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Leyendo
el libro "Judíos Heterodoxos" de Michael Löwy me he encontrado con judíos que no
están catalogados como profetas bíblicos, pero cuyo aliento huele a indignación
y denuncia proféticas.
Los
profetas de hoy no dicen: Oráculo de Yahvé ni así dice Yahvé, pero sus voces no
deberían apagarse nunca.
Los
judíos, ya sean observantes o no, circuncidados o no, con sinagoga o sin ella,
son un ethnos y poseen una identidad que nada ni nadie puede borrar ni usurpar.
Charles
Péguy en su obra "Notre Jeunesse" celebraba a Bernard Lazare como "uno de los
más grandes profetas de Israel".
Bernard
Lazare, judío, romántico libertario, socialista, anarquista profético, compara
la Biblia con "un manual de anarquismo" y se apropia de los anatemas de los
profetas contra los ricos y los tiranos.
Los
profetas bíblicos: Amós, Isaías, Jeremías...poetas no superados por ninguno de
los poetas que figuran en nuestras antologías de poesía, denunciadores violentos
de los ricos y opresores, escribieron sus oráculos furibundos en el siglo octavo
antes de nuestra era.
Son los
poetas y los profetas de los indignados de todos los tiempos, son los
antisistema, los que truenan y rugen contra el establishment y son los
mensajeros de un Dios indignado ante la falta de ética de los jefes. Sus
escritos, gran literatura, son para los que beben en ellos un manual de
anarquismo.
Bernard
Lazare en un capítulo sobre "El Espíritu revolucionario del judaismo" considera
al judío por la naturaleza misma de su religión y de su cultura como "un
rebelde".
Los
profetas trabajaban por el advenimiento de la justicia "aquí abajo" y exigían la
abolición de la desigualdad de condiciones.
La
Biblia Hebrea sólo conoce el "aquí abajo" que no ha espiritualizado ni
trasladado a un más allá irreal. Aquí abajo se libra la verdadera, la única
batalla por construir una sociedad fraternal, humana, justa y ética. Los
profetas elevan la moralidad a valor absoluto, superior a cualquier culto. El
culto de los labios sin justicia es pura caricatura. Dios no lo quiere ni lo
necesita. La injusticia es el único sacrilegio. Sumergirse en los textos de los
profetas es experimentar calambres, escalofríos e indignación.
"Si el león ruge, dice Amós, ¿quién no temblará?"
"Escuchad esto los que pisoteáis al
pobre
y queréis suprimir a los humildes de la tierra,
diciendo: Cuando pasará el novilunio
para vender el grano
y el sábado para dar salida al trigo
achicando la medida y aumentando el peso
falsificando balanza de fruade,
comprando por dinero a los débiles
y al pobre por un par de sandalias..."
Amós 8,4-6
Reyes,
gobiernos, sacerdotes, ricos, comerciantes, mujeres enjoyadas...nadie se libra
de los dardos envenenados de los profetas. Los lanzan a la cara del rey, a las
puertas del Templo, en la plaza mayor...
Si los
profetas se callan la corrupción, la insolidaridad, los sobornos, todo se puede
comprar, no por un par de sandalias, sino por el sucio dinero.
Martin
Niomoeller escribió este texto poderoso:
"En Alemania, los nazis primero fueron a por los comunistas y yo como no era
comunista no dije nada. Luego fueron a por los judíos y yo como no era judío no
dije nada. Luego fueron a por los sindicalistas y yo como no era sindicalista no
dije nada. Luego fueron a por los católicos y yo como era Protestante no dije
nada. Finalmente vinieron a por mí, y para ese tiempo, no quedaba nadie que
hablara por mí".
Hoy se
habla mucho de regenerar la vida política y social, regeneración palabra vacía
si no se llena de ira profética.
Los
políticos, poco lectores, no son dados a citar a los hombres sabios ni a los
filósofos ni siquiera a los poetas...ya me gustaría a mí que citaran a los
profetas bíblicos, en ellos hay un arsenal de armas poderosas contra todas las
corrupciones.
Los
profetas bíblicos son un verdadero "manual de anarquismo" y, para gloria de Dios
y de los hombres, fueron grandes anarquistas.
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