CIEN AÑOS MÁS TARDE

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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I HAVE A DREAM es uno de los discursos más emblemáticos de la historia de los Estados Unidos.

Jefferson, Lincoln y Martin Luther King son los iconos de la historia americana, hicieron historia y cambiaron la historia, son las voces de la libertad escuchadas e invocadas en tiempos de paz y en tiempos de crisis.

Jefferson, redactor principal de la Constitución, es recordado por la frase más citada del documento fundacional y que todos los americanos saben de memoria: “Nosotros afirmamos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que están agraciados por su Creador con ciertos derechos inalienables, que entre estos derechos están la Vida, la Libertad y la consecución de la Felicidad”.

En 1863 en el cementerio de Gettysburg, Lincoln pronunció un sermón, el más corto y memorable de su presidencia. “Somos nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente”.

Cien años más tarde, en 1963, Martin Luther King acompañado de miles y miles de negros y blancos, ante el Lincoln Memorial, vino a reclamar el cumplimiento de la Constitución, all men are created equal, y a concluir la emancipación de los negros proclamada por Lincoln.

Martin Luther King pronunció un oráculo lleno de fuego profético y revolucionario que conmovió los cimientos de la sociedad política y religiosa, un cañonazo que resonó por todo el país.

Cien años más tarde Martin L. King y todos los negros americanos se dieron cita en Washington DC, capital de la nación “para, en palabras de King, cobrar un cheque”. “Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que a los ciudadanos negros se refiere. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos. Nos negamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Por eso hemos venido a cobrar este cheque”.

1776, año de la Independencia, primer pregón de los derechos sagrados de los ciudadanos, se olvidaron de los esclavos negros y eso que los tenían en sus mansiones y fornicaban con ellos.

1863, Lincoln, el presidente mártir, entreabrió la puerta de la libertad y en 1963 Martin Luther King con su marcha sobre Washington por los trabajos y la libertad, con el poder de la palabra y el silencio reverencial y emocionado de sus 200.000 feligreses, abrió la puerta de par en par.

WarrenK.Leefler que estuvo presente ese día, lo recuerda con estas palabras: “Había un ambiente de fiesta hasta que el Rev. King comenzó a hablar. Todos dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo. Los perros dejaron de ladrar. Estuvo tan poderoso que recuerdo estar pensando que si nos hubiera mandado quemar la ciudad, la habríamos quemado. Yo estaba un poco asustado. Pero no era ese el mensaje. Siempre he admirado al Rev. King por servirse del increíble poder de sus palabras y su personalidad para infundir esperanza y amor en lugar de odio y destrucción. Era consciente de la importancia de este acontecimiento y mientras caminaba pensaba: Mis hijos verán mi foto en sus libros de historia”.

2013, 50 años más tarde, todos celebramos los éxitos conseguidos gracias a Martin Luther King, profeta bíblico tan grande como Amós o Isaías y nuevo Moisés comisionado pro Dios para llevar el pueblo al Promised Land, a la Tierra Prometida.

La sociedad americana, sociedad post-racial, con un presidente negro aún vive obsesionada por el color de los negros y de los latinos. Éstos instalados en la Tierra Prometida todavía no toman la “leche y la miel” de la igualdad, de los derechos y de la plena ciudadanía.

Las nuevas generaciones, menos cristianas y menos ideológicas, pero más inclusivas y más abiertas a todos los colores y a todas las tendencias sexuales, son las que tienen que obstinarse en concluir la lucha que sus héroes emprendieron para conseguir una más perfecta Union.

Si viviera el Rev. King marcharía sobre Washington para acabar con las pistolas y para desatascar la ley de inmigración. Los 10 millones de latinos, esclavos, ilegales y pobres necesitan, hoy, un nuevo Moisés. ¿Conseguirá Obama firmar una ley de inmigración que haga visibles y felices a los que sudan en la clandestinidad y pagan impuestos o tendrán que esperar 50 o 100 años más?