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Hay un
rey en un palacio, y sus súbditos viven unos en el país y otros en el
extranjero. Algunos de los que viven en el país están vueltos de espaldas al
palacio real y miran en dirección contraria; otros se muestran deseosos y
celosos por entrar en el palacio "para inquirir en su templo", y para ministrar
ante el rey, pero todavía no han logrado ver ni siquiera la fachada. Algunos
consiguieron acercarse y van errabundos en derredor, buscando la puertra de
entrada; otros han cruzado ya la cancela y discurren por las antecámaras, otros,
en fin, han logrado penetrar en lo más íntimo del palacio y se encuentran con el
rey en la misma cámara.
Incluso
estos últimos no han visto al rey nada más entrar en el palacio, ni le han
hablado de buenas a primera; porque una vez dentro hubieron menester nuevos
afanes hasta que consiguieron presentarse delante del rey, unos a distancia,
otros a su vera, oyendo sus palabras o hablándole.
Y ahora
quiero aclararte el sentido de la parábola. Los súbditos que están en el
extranjero son los hombres sin religión tradicional u obtenida por indagación
propia. Así, los turcos que van errantes por el norte y los cusitas que viven en
el sur y los que moran entre nosotros y son semejantes a ellos. Yo los considero
como seres irracionales y no como hombres; están por debajo de la humanidad,
aunque por encima de los monos, pues tienen forma y figura de hombre y ciertas
facultades mentales superiores a las de los simios.
Los que
viven en el país, vueltos de espaldas al palacio del rey, son los que tienen
religión, creencias e ideas, pero se apegan a falsas doctrinas, ya sea que las
adaptaron por indagación propia, ya sea que las recibieron de otros que los
extraviaron. Por haber equivocado el rumbo cuanto más caminan más se apartan del
palacio del rey, y son estos peores que los de la primera clase, tanto que, en
ciertas circunstancias puede ser necesario sacrificarlos para extirpar sus
doctrinas y que no descarríen a otros.
Los que
anhelan llegar al palacio y penetrar en él, aunque nunca lograron verlo, son la
muchdumbre del pueblo religioso, que observa los mandamientos divinos, pero es
ignorante.
Los que
llegan al palacio pero vagan por los alrededores son los que de manera exclusiva
se consagran al estudio de la ley práctica; los cuales creen tradicionalmente en
principios de fe verdaderos y aprenden el culto ceremonial de Dios, pero no se
adiestran en las disciplinas filosóficas ni se afanan por establecer la verad de
su fe de manera probada.
Los que
emprendieron la tarea de indagar acerca de los principios de la religión son los
que lograron penetrar en la antecámara. Sin duda pueden ser clasificados en
diferentes grados. En fin, los que lograron hallar una prueba para cada cosa que
puede ser probada, los que tienen verdadero conocimiento de Dios hasta donde
cabe alcanzarlo, y se hallan cerca de la verdad, en cuanto la verdad es
asequible, son los que llegaron a la meta y moran en el palacio en compañía del
rey.
Constituyen
la clase de los profetas. Uno de ellos alcanzó tsanto conocimiento y centró de
tal manera sus pensamientos en la idea de Dios, que de él pudo decirse: "Y
estuvo conel Señor cuarenta días".
Ahora
exhortamos a quienes hayan alcanzado el conocimiento de Dios a que centren en El
sus pensamientos, que este es el ulto peculiar de los que lograron entender las
supremas verdades, los cuales, cuanto más reflexionan sobre Dios y más piensan
en el, con tanto mayor afán se dedican a adorarle.
En
cambio los que piensan en Dios y pronuncian a menudo su nombre, sin tener otra
idea de El que la que su imaginación les dicta o alguna teoría de prestado, son
como los súbditos de la parábola que permanecían fuera y lejos del palacio real.
Ni pronuncian de veras el nombre de Dios, ni de veras piensan en El, pues lo que
imaginan y hablan no corresponde a ningún ser existente, siendo invento de sus
imaginaciones.
El
verdadero culto y adoración de Dios sólo es posible cuando se ha concebido
previamene nociones correctas acerca de El. Una vez que habéis alcanzado el
conocimiento de Dios y de Sus obras por via de indagación intelectual, comienza
el consagrarse a Dios y el intento de acercarse a El, robusteciendo la
Intleligencia, que es el vínculo que a Dios nos une.
Los que
no tienen conocimiento de Dios son como los que viven en completa oscuridad. Los
que poseen el conocimiento de Dios y tienen sus pensamientos enteramente
dirigidos a ese conocimiento viven siempre en un luminoso sol. Los que tienen
conocimiento pero están ocupados en otras tareas viven en un día nublado y es
cuando son afligidos por muchos males y tentaciones. Es imposible que ningún mal
aceche a los que están con Dios y Dios con ellos.
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