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I HAVE A DREAM
es uno de los discursos más emblemáticos de la historia de los Estados Unidos.
Jefferson,
Lincoln y Martin Luther King son los iconos de la historia americana, hicieron
historia y cambiaron la historia, son las voces de la libertad escuchadas e
invocadas en tiempos de paz y en tiempos de crisis.
Jefferson,
redactor principal de la Constitución, es recordado por la frase más citada del
documento fundacional y que todos los americanos saben de memoria: “Nosotros
afirmamos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados
iguales, que están agraciados por su Creador con ciertos derechos inalienables,
que entre estos derechos están la Vida, la Libertad y la consecución de la
Felicidad”.
En 1863 en el
cementerio de Gettysburg, Lincoln pronunció un sermón, el más corto y memorable
de su presidencia. “Somos nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos a la
tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan
noblemente”.
Cien años más
tarde, en 1963, Martin Luther King acompañado de miles y miles de negros y
blancos, ante el Lincoln Memorial, vino a reclamar el cumplimiento de la
Constitución, all men are created equal, y a concluir la emancipación de los
negros proclamada por Lincoln.
Martin Luther
King pronunció un oráculo lleno de fuego profético y revolucionario que conmovió
los cimientos de la sociedad política y religiosa, un cañonazo que resonó por
todo el país.
Cien años más
tarde Martin L. King y todos los negros americanos se dieron cita en Washington
DC, capital de la nación “para, en palabras de King, cobrar un cheque”. “Es
obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que a los
ciudadanos negros se refiere. En lugar de honrar esta sagrada obligación,
Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos. Nos negamos a creer
que el Banco de la Justicia haya quebrado. Por eso hemos venido a cobrar este
cheque”.
1776, año de
la Independencia, primer pregón de los derechos sagrados de los ciudadanos, se
olvidaron de los esclavos negros y eso que los tenían en sus mansiones y
fornicaban con ellos.
1863, Lincoln,
el presidente mártir, entreabrió la puerta de la libertad y en 1963 Martin
Luther King con su marcha sobre Washington por los trabajos y la libertad, con
el poder de la palabra y el silencio reverencial y emocionado de sus 200.000
feligreses, abrió la puerta de par en par.
WarrenK.Leefler
que estuvo presente ese día, lo recuerda con estas palabras: “Había un ambiente
de fiesta hasta que el Rev. King comenzó a hablar. Todos dejaron de hacer lo que
estuvieran haciendo. Los perros dejaron de ladrar. Estuvo tan poderoso que
recuerdo estar pensando que si nos hubiera mandado quemar la ciudad, la
habríamos quemado. Yo estaba un poco asustado. Pero no era ese el mensaje.
Siempre he admirado al Rev. King por servirse del increíble poder de sus
palabras y su personalidad para infundir esperanza y amor en lugar de odio y
destrucción. Era consciente de la importancia de este acontecimiento y mientras
caminaba pensaba: Mis hijos verán mi foto en sus libros de historia”.
2013, 50 años
más tarde, todos celebramos los éxitos conseguidos gracias a Martin Luther King,
profeta bíblico tan grande como Amós o Isaías y nuevo Moisés comisionado pro
Dios para llevar el pueblo al Promised Land, a la Tierra Prometida.
La sociedad
americana, sociedad post-racial, con un presidente negro aún vive obsesionada
por el color de los negros y de los latinos. Éstos instalados en la Tierra
Prometida todavía no toman la “leche y la miel” de la igualdad, de los derechos
y de la plena ciudadanía.
Las nuevas
generaciones, menos cristianas y menos ideológicas, pero más inclusivas y más
abiertas a todos los colores y a todas las tendencias sexuales, son las que
tienen que obstinarse en concluir la lucha que sus héroes emprendieron para
conseguir una más perfecta Union.
Si viviera el
Rev. King marcharía sobre Washington para acabar con las pistolas y para
desatascar la ley de inmigración. Los 10 millones de latinos, esclavos, ilegales
y pobres necesitan, hoy, un nuevo Moisés. ¿Conseguirá Obama firmar una ley de
inmigración que haga visibles y felices a los que sudan en la clandestinidad y
pagan impuestos o tendrán que esperar 50 o 100 años más?
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