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los curas que la necesiten.
Imagínense
ustedes a los feligreses de Santa Engracia de Zaragoza, parroquia con una
historia milenaria, baluarte de la fe, conservadora de todas las tradiciones y
devociones cristianas y servida por sacerdotes célibes y celosos, imagínense que
mañana se les asigna un nuevo párroco que se les presenta con estas palabras: "I
am a catholic priest and I am married". "Soy un sacerdote católico, estoy casado
y esta, Karin, es mi mujer".
Miradas
furtivas, cuchicheos, vámonos, nos han cambiado la iglesia. Ni los de Podemos se
atreverían a tanto.
Esto no es ficción, ni ocurrencia malvada, esto acaba de suceder en la parroquia
de St. Mary en Marysville, Washington, USA.
El P. Tom McMichael, sacerdote luterano, casado con Karin McMichael y padre de
dos hijos, en su camino de Damasco vio una gran luz y fue invitado, en gloriosa
visión, a salir de la cada vez más densa niebla luterana y abrazar la ortodoxia
católica.
Este Reverendo Luterano, antes de recibir su segunda ordenación sacerdotal en la
catedral católica de Seattle, fue dispensado del voto del celibato, dispensa que
el Vaticano le concedió puntual y graciosamente. Podía seguir durmiendo en la
cama matrimonial y celebrando misa. Sólo se le pedía obediencia a su nuevo
obispo y a Roma.
En Estados Unidos más de dos cientos curas casados ejercen su ministerio en
parroquias católicas. A estos conversos, luteranos o episcopalianos, la Iglesia,
dadas sus entrañas de misericordia, no les pide que renuncien al sexo
matrimonial, les pide que sean modelos de vida familiar y cristiana para sus
feligreses.
Lo que es sabio, bueno y digno de elogio para este grupo de sacerdotes, ¿por qué
no es bueno para los demás sacerdotes? ¿Por qué no permite la Iglesia dormir en
la cama matrimonial a todos los curas que lo necesiten? ¿Dónde empiezan y dónde
terminan sus entrañas de misericordia?
La Iglesia de Roma durante siglos, a sabiendas, ha cerrado los ojos a la
violación del voto del celibato bajo la excusa de la debilidad humana. Hoy
vivimos bajo el signo de la pedofilia, volcán que sigue escupiendo lava, aireada
desde todos los tejados del mundo y pagada con el escándalo y millones de
dólares.
Son muchos los curas, la Iglesia lo sabe y yo he conocido algunos, que llevan
una doble vida, curas ejemplares y fieles a su ministerio, pero que,
clandestinamente, duermen en la cama matrimonial.
Más que vivir en pecado, viven en una contradicción agónica y a pesar de
liberarse del sentido de culpabilidad, su situación es trágica.
La Iglesia prefiere el pecado en lugar de enfrentar el problema y solucionarlo
humanamente.
Ahora que las boca-ciones se han acabado y las vocaciones agonizan, ¿tendrá la
parroquia de Santa Engracia un cura casado en el futuro?
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