Ya ni en los monasterios, ayer Templos del Gran Silencio, se respira el
silencio.
Hoy, muchos monjes desearían poder volver a la suave y tierna soledad, al
silencio perfumado de ayer, olor que agradaba a Dios.
El voto de silencio, exigencia comunitaria, aprobado por los documentos
fundacionales y ratificado voluntariamente por los monjes, ayer vivido como
innecesaria mutilación, hoy, ha sido suavizado, la sociedad permisiva se ha
infiltrado en los monasterios.
Los monjes optimizados con su móvil y equipados con su ordenador ya no viven en
el monasterio.
El mundo y sus ruidos y sus vanidades y sus necesidades están tan presentes en
el monasterio como en mi celda.
Amazon y el Mall y las páginas amarillas y las páginas guarras han entrado al
monasterio.
Las comunidades religiosas, sin voto de silencio, ajenas al Gran Silencio viven
la orgía del ruido.
En los contados ratitos de oración, ojalá Dios hablara e interrumpiera la
oración, no, no es Dios el que interrumpe la oración, los móviles suenan y
salimos corriendo como si sonara la alarma del fuego.
En el comedor, ratito comunitario, los frailes, ¿los importantes?, cuanto más
ruidosas y más numerosas las interrupciones más importantes se sienten.
¿Se puede orar con el móvil ON? Todo en Modo de Avión, en OFF.
Sólo el corazón tiene que estar ON.
En la Casa de Oración dos cosas sobran: el reloj y el móvil.
Somos consumidores de ruido, conectados 24/7 a 25 Apps, recibimos
notificaciones, informaciones, imágenes, mensajes, videos, basura digital y
cósmica, cacas producidas y empaquetadas expresamente para usted, ruido que
arruina nuestra paz… que interrumpe nuestra relación con Dios y con los
hermanos.
Hasta el hombre del tiempo se entromete en mi día, más las preguntas: ¿Acepta
las cookies? ¿Quiere recibir noticias? Contratos con personas desconocidas y no
queridas que nos ofrecen múltiples beneficios.
Orar es hacer voto de silencio.
Es hacer alianza con nuestro Origen y nuestra Meta, redescubrir nuestra
identidad y dejarnos transformar en nuestra fusión con Dios.
Consumimos el ruido, los ruidos, de esta sociedad cacofónica y laberíntica.
Nosotros, autónomos de nosotros mismos, echamos,faltaría más, nuestros dos kilos
de basura a las conversaciones cada día más ruidosas y bizarras del barrio.
Jesús necesitaba el silencio, la soledad, para orar con Papá Dios.
Yo me he propuesto, los domingos 2025, no abrir ninguna pantalla, morir a los
medios.
Es un día, es su Día, para Dios.
Si Zaragoza, les digo a los feligreses, se hunde en el Ebro, me enteraré él
lunes.
“En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que tener palabras sin un
corazón”.