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Era yo
muy joven cuando me acusé en el confesionario de haber leído un libro que estaba
en el Índice de los Libros Prohibidos. Libro que tuve que entregar al confesor
al día siguiente.
Mucho
más tarde leí Los Versos Satánicos gracias a Miguel que me trajo el libro de
Londres recién salido del horno. Salman Rushdie, condenado a muerte por blasfemo
y hereje, tuvo que esconderse y vivir underground durante largos años.
¿Y a
quién se le ocurrió prohibir El Amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence?
Todas
las obras maestras de la literatura: Madame Bovary. Ulysses, Las Uvas de la Ira,
Lolita…han sido prohibidas en algún lugar, durante algún tiempo. ¡Qué locura!
Hasta el gran Emperador Carlos V prohibió “opera omnia” de Lutero.
Yo
pensaba, -ustedes también- que esos tiempos bárbaros eran cosa del pasado. Nada
más grande y más inocente que un libro por satánico que sea. La libertad es una
ilusión
Hoy se
prohíben libros, hoy se censuran artículos, hoy se llevan a los tribunales hasta
los libros.
El
Prohibido Prohibir, es un eslogan que queda muy bien grafiteado en las paredes
de la ciudad secular, es un grito más que necesario en cualquier procesión
laica, pero que resulta inútil en la sociedad que todo lo vigila y controla. El
Código Penal es un almacén insaciable, cada día necesita su ración de nuevos
delitos que lo engorden hasta la obesidad monstruosa. El código de los pecados
de la Iglesia fue fijado de una vez para siempre y como son pocos los que acuden
al confesionario ya no hay ni nuevos ni viejos. Somos mucho más libres en el
ámbito religioso que en el civil.
El ojo
de Dios es sólo el nombre de una estrella, ahora los humanos vivimos bajo la
sospecha de que somos vistos y vigilados por miles de cámaras, ojos más reales
que el de Dios. Encerrado en tu castillo interior, frente a tu ordenador,
alguien, en algún remoto rincón del mundo controla y cuenta todos los clicks que
haces en el teclado. A veces hasta tiene el atrevimiento y la desfachatez de
censurarte y de chivarse a tu mujer.
No he
leído, ni me interesa leer el libro “Cásate y sé sumisa”. En Google he leído las
35 afirmaciones más polémicas del libro, que, evidentemente, chirrían a los
oídos de las personas de hoy, pero no tienen nada de escandaloso ni de
revolucionario.
Las
religiones monoteístas, en sus libros sagrados, predican estas ideas y
recomiendan este estilo de vida. En el siglo XXI, en muchas geografías, las
mujeres aún se casan y viven no sólo sumisas sino esclavas.
Leyendo
“Mi Vida Querida” de la escritora Alice Munro, premio Nobel de Literatura 2013,
he encontrado esta perla: “La misión más importante de la mujer es construir un
santuario para su marido”.
“Cásate
y sé sumisa” dice muchas tonterías: “Casaos y tened hijos, si no no tiene
sentido estar juntos toda la vida”. “Tu marido es ese santo que te soporta a
pesar de todo”.
Algunos
quieren poner este libro en el Índice de Libros Prohibidos y resucitar la santa
Inquisición. No caen en la cuenta de que tendrían que prohibir la Biblia entera
y el Corán, mentores de esta mentalidad.
Steve
Pearce, congresista americano, acaba de publicar sus memorias con el pomposo
título “Just Fly the Plane, Stupid” en el que comenta el texto más polémico del
Nuevo Testamento:, Efesios 5, 22-24: “Como la Iglesia está sumisa a Cristo, así
también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo”. Para Pearce y sus
colegas Baptistas del Sur la mujer “se ha de someter voluntariamente al marido”
sin sentirse inferior. Este texto se proclama en todos los templos y se predica
el día más idílico de una pareja, el día de su boda. Quedan todavía templos en
los que se enfatiza esta sumisión, si no querida por Dios, sí querida por el
Pablo del siglo I.
Es
probable que el obispo que ha promocionado este libro sea de la opinión de
Pablo, pero son muchos los curas que se sonrojan cuando se proclama este texto y
lo ignoran. La Iglesia está sometida a Cristo, pero la mujer no está sometida a
su hombre.
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