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El Emérito

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Yo, gracias a las cuatro vacunas, no sufro de papolatría, no la sufrí ayer, no la sufriré mañana.

Las latrías, caleidoscópicas o espiritosas, me resbalan.

¿Por qué los hombres, grandes y pequeños, gordos y flacos, coloridos y fluorescentes, abrigados o con poca ropa, mileuristas y billonarios, se declaran fans, adoradores, devotos, seguidores y coleccionistas de todo tipo de latrías?

El ser humano, aun el más superfluo, necesita su cuota de atención.

Yo no soy de Pablo, no soy de Apolo, no soy Altagraciano, no soy Guadalupano, no soy de Benedicto… no soy, a punto estoy de lograrlo, de ningún mortal como yo.

Hoy son muchos los fans del Obispo emérito de Roma, los que lloran un pasado clausurado para siempre. No lloran la muerte de un hombre, su muerte, más que esperada, era deseada y necesaria, lloran porque quisieran detener el tiempo. El reloj de la Iglesia, más lento que un reloj de arena, no dejó de existir ayer.

El hoy, vertiginoso, de Francisco se parece muy poco al ayer, parsimonioso, de Benedicto.

La hermenéutica, continuada o interrumpida, como todas las actividades intelectuales, experimenta sus ups and downs.

Francisco, no teólogo profesional, pero sí hombre ungido y guiado por el Espíritu y hombre de gobierno, explorador de los tesoros del Concilio Vaticano II ha revolucionado algunas cosas y ha engrasado el engranaje herrumbroso de la vetusta curia y todo se ha acelerado un poco. What a shock!

Benedicto, delicado, humilde, débil de voz y de carácter, mal tuneado para el gobierno de una gran empresa, renunció a la sede apostólica y eligió la sede académica. Refugiado en el búnker vaticano dejó de interpretar su partitura sin renunciar al uniforme y al título de Papa, disminuido con el adjetivo de emérito, terrible error, algunos de sus fans lo seguían nombrando en el canon de la misa.

Los eméritos, como todos los ex, son más fuente de problemas que de soluciones.

Lo que no hicieron por falta de energía o de atrevimiento, ahora que se han quedado sin papel, lo quisieran hacer y critican por lo bajini. Son como el co-piloto impertinente que no conduce ni deja conducir. Son dobles que confunden al personal.

Joseph Ratzinger, Obispo emérito de Roma, instalado en su ocaso, con voto de estabilidad en el cenobio vaticano y custodiado por cuatro monjitas revestidas de modestia monacal y por su secretario también bunkerizado, oía el palpitar del mundo y los siete truenos apocalípticos a través de las confidencias de su secretario.

Georg Gänswein, fidelísimo pastor alemán, es la excepción al dicho, “nadie es santo para su ayuda de cámara”, de hecho ya ha cogido su ticket y espera en fila para exigir más títulos para “Su Papa”.

Emérito es una degradación, un final inadecuado. Georg, el que puso las últimas palabras en la boca del Emérito, en su libro, como rezamos en los juramentos: ”toda la verdad, nada más que la verdad y sólo la verdad”, confidencias en voz baja en el búnker, pedirá para “Su Papa” el título de Santo y de Doctor de la Iglesia.

Puestos a hacer santos, ¿por qué no hacer santo al Arzobispo HÉLDER CÁMARA,
Profeta de la justicia, tan apasionado como Isaías?

¿Por qué no hacer santo a PEDRO CASALDÁLIGA, Obispo de Sao Félix do Araguaia que no necesitó ni anillo ni báculo ni sedas para predicar el Evangelio Eterno?

¿Por qué no hacer santo a DIEGO ACEBES, Obispo de Osma-Soria, compañero de Santo Domingo de Guzmán y predicador contra la herejía cátara?

¿Por qué no hacer santo a GANDHI que, - sin cinco panes y dos peces y sin ropa- dio la libertad a todo un pueblo?

¿Por qué no hacer santo a NELSON MANDELA que después de estar enterrado en la tumba carcelaria resucitó y dio vida a un pueblo y a un continente?

¿Por qué no hacer santo a ANTONIO MACHADO que tenía sueños y éxtasis en la misa de 12 en la iglesia de Santo Domingo de Soria?

La santidad vaticana, la de los hombres, se compra con muchos cheques, la santidad, la de Dios se compra en una tienda de todo a 99 céntimos.

“Yo he perdido la fe en los grandes acontecimientos cuando los rodean los aullidos y la humareda”.

“Hemos nacido para buscar la verdad, poseerla corresponde a una potencia mayor”.

Los periódicos, nuevas portadas y grandes titulares, amanecen viejos cada mañana. Millones de periódicos, en todas las lenguas del mundo, nos ofrecen sus noticias locales, nacionales y mundiales. Nos estremecemos ante las tragedias y las luchas sociales y políticas, anestesiados ante tanta información, no caemos en la cuenta de que lo único que cuenta es el poder.

El Vaticano, tiny state, es una colmena multicolor: el blanco papal, el escarlata cardenalicio, el fucsia episcopal, el negro clerical, el arliquinado de la guadia suiza y el arcoiris laical. Estratos incomunicados.

El Evangelio, demasiado sublime, sólo sirve para predicar sermones piadosos o apasionados a unos oídos que no lo digieren ni lo rumian.

En la colmena lo único que cuenta es el poder