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Hemos
hecho y seguimos haciendo mucha y mala literatura sobre el tema de las
vocaciones. Las vocaciones no son un tema celestial. Dios tiene cosas más
importantes que hacer que enviar mensajes de texto a los niños de 12 años para
ofrecerles comida gratis y una cama en el seminario diocesano.
Toda
vocación, ya sea religiosa, literaria, política, deportiva... hunde sus raíces
en lo humano. El factor humano, nada angelical, es el motivador y el facilitador
de toda vocación.
Hoy, en
este siglo XXI, siglo vertiginoso, nada es igual a ayer. Ayer vivíamos el tiempo
de la escasez. Los pesebres familiares estaban vacíos y los hogares estaban
llenos de bocas. Ayer fue el tiempo de las boca-ciones. Por eso el pueblo de
Hornillos y otros muchos pueblos pueden presumir de tener más curas que vecinos.
Los pesebres de los seminarios estaban más llenos que los de los pueblos.
La
escasez y la abundancia de hijos llenó los seminarios. Lleno total. Cerrados por
falta de espacio. No llamadas divinas, no deseos angelicales y místicos, mera
supervivencia. Por la boca entró la boca-ción.
Hoy, en
el primer mundo, brave new world, sólo hay lamentos, sólo hay oraciones. Mañana
y tarde se incluyen peticiones por las vocaciones para mejorar el cambio
climático vocacional. Recurso barato e inútil que, a la vista de los resultados,
de poco sirve.
La
carrera de las vocaciones es una carrera de relevos. Africa y Asia, mundo de la
escasez y de la abundancia de hijos, natalidad descontrolada, han tomado el
relevo y son el nuevo granero de las boca-ciones.
No sé
si Dios ha emigrado al sur, sí sé que los seminarios diocesanos y los institutos
de los religiosos, estrategia divina y astucia humana, han emigrado al sur. En
el primer mundo sólo los celulares son nuevos, a estrenar, los curas envejecen y
las residencias se multiplican y se llenan. En el sur todo es joven, lleno de
testosterona y virilidad. Hay vocaciones para un yihadismo radical y fanático,
el de un Dios en cuyo nombre hay que matar, y hay vocaciones para un yihadismo
de Dios, un Dios bueno y perdonador, del Dios de la Buena Noticia, el de
Jesucristo.
Leo en
el documento "El don de la vocación presbiteral" el siguiente aviso: "No caigan
en el clericalismo, ni cedan a la tentación de orientar la propia vida hacia la
búsqueda del aplauso popular, considerando a la Iglesia como una simple
institución humana". (nº 33)
En la
Iglesia, iceberg gigantesco, lo visible, lo real, lo tangible, lo humano, el
derecho canónico, la institución humana es su verdad. Lo invisible, escondido en
las aguas oscuras, es la mística, lo intanglible, lo que sólo unos locos
perciben y unos apologetas aburridos nos decriben con palabras tan sabias que
nadie entiende.
¿Quién
no ha sentido envidia y ganas de ser "príncipe de la Iglesia" y vestirse de seda
roja y pasear por los claustros de mármol como un personaje salido de un cuadro
del Greco?
Ayer en
España hacerse cura era hacer carrera. Los meros hábitos conferían dignidad y
autoridad. Ser cura era ser alguien, hasta te besaban la mano y te permitía
impartir bendiciones. Hoy, liberados de todo honor, ser cura es ser ciudadano de
tercera división. Pero dentro del funcionariado eclesial sigue habiendo, como en
toda institución humana, distintos grados, unos confieren más honor que otros.
En el
primer mundo, lleno de homeless espirituales, se ha perdido el apetito por lo
sagrado y trascendente. La carrera de cura ha desaparecido del radar vocacional.
Una carrera desmitificada. En Africa y en Asia, mundo de tribus y clanes y
castas, ser cura es un honor, es ser jefe de la tribu, es tener poder y los
hábitos, cuantos más mejor, son tan deseables y necesarios como el comer.
Carrera, a pesar de los avisos del documento vaticano, supervalorada y
mitificada.
El
seminarista de ayer y de hoy, según el documento vaticano, es "un diamante en
bruto" que hay que trabajar. "No existe un derecho de recibir la Sagrada
Ordenación. Compete a la Iglesia discernir la idoneidad...(nº 201)
Ese
seminarista, "diamante en bruto", sólo adquiere todo su valor si se deja
trabajar. A lo largo del proceso tiene que pasar por muchas manos, esos
supuestos orfebres, que lo limarán con todo tipo de herramientas materiales,
intelectuales, ascéticas... y la prueba de las pruebas será si ha dominado sus
bajos instintos. "La Iglesia Latina considera especialmente conveniente para el
sacerdocio la continencia perfecta en el celibato por el Reino de los Cielos".
(nº 110) Las Iglesias Orientales Católicas, profundidades del iceberg y misterio
insondable, no exigen la "continencia perfecta". Gloria a Dios.
La
Iglesia Latina lleva años, tal vez toda su historia, llena de turbulencias a
causa de estos diamantes brutos. El instinto sexual, irreprimiblemente poderoso,
derramado en direcciones straight, gay o private ha manchado gravemente el
ministerio. La continencia perfecta de pensamiento, palabra y obra está
reservada a unos pocos, tal vez a ninguno. "All men are equal in regards to
instinct".
Los
diamantes del primer mundo más probados, más enseñados a lo largo de los siglos,
se dejan podar, protestan menos y resisten mejor a los deseos carnales. Los del
tercer mundo no entienden la castidad, no entienden que el hombre no pueda crear
una familia. La Iglesia miró y sigue mirando para otro lado en muchos países.
"Para
la admisión a los Seminarios Menores conviene considerar algunas cualidades del
adolescente, los "indicios de la vocacación"...(nº 19) Cualquier indicio
vocacional previo a la mayoría de edad del joven debería considerarse sospechoso
y descartado.
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