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Juan
Pablo I tomó una taza de café, sonrió una vez más y murió. Nada mejor que un
Papado corto, sin más documentos magisteriales que los de su sonrisa. Bendito
sea Dios.
Vino
después Juan Pablo II, no necesitaba teloneros. Todo el el escenario era para
él, no necesitaba a nadie, él lo llenaba todo. Su reinado fue tan largo que
terminamos llorando con él y por él. Orábamos para que no sufriera y no nos
hiciera sufrir. No lo hemos enterrado, lo hemos subido a los altares. Dios mío,
libra a tus hijos de los altares.
Confieso
que Benedicto XVI, con su voz afeminada, sus zapatos rojos y su gran sabiduría
teológica, le sirvió de poco o nada, nunca fue santo de mi devoción. Será
recordado porque renunció al papado, pero a medias, conservó el título de Papa
emérito y los ropajes de Papa. Nunca se fue, se quedó en el Vaticano.
El Papa
Francisco, con teológica intención, ha desmitologizado el papado.
La
Curia Vaticana, esa ¨lepra¨ incurable es eterna. El Papa, ese hombre cada día
más hombre, menos divino, vicario de nada, dura lo que dura un Fashion Week.
Yo ya
me había olvidado de Francisco, vive tan lejos, sus batallas con la Curia son
tan esotéricas y el oleaje que provoca es tan suave que no llega a mi playa y ha
dejado de ser noticia de telediario.
Pasaron
los tiempos, ya tocaba, en los que el Magisterio Ordinario del Papa era poco
menos que Palabra de Dios. No se discutía, se aceptaba con un solemne Amén y
punto. Ahora cuatro Cardenales beben en copas de oro la indignación y critican
abiertamente el Magisterio del Papa Francisco expuesto en Amoris Laetitia. Un
nuevo pecado, que algunos confiesan en el confesionario, es que no pueden
aceptar el Magisterio del Papa Francisco. Pecado que no está en el catecismo y
del cual yo nunca me he confesado.¿Quién los habrá hecho tan exquisitos.
Lo
confesaré en mi próxima confesión general.
Los
Obispos, ayer poderosos gracias a sus atributos faraónicos, mitras, báculos,
anillos y solideos rojos...hoy, son como los souvenirs que compran los turistas
en Montmartre o en NYC que se arrinconan y se olvidan. Los buenos Obispos no
presumen de nada, sirven y se sienten incómodos cuando el ritual exige un
disfraz anticuado.
-De los
curas mejor no hablar, ya hablan demasiado los periódicos y sus gritos desde las
azoteas llegan a la calle. Tomar un café con un cura es cosa muy agradable.
Los
religiosos, abandonadas sus obras, son invisibles como el monstruo del Loch Ness.
Ni se buscan ni se echan en falta. How things have changed.
Francisco,
en su dimensión humana, tiene sus arrebatos de ira. Sus dardos más envenenados
los guarda y los dispara a la Curia Vaticana, ese ejército de funcionarios de
Dios, que ni le protegen ni le defienden y que Francisco quiere Reformar.
Reformar, La Reforma, palabra vieja y siempre nueva.
Francisco
todavía no ha arrojado del Templo, Jesús de Nazaret sí lo hizo, a esos príncipes
que visten púrpura y oro, sólo los reúne para insultarles con la espada de doble
filo que sale de su boca.
Francisco
felicita una vez al año ¨¨a los que se han dejado corromper por la ambición y la
vanagloria¨ y les llama ¨traidores de la confianza que se han aprovechado de la
maternidad de la Iglesia¨. Palabras duras, reproches duros que más que
felicitación suenan a capítulo de culpas.
Como
Jonás, Francisco cree con razón que no va a cambiar los corazones de los
Curiales, esos ninivitas que como buenos actores fingen cambiar, pero terminada
la sesión de insultos en el Señor vuelven a los caminos de siempre.
Los
Curiales Vaticanos que han sido cesados se autoproclaman ¨mártires del sistema¨.
¨Un Papa mal informado¨ los ha despedido caprichosamente y nunca entonan el mea
culpa.
Después
de cuatro años de papado Francisco confiesa que ¨hacer la Reforma Vaticana es
como limpiar la esfinge con un cepillo de dientes¨.
Francisco
necesita un Lutero II que le haga el trabajo sucio y ponga el Vaticano patas
arriba.
Francisco,
déjame que te diga, metiste la patita en Chile. Sí, defender un Obispo, código
de silencio corporativo, está bien, pero te faltaron reflejos y la herida
chilena sigue sangrando. Envía a Monseñor Barros a un monasterio, se lo merece.
Tu arrebato de ira, en esta ocasión, fue muy mal dirigido. No dio en el blanco.
Francisco,
conviene que Él crezca y que tú y el papado disminuyan.
Se
busca un Reformador.
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