenemos que vestir todos los días, me resulta insultante.
El
Emperador Constantino, en el año 321, decretó que el Domingo fuera Día de
descanso en todo su imperio.
Muchos
siglos antes de Cristo, en la primera página de la Biblia leemos que “Dios
bendijo El Día Séptimo, lo santificó y descansó”.
El Día
Séptimo, regalo de Dios a la humanidad entera, es la herencia religiosa,
cultural y social que la Biblia Hebrea nos ha entregado.
En el
poema babilónico, Enuma Elish, los hombres son meros criados de los dioses.
En la
Biblia Hebrea, el hombre es “imagen de Dios”, su vida es sagrada y es libre de
seguir “la inclinación al bien” o “la inclinación al mal”.
Desde
el primer día de la creación el hombre es invitado a celebrar y santificar el
Día Séptimo.
La vida
es inconcebible sin el descanso.
“El Día
Séptimo es mi delicia” proclama el profeta Isaías.
De los
613 mandamientsos que enumera la Torah, la observancia del Día Séptimo, es el
más enfatizado y repetido en la Escritura.
Los
judíos descansan el Sábado y se congregan en las sinagogas para orar y celebrar
su fe.
Los
musulmanes descansan los Viernes y acuden a las Mezquitas a orar y celebrar su
fe.
Hace un
par de días entablé conversación con dos africanos francoparlantes que tomaban
una copa de vino en la terraza del Ajax Bar, uno era católico y el otro
musulmán. Este último, ante mi obsevación sobre el alcohol, me contestó: “Je
suis un musulman moderne”.
En
todas las religiones hay católicos, judíos y musulmanes “modernos”.
Los
Cristianos descansamos los Domingos, y algunos acudimos a la asamblea litúrgica
para orar y celebrar nuestra fe.
El Domingo es el día del cuerpo y del alma, del hombre entero, día de
re-descubrir nuestra identidad total.
El Domingo, día de lectura reposada de algún libro que nos edifique, nos
cuestione y nos ayude a crecer.
El
Domingo no es día de ahogarnos en la banalidad de las redes sociales. Una
quinceañera, en un solo día, sumó, entre enviados y recibidos, 6.500 mensajes.
“Me moriría sin mi celular”, confiesa la adicta a su pequeño gadget.
“Visit
people, not websites”, leí en una pared con mensajes.
Los
Domingos, convocados a la Imitatio Dei.
Descansar del trabajo de cada día. Día de la gratuidad.
Santificar y alimentar el alma. Día de la gracia.
Bendecir a la familia y amistades. Día de la generosidad.
Resucitar. Día de la Vida Resucitada.
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