“La fórmula de “generación en generación” fue literalmente grabada sobre piedra,
escrita sobre papiros, sobre piel de becerro y, más adelante, sobre papel.
El mandamiento bíblico “nárrale a tu hijo” se convirtió en canónico”.
Los Judíos y las Palabras. Amos Oz
Son muchos los que se preguntan cómo ha podido sobrevivir Israel, pueblo
liliputiense, invadido, perseguido, esclavizado, diezmado, dispersado por los
cuatro puntos cardinales del planeta, diez de sus tribus liquidadas y, a pesar
de todo, vivo, entero, luminoso e influyente.
La continuidad judía no es una línea de sangre, sino una línea de texto.
No hay que darle las gracias al púlpito ni al pupitre escolar sino a la mesa de
la familia, cátedra paterna. Todo empezaba en la familia, verdadera escuela de
la transmisión de los valores religiosos, culturales y lingüísticos.
De generación en generación, los eslabones de la cadena bien enganchados unos a
otros…Milagro de la Palabra y las palabras recordadas, aprendidas y vividas
desde el día uno de la historia abrahámica.
El domingo, marzo 23, en la misa de 12, contemplé algo insólito. Padres, hijos,
nietos y bisnietos, todos en el mismo templo, todos proclamando la misma fe,
celebrando la misma eucaristía, sentados en el mismo banco, cuatro generaciones
con el mismo ADN, el de la sangre y el del texto, el de la fe.
Una familia en la que los eslabones, los viejos y los nuevos, forman la cadena
llamada a perdurar en el tiempo.
Las estadísticas, demonio numérico, son la delicia de los optimistas y la
maldición de los del vaso vacío o medio lleno.
En el mundo, según la Oficina Central de Estadística Vaticana, hay 1.406
millones de católicos en los libros parroquiales. Cifra explosiva, llena más los
archivos que los templos. Los números más empinados son los de África. Asia, que
concentra más de la mitad de la población mundial, sólo el 11% de sus habitantes
son católicos. Muchos Tomás y Francisco Javier se necesitan para cosechar tanta
mies. Millones y millones de personas no han oído el nombre de Jesús y no han
dicho aún un Amén.
La vieja Europa, evangelizada y evangelizadora, aburrida y bostezante, sorda e
indiferente, eterna flacidez, se ha entregado a los nuevos predicadores,
cosquillas y calambres placenteros garantizados, no questions asked. Todo aquí y
ahora. Al mañana que le den por saco.
En España, la cadena se rompe en la segunda generación y en la tercera ya no
existe.
Mis hijos, bautizados, comulgados y confirmados, son eslabones rotos, confiesan
con lágrimas los padres creyentes y practicantes. Desenganchados y sin memoria,
no tienen nada que contar a sus hijos.
La tercera generación, nietos y bisnietos, ya no pertenecen a la cadena.
“Yo no soy católico, yo no tengo nombre, no pertenezco a ninguna iglesia, yo no
soy aburrido.
Yo soy del Big Bang, soy de I A…
Los padres, no casados, no bautizan a los hijos. Sus ritos de iniciación son
eventos escolares con sus graduaciones, eventos deportivos, camaradería de fin
de semana, miembros de nuevas tribus, sumisión gustosa a consignas y códigos…