Diálogos Teológicos en el Bar

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“Pero para descubriros completamente mi corazón, amigos, si hubiese dioses, !cómo iba a soportar no ser Dios! Por lo tanto no existen los dioses”.

Entro en el Ajax Bar de Pastriz, hora del fútbol, juega el Zaragoza, lleno total. Hombres, sólo hombres, gritando desaforadamente, suenan palabras malsonantes, insultantes, vocabulario básico, viril, necesario, rural, el de la vida cotidiana...ya empieza a gustarme.

Ninguno de esos varones sabe quién ha entrado, no me conocen, no son clientes míos.

Me abro un hueco entre dos jóvenes tatuados y pido un cortadito.

Buenas tardes. ¿Quién es usted? Me pregunta el de mi izquierda.

Soy el cura del pueblo.

Usted no es muy conocido, pero me han contado que en el funeral de la Emilia soltó un sermón estupendo, todos atentos y sonrientes.

Sí, me salió vibrante y creíble y un tanto divertido, me gusta interactuar con los asistentes, especialmente con los treintañeros despistados e ignorantes, y hacerles parte del sermón.

Sí, aquí no soy conocido, pero ahí ”arriba” me conocen bien. Envío mis crónicas al “Heraldo del Cielo”, periódico que edita San Lucas, ¿lo conoces?, y son muy leídas y comentadas. Envío material para la próxima edición del libro de San Lucas.

La verdad es que ningún hombre de este bar me conoce.

En mi bar no servimos cervezas IPA, ni Lagunitas ni Blood of the Unicorn, sólo servimos bebidas para los tísicos del alma y esas enfermedades, Made in China, que importamos de Asia.

Yo creo que la tuberculosis del alma es más peligrosa y más contagiosa. ¿Te has hecho un chequeo últimamente? Si vienes un día te ofreceré una consumición gratis, el elixir del perdón.

De eso hablaremos en otra ocasión, Mosén.

Me gusta el anonimato urbano y el rural. Soy un E.T.

Me confesaba Aarón, padrino de bautismo de un niño, “yo no soy de Zaragoza, yo soy rural, de Movera. No soy lector, no conozco ni un versículo de la Biblia, no voy a la iglesia, no sé si existe Dios y si existe no lo necesito”.

La asistencia a misa y demás devociones del culto católico, ayer tan numerosas y tan concurridas, cada santo tenía su triduo o su novena, han sido sustituidas por las diversiones y entretenimientos que la sociedad procura.

En el mundo rural aún perviven algunas tradiciones, más como folklore que como espiritualidad, y son cosa de mujeres muy mayores.

Los hombres conversan en el bar, diálogos sobre alfalfa, confesiones sobre su filiación política y sindical, elogio de sus aventuras eróticas, sobre todo lo humano sin rozar lo divino.
Ser religioso, en el mundo rural, es ser poco hombre.

Los niños aguantan unas sesiones semanales de aburrimiento obligatorio y son despedidos con chuches por las puertas giratorias. En las iglesias, sin hombres y sin padres, los niños, huérfanos, seguirán el ejemplo de sus mayores y la dejarán para unas pocas mujeres.

La última encuesta del CIS, en lenguaje de bar, es acojonante.

A nivel nacional el 64,2 % de los españoles no entra en las iglesias. El termómetro de la increencia ha subido 9,1 % en los diez últimos años.

Los hombres, los mayores de edad, entre 18-34 años, sólo un 4,4% entran en las iglesias alguna vez.

Los jubilados, 65 años y más, no revientan el termómetro, se quedan en un insignificante 26 %.

Las estadísticas, en el mundo rural, son apocalípticas. ¿El 0,1 %?

El mundo entero se moviliza para evitar una catástrofe ecológica. Sólo tenemos un Planeta y no existe plan B. Salvemos el Planeta.

El cambio climático de la Fe es mucho más dramático. Y sí hay plan B.

En mis diálogos en el bar me asusta la violencia verbal con la que muchos hombres expresan su negativa a participar y pertenecer a la Iglesia.