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La
tentación de decorar abigarradamente el Curriculum Vitae, como si de un árbol de
navidad se tratara, responde al deseo de subir unos peldaños en el escalafón
profesional, a la manía de aparentar estar supercualificado o a simple vanidad.
¿Han
contado alguna vez los títulos que cuelgan en la sala de espera de su endocrino?
El mío
tenía un gran título y 17 titulillos de fin de semana. Hasta mi podólogo presume
de títulos en inglés en las paredes. Su trabajo es tan rápido que no me da
tiempo a contarlos.
Los
políticos tienen un Master extra, pagado en cómodos plazos.
En mi
mundo, el de los clérigos, los títulos decoran mucho y también se pueden
comprar.
Hay que
subir la escala de Jacob para tocar el cielo.
Diácono,
Presbítero, Canónigo, Monseñor, Obispo, Arzobispo, Cardenal y la cima del
zigurat, Obispo de Obispos, Papa, Vicario de Cristo. Unos títulos exigen
ciencia, otros cartas de recomendación, otros codearse con la gente bien o
entregando sobres con cash. Los hombres sólo funcionan bien con cash y suben más
cuanto más cash.
Existe
un título, el más preciado, el que más decora, el más inútil, el que sólo se
cuelga al árbol abigarrado de navidad, post mortem, el de SANTO. Y este título,
cosa de hombres, necesita mucho cash, los que lo tienen lo consiguen.
Un Papa
carismático, un Obispo sabio, un fundador, legislador de la piedad de sus
seguidores y creador de empleo, un fraile humilde y penitente, una monja con
visiones y éxtasis… tienen sus fans y quieren que sus modelos compartan el
título de SANTO, propiedad exclusiva del Tú solo Santo, con Dios.
Sus
devotos distribuyen estampitas con oraciones y abren cuentas bancarias para
conseguir el deseado título cuanto antes. El título de SANTO, decoración más
humana que divina, tiene su precio.
Todo
estaba preparado. La catedral estaba decorada y preparada. El Obispo de Peoria,
Illinois, ciudad donde fue ordenado sacerdote Fulton Sheen, tenía preparado un
gran sermón. La Beatificación del Obispo Fulton Sheen estaba preparada y
programada para el día 21 de diciembre, 2019.
Fulton
Sheen fue el primer católico que se convirtió en una celebridad televangélica.
Más de
30 millones de personas escucharon The Catholic Hour en NBC radio donde impartía
sus sabias enseñanzas. Después vino el programa en televisión Life Worth Living,
seguido por millones de católicos y gentes de otras denominaciones. (Un médico
del Hospital de Santa Bárbara de Soria me regaló un DVD con sus sermones)
Elegante
y very handsome, el Obispo ataviado con sus mejores prendas episcopales: sotana
con 33 botones rojos, capa,fajín y solideo de seda roja,y su gran pectoral, lo
convertían en un predicador poderoso. El contraste con el incontable número de
predicadores evangélicos vestidos con el traje de hombres de negocios, sin más
distintivos que una Biblia en la mano, no podía ser más provocador.
Todo
estaba preparado para la Beatificación de Monseñor Fulton Sheen, pero el día 3
de diciembre, sólo 18 días antes, el Obispo de Peoria recibía la triste noticia.
Stop. Se pospone la Beatificación sine die.
Desilusión
y críticas al Obispo de Rochester, culpable de poner el punto final a esta
historia. La Iglesia tiene razones que la razón sí entiende.
El
título, ya firmado, queda archivado en la Curia Vaticana.
Menos mal que “ha- satan” del
Libro de Job no anda poniendo objeciones en la corte de Dios.
Los
lunes, yo celebro la Eucaristía con las religiosas Misioneras de Nuestra Señora
del Pilar y Santiago, rama femenina, en la mente del Fundador, de la Ocsha, Obra
para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, que acaba de cumplir 70 años.
Las
reliquias y la tumba del Fundador están en la pequeña y humilde capilla de las
monjas de Movera.
Me dicen las monjas: “Somos
tan pobres que no podemos comprar el título de SANTO para nuestro Fundador, P.
José Codina Canals. Ya ni rezamos por su Beatificación”.
Gran
Bendición de Dios. Ustedes tienen que ser santas, les digo y les pido que
inviertan sus pocos euros en la misión evangelizadora de los pueblos de
Hispanoamérica, no en los burócratas vaticanos, más amantes del cash que de la
santidad.
Los
vivos son los que tienen que oler a santidad. No caigan en la tentación de
convertir esta humilde casita en un santuario, en la Torre Santa de Movera.
“Yo,
Juan, soy el oí y vi esto; y cuando oí y vi, caí a los pies del ángel que me
mostraba esto para adorarlo. Y me dijo: Mira, no lo hagas.Yo soy un compañero de
servicio tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras
de este libro. Adora a Dios”. Ap 22,8
Los
Escolapios tenemos un Postulador en Roma, ignoro su densa y estresante
actividad, me lo imagino visitando y revisitando las oficinas donde se fabrican
y adjudican los títulos de los Beatos y los Santos.
Fácil
adivinar los condenados a languidecer en la lista de espera.
Dejemos
descansar y gozar de la vida nueva, gloriosa y resucitada a nuestros hermanos,
han recibido ya gratis el Título de SANTOS firmado por Dios. Ya no son ni
candidatos ni opositores a nada.
Hemos
prescindido de muchas cosas y personas importantes, ¿por qué no prescindir del
Gran Postulador?
No renunciamos
a la santidad, sí a la compra de títulos.
¿Acaso
son más SANTOS por el título que los hombres dan?
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