El Rey en su Palacio según Maimónides

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Hay un rey en un palacio, y sus súbditos viven unos en el país y otros en el extranjero. Algunos de los que viven en el país están vueltos de espaldas al palacio real y miran en dirección contraria; otros se muestran deseosos y celosos por entrar en el palacio "para inquirir en su templo", y para ministrar ante el rey, pero todavía no han logrado ver ni siquiera la fachada. Algunos consiguieron acercarse y van errabundos en derredor, buscando la puertra de entrada; otros han cruzado ya la cancela y discurren por las antecámaras, otros, en fin, han logrado penetrar en lo más íntimo del palacio y se encuentran con el rey en la misma cámara.

Incluso estos últimos no han visto al rey nada más entrar en el palacio, ni le han hablado de buenas a primera; porque una vez dentro hubieron menester nuevos afanes hasta que consiguieron presentarse delante del rey, unos a distancia, otros a su vera, oyendo sus palabras o hablándole.

Y ahora quiero aclararte el sentido de la parábola. Los súbditos que están en el extranjero son los hombres sin religión tradicional u obtenida por indagación propia. Así, los turcos que van errantes por el norte y los cusitas que viven en el sur y los que moran entre nosotros y son semejantes a ellos. Yo los considero como seres irracionales y no como hombres; están por debajo de la humanidad, aunque por encima de los monos, pues tienen forma y figura de hombre y ciertas facultades mentales superiores a las de los simios.

Los que viven en el país, vueltos de espaldas al palacio del rey, son los que tienen religión, creencias e ideas, pero se apegan a falsas doctrinas, ya sea que las adaptaron por indagación propia, ya sea que las recibieron de otros que los extraviaron. Por haber equivocado el rumbo cuanto más caminan más se apartan del palacio del rey, y son estos peores que los de la primera clase, tanto que, en ciertas circunstancias puede ser necesario sacrificarlos para extirpar sus doctrinas y que no descarríen a otros.

Los que anhelan llegar al palacio y penetrar en él, aunque nunca lograron verlo, son la muchdumbre del pueblo religioso, que observa los mandamientos divinos, pero es ignorante.

Los que llegan al palacio pero vagan por los alrededores son los que de manera exclusiva se consagran al estudio de la ley práctica; los cuales creen tradicionalmente en principios de fe verdaderos y aprenden el culto ceremonial de Dios, pero no se adiestran en las disciplinas filosóficas ni se afanan por establecer la verad de su fe de manera probada.

Los que emprendieron la tarea de indagar acerca de los principios de la religión son los que lograron penetrar en la antecámara. Sin duda pueden ser clasificados en diferentes grados. En fin, los que lograron hallar una prueba para cada cosa que puede ser probada, los que tienen verdadero conocimiento de Dios hasta donde cabe alcanzarlo, y se hallan cerca de la verdad, en cuanto la verdad es asequible, son los que llegaron a la meta y moran en el palacio en compañía del rey.

Constituyen la clase de los profetas. Uno de ellos alcanzó tsanto conocimiento y centró de tal manera sus pensamientos en la idea de Dios, que de él pudo decirse: "Y estuvo conel Señor cuarenta días".

Ahora exhortamos a quienes hayan alcanzado el conocimiento de Dios a que centren en El sus pensamientos, que este es el ulto peculiar de los que lograron entender las supremas verdades, los cuales, cuanto más reflexionan sobre Dios y más piensan en el, con tanto mayor afán se dedican a adorarle.

En cambio los que piensan en Dios y pronuncian a menudo su nombre, sin tener otra idea de El que la que su imaginación les dicta o alguna teoría de prestado, son como los súbditos de la parábola que permanecían fuera y lejos del palacio real. Ni pronuncian de veras el nombre de Dios, ni de veras piensan en El, pues lo que imaginan y hablan no corresponde a ningún ser existente, siendo invento de sus imaginaciones.

El verdadero culto y adoración de Dios sólo es posible cuando se ha concebido previamene nociones correctas acerca de El. Una vez que habéis alcanzado el conocimiento de Dios y de Sus obras por via de indagación intelectual, comienza el consagrarse a Dios y el intento de acercarse a El, robusteciendo la Intleligencia, que es el vínculo que a Dios nos une.

Los que no tienen conocimiento de Dios son como los que viven en completa oscuridad. Los que poseen el conocimiento de Dios y tienen sus pensamientos enteramente dirigidos a ese conocimiento viven siempre en un luminoso sol. Los que tienen conocimiento pero están ocupados en otras tareas viven en un día nublado y es cuando son afligidos por muchos males y tentaciones. Es imposible que ningún mal aceche a los que están con Dios y Dios con ellos.