“El
extraño y maravilloso Libro de Job”, así comienza el capítulo XXII, Parte
Tercera, del Libro Guía de Perplejos en el que Maimónides nos ofrece su personal
reflexión sobre JOB.
Maimónides escribe su Libro para los judíos comprometidos, creyentes y
observantes, los que viven con dudas y preguntas, los que en el Bet Midrash
formulan cientos de porqués y de cómos. No es un Libro para novatos y
despistados ni para los que dejan, no sólo el sombrero sino también el cerebro,
a la entrada de la sinagoga.
La Biblia, biblioteca del cristiano, visitarla diariamente es un acto heróico,
perverso y llamar a uno de sus libros “mi favorito” es una gran extravagancia.
Yo cada día añado un libro nuevo a mi sección de favoritos, pero JOB más que
favorito es fijación.
JOB, nombre que nos suena gracias a la carta de Santiago 5,11, “habéis oído la
paciencia de JOB”, pero la verdad es, cree me, que nosotros tenemos mucha más
paciencia que JOB.
A JOB la paciencia le dura un prólogo,a nosotros nos dura unos cuantos
capítulos.
JOB, según Maimónides, nunca existió, ficción poética, parábola hermosa que
contiene profundas ideas, grandes misterios, que elimina dudas y que revela
verdades importantes.
“Un día los hijos de Dios se presentaron ante el Señor y el adversario vino
también con ellos” Job 1,6
El “adversario” se presentó sin ser esperado ni invitado. No está relacionado
con los seres de arriba y no tiene sitio entre ellos.
“La Biblia ya no está en el cielo”, está en manos de los hombres y su
interpretación también.
Los rabinos han dado miles de interpretaciones a este versículo, almacenadas en
el Talmud, todas son válidas, todas verdaderas, unas más convincentes que otras,
la de Maimónides, siempre favorita y la más citada, es la más creíble y hasta
YHWH la recomendaría.
JOB, el hombre más rico de oriente, cae en manos del “adversario” y éste
destruye toda su propiedad: siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas
yuntas de bueyes y quinientas de burras. Sus bienes materiales son algo ajeno a
él, no añaden nada ni a su persona ni a su perfección. Mal tolerable.
El “adversario” acaba con su familia, sus siete hijos y sus tres hijas. Son sus
hijos e hijas. Tiempo de duelo, de lágrimas, pero mal tolerable.
Finalmente el “adversario” hiere a JOB en su “carne y en sus huesos”.
El mal que afecta a Job en su persona es intolerable y su virtud y su mundo se
tambalea, se derrumba.
Pero el “adversario” no tiene poder sobre su nefesh, el alma, lo que sobrevive.
“Piel por piel”, el “adversario” hirió la piel externa, pero “respeta la vida”,
no pudo alcanzar su piel profunda.
La tradición rabínica, desconocedora del pecado original, enseña que dentro de
cada ser humano anidan dos “inclinaciones”: la inclinación al bien -YETZER-TOV-
y la inclinación al mal - YETZER HA RA -.
La primera evoluciona y se activa a medida que la mente se desarrolla. Es un
niño.
La segunda está viva y activa desde el primer día de la existencia. Es el Gran
Rey.
El “adversario”, satán, el Yetzer Ha Ra, y el ángel de la muerte son uno y el
mismo ser.
“Servid a Dios con la inclinación al bien y con la inclinación al mal” dice el
Talmud.