De Tablas Nuevas y Viejas

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“Aquí estoy sentado y aguardo, teniendo a mi alrededor viejas tablas rotas y también nuevas a medio escribir. ¿Cuándo llegará mi hora?” Así habló Zaratustra

Seis días tienes para trabajar, pero el día séptimo, el sábado, es un día dedicado a Dios, dueño de todos los días. No trabajará nadie, ni tu esclavo ni tu burro, nadie.

Este mandamiento, nada parecido ni análogo se encuentra en los códigos de leyes de Oriente Medio, es el gran regalo social y político de Israel a la humanidad.

Los judíos ortodoxos, en este hoy de frenética actividad, lo guardan al pie de la letra. Pasear por sus barrios es contemplar las persianas de sus negocios bajadas y hasta sus calles se vacían y descansan. En los hospitales de New York, poder judío, “el ascensor del sábado” está programado para que los judíos no violen el descanso del sábado pulsando el botón del piso 33.

El único trabajo que no viola el descanso sabático es el sudoroso y gozoso trabajo de procrear en la sauna del tálamo nupcial.

Con el advenimiento del cristianismo el séptimo día hizo mudanzas y pasó al día primero de la semana, el domingo cristiano.

El domingo, tal como lo conocimos los mayores de sesenta años, ha desaparecido. Recordarlo produce el mismo aburrimiento que reproducir los sermones de ayer.

En las “tablas nuevas” el día séptimo y el día primero, fundidos en uno, tiene un nombre nuevo, el weekend.

Weekend para dar culto a los nuevos dioses.

Del día más silencioso hemos pasado al día más frenético, del día de la quietud de la deidad a los dioses bullangueros y divertidos, de las catedrales, solemenes y majestuosas de tanta verticalidad, hemos emigrado a las catedrales del consumo y del futból, del bostezo del banco de la iglesia al éxtasis de la masificación.

La “nueva tabla” de la ley sólo es invitación a consumir, a adorar el becerro de oro que necesita nuestros diezmos.

El hombre religioso de ayer se ha transformado en el hombre económico que compra lo que no necesita con una tarjeta de plástico sin fondos.

El séptimo día, el séptimo año, el año siete por siete, año jubilar, tienen una carga política y social que la religión ha olvidado: perdón de los enemigos y de las deudas, liberación de los esclavos, descanso de la tierra, reconciliación de la sociedad, trabajo por la paz, teología política y ecológica nunca practicada. Reducirlos a la mera verticalidad no agrada al dueño del sábado, es estéril.

Hacer memoria del día séptimo bíblico es imponernos poner la casa común, la única que tenemos y en la que nos tenemos que salvar todos, en orden.

Bendito sábado, bendito domingo, bendito weekend, no para producir nada, no para adorar nada, sólo para, en el aburrimiento del descanso, soñar y programar una humanidad nueva, justa y abierta a todos los que llaman a la puerta de esta Europa egoísta y anestesiada.