Ni santos ni pecadores nos quiere Dios, nos quiere hombres, escribe Bonhoeffer.
¡Qué difícil ser plenamente hombre! Unos siempre crudos, otros demasiado
tostados.
Durante cinco meses he confesado, mejor, he conversado con un religioso, no
había materia de confesión a pesar de la absolución final, su lista no era ni
larga ni corta, ni venial ni mortal, era imaginaria.
Un hombre un poco crudo. La inmensa mayoría de los religiosos y religiosas a
pesar de los muchos años de vida cristiana han vivido poco religiosamente, han
vivido bajo una Regla, demasiado humana y, a veces ridícula, no un Evangelio.
La Vida Religiosa programada, aborregada, sin shocks, sin responsabilidades ad
intra ni ad dextra produce personas crudas o muy crudas.
Un religioso inteligente y doctorado, le enterraron su “talento”, se quejaba con
cierta amargura de no haber tenido nunca ninguna responsabilidad en la
Institución, excepto haber ejercido de “secretario” de un capítulo local de dos
días.
En mis ratitos de conversación intentábamos desenredar la madeja de su
formación, cajón empotrado, que se puede vaciar pero siempre sigue ahí. No eran
escrúpulos, era la martilleante voz de la Regla, el yugo de la autoridad que se
imponía al yugo suave del Señor Jesús.
La Vida Religiosa es la Vida Cristiana sazonada con hierbas aromáticas, ensalada
de ortigas mortificantes, con consignas exclusivas, con nombres decorativos, Sor
Justina de la llavecita del Sagrario, con fundadores santos porque sí o por
cheques con títulos honoríficos de doctor, apóstol, mentor , guía de perplejos,
pioneros…
La Vida Religiosa, enemiga de la materia, creación de Dios, impone a sus
miembros ser tan o más espirituales que Dios despreciando todo lo material: el
dinero mancha al religioso pero no a la Institución, la carne, aguijón paulino y
de todo mortal, en la que habitamos, castidad, la más antipática de todas las
virtudes, la voluntad supeditada más al hombre que a Dios, la burra de Balaán
desobedeció a su amo y se quejó pero no desobedeció a Dios. Poco religiosa.
La Vida Religiosa, llamada a buscar los “placeres espirituales” y los religiosos
dignificados por la aparente perfección nos erigimos en jueces y en autoridad,
saboreamos el poder y despreciamos a la tropa. Poco religiosa.
La Vida Cristiana, la de todos los bautizados, los que gozan, no con títulos
honoríficos y postizos, los creados no para ser mejores hombres sino para ser
sus hijos, hijos de Dios. Nosotros somos un “work in progress”: demolición,
comercial, intelectual, artístico…espiritual… proceso nunca alcanzado, meta de
todos y patrimonio de nadie.
La Vida Religiosa, la de los libros que escriben los expertos, no la del Libro
escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos y que nadie podía abrir
ni mirar, la que sermonean, más por razón de su cargo que por convicción los
superiores, son versiones bien intencionadas y tibias, con poca unción y poco
Espíritu y con mucha letra gruesa.
La dimensión teológica, la del ser, la de la conexión con Dios, la única que
importa, Alfa y Omega de toda Vida Cristiana, recibida no por herencia sino por
“good infection” que diría C.S. Lewis, no nos aparta sino que nos hace pueblo
con el pueblo de Dios.
Nuestra originalidad radica en estar anclados en el Señor, icono de la Vida
Cristiana y de la Vida Religiosa. Más cliqueo en este icono y menos en el wasap
y menos consumo de los innumerables inesenciales de la fe.
La Vida Religiosa, en su dimensión social, empresa laboral, “we ́re hiring” reza
el cartel en la puerta del negocio, vive reclutando personal.
La plantilla, ayer, cubría todas las bases. Cada religioso y religiosa tiene su
lista de agravios, lista poco publicitada pero sí cuchicheada en el
confesionario y en los pasillos.
Milagro de la sumisa obediencia, nunca se ha hecho huelga, nunca se han
reclamado derechos elementales y siempre se han cumplido los deberes, la
procesión iba por dentro.
En este ámbito es donde la Vida Religiosa no fue, no es, y no será muy
religiosa.
No ha habido Rebelión en la Granja, pero como en la Granja de Orwell, “todos los
animales son iguales pero unos más iguales que otros”.
Hoy, la plantilla, bajo mínimos, la complementan hombres y mujeres que, ungidos
por el Espíritu, han descubierto, ojalá, la dimensión bautismal de la Vida
Cristiana.
Ahora, ellos nos dicen a nosotros, “nosotros somos los salvadores del “carisma”.
Mis oídos los han oído.