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El Tsunami Negro

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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El “tsunami gris”, avalancha gigantesca no hay quien lo pare, avanza. Planeta de la abundancia.

Los seniors, démosles su verdadero nombre, los viejos, vuelven, Tamames, teñido el pelo color madera rejuvenecida, vuelve. Los viejos al poder.

El planeta de los jubilados, sí, lo llenamos todo, llenamos los senderos y los caminos de Santiago, los bancos cara al sol y los autobuses del Imserso, las residencias de mayores, los centros de salud y los cruceros. En los funerales llenamos los templos.

Cara seria de la vida, amenizada con bailes de salón y ejercicios para la memoria: crucigramas, sudokus y un diario autobiográfico.

El “tsunami negro”, signo de los tiempos, es el planeta de la escasez.

Los jubilados, ayer, llenaban las iglesias, hoy, en sonora soledad, asisten pasivos y sin el “pan” a la Misa frente al televisor.

Los chicos, los domingos hacen kilómetros con sus padres para acudir al partido de futból, pero no dan cien pasos para acudir a la iglesia.

Los templos permanecen trancados y con cámaras de Securitas Direct por falta de curas. Los que abren duran lo que dura tomar un café, hay que acudir a la siguiente cita.

Los curas del primer mundo pertenecen al planeta de los jubilados. Los canónigos del Pilar, resilientes y persistentes, a falta de báculo, el sacristán mayor les aúpa hasta la sede.

El siguiente reemplazo no cubre las numerosas bajas. Las 125 ordenaciones del año 2021 para las más de tres mil parroquias españolas resultan irritantes e insultantes.

La solución, no ideal, no querida, se nos atraganta, pero necesaria es provocar el “tsunami negro”.

Los obispos y los superiores de las congregaciones religiosas, noches en blanco, pesadillas nocturnas, para tapar agujeros viajan a África, a Latinoamérica y a Oceanía en busca de curas.

Los graneros vocacionales, aquí sólo hay seminarios de futbolistas, se encuentran en el tercer mundo.

Francia, país donde se cocía el pan de la teología, de grandes santos y de brillantes novelistas católicos como Bernanos, Mauriac, Claudel, Peguy, Maritain…hoy tiene que importar curas y sufrir el “tsunami negro”. Más de tres mil curas de África atienden la campagne française, mejoran su francés y se inculturan, cosa harto difícil, religiosamente y gastronómicamente.

Decir Misa, su gran tarea, a una asamblea de mayores, ausentes los jóvenes, no les resulta entusiasmante.

En Estados Unidos, en otros tiempos los inmigrantes venían con sus curas irlandeses, italianos, franceses o alemanes, hoy hay que ir a buscarlos a África, Filipinas, la India o México.

Los feligreses son los verdaderos sufridores, martirizados por el acento indio o nigeriano,que no entienden, unos, permanente penitencia cuaresmal, lo soportan, otros cambian de parroquia, otros dejan de asistir. Yo he predicado en la misa de un cura vietnamita al que nadie entendía ni palabra. Yo era comprensible.

A priest is a priest dicen, pero how to be a priest in America?

Cuando llega un cura nuevo a una parroquia los feligreses preguntan, How dark is his skin? ¿Cuán oscura es su piel? Existe un racismo tácito aun en las asambleas litúrgicas..

Conozco una parroquia en la que viven 4 curas nigerianos y 1 pakistani, trabajan de capellanes en los hospitales.

Ser cura importado no es fácil ni para el cura ni para los feligreses.

Un cura es un cura, puede tapar un agujero, abrir la puerta de la iglesia, decir una misa, pero si le falta la lengua y el jugo religioso, social y cultural de la comunidad a la que tiene que servir se sentirá náufrago y sin bote salvavidas.

Las diócesis no pueden “blanquear” los colores, pero sí ofrecen seminarios y acompañamiento a los nuevos reclutas, campamento básico, para funcionar sin alarmar al personal.

Este “tsunami negro” es el contrapunto a la lluvia ácida, efecto no deseado de la sociedad paganizada que hemos engendrado.