ANTES Y DESPUÉS DE FRANCISCO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Escribía yo un artículo en el Heraldo de Soria a raíz de la elección del Papa Francisco y me preguntaba: ¿Llegará con Francisco el fin de la papolatría?

Papolatría entendida como la define la cita que se atribuye a Don Bosco y que dice: “El Papa es Dios en la tierra. Jesús puso al Papa por encima del Precursor, por encima de los ángeles. Jesús puso al Papa al mismo nivel de Dios”.

Afirmación que, hoy, todavía suscriben algunos católicos, nos sonroja a muchos y ofende a todos los cristianos. Yo creo que hubo muchos herejes quemados en la hoguera que estaban más cerca de la verdad que sus inquisidores y sus verdugos.

Diego Laínez, teólogo jesuita nacido en Almazán, dijo con amargura: “Timeo turba episcoporum” que traducido libremente dice; Temo la jauría de los obispos. También podría haber dicho: temo el poder de uno solo, del obispo de Roma.

Juan Pablo II, embriagado por la adoración de las masas en sus viajes triunfales y Benedicto XVI con su mono tema del “relativismo”, repiqueteo cansino, creyeron estar al nivel de Dios e ignoraron la jauría de los obispos. Dios no necesita obispos.

El poder está en Roma, pero la Iglesia de Jesús que no es poder, estará siempre en la periferia.

El Papa Francisco que se autoproclama Obispo de Roma, el Papa de la misericordia y la alegría, y gran admirador del Cardenal Martini, aguijón en la carne del Vaticano, no ha hecho otra cosa desde su elección hasta el presente que desmitificar el rol del Papa.

Se ha ganado las simpatías del mundo no por el triunfalismo, no por hacer sentir el peso de su oficio, no por elevarse sobre los demás sino por hacerse uno más, “pasando por uno de tantos” se ha hecho pobre, humilde y voz de la paz.

La historia tendrá que hablar del Papado antes de Francisco y después de Francisco.

Del palacio, zigurat mansión de la divinidad, a la posada de los mortales, de la soledad divinizada del poder a la comunión en la mesa compartida con huéspedes de bajo rango, de los discursos grandiosos al lenguaje coloquial y a las metáforas sobre el ADN de Dios. Ojalá ya no haya vuelta atrás.

Francisco también se ha ganado las antipatías de unos pocos. Los funcionarios vaticanos, ese dragón rojo que convoca a los tradicionalistas a la gran batalla de Harmaguedón, los de la Curia se siente más que incómodos ante Francisco que besa más niños que los políticos en campaña electoral, que ignora la alta liturgia del pasado y prefiere la liturgia sobria en los ornamentos y en las rúbricas, que ha puesto un stop al nombramiento de nuevos “monseñores”, título vanidoso y comprado por obispos y curas, sus homilías sin papeles no se pueden imprimir, les falta altura teológica, y la gota que colmó el vaso fue ver a los obispos saltando y bailando en Rio de Janeiro entre y con los jóvenes, sólo les faltó desnudarse como hizo el rey Saúl entre los profetas. Fue una profanación.

Los curialistas están al acecho. Los Papas van y vienen, nosotros permanecemos y las extravagancias franciscanas dejarán de divertirnos.

La Curia Vaticana está en la mente de todos, reformar la Curia es el gran objetivo, cirugía que hay que practicar sin anestesia, el paciente la teme y tiembla mientras el cirujano estudia el caso. Algunos expertos piensan que la mejor solución es desclericalizar la Curia. Los funcionarios en la pirámide de todas esas oficinas, muchas innecesarias como la fábrica de hacer santos, son Cardenales y obispos. ¿Por qué no enviar esos funcionarios a contaminarse un poco de olor a oveja y sustituirlos por laicos competentes ajenos a los títulos, honores y sedas cardenalicias?

Espero que el gran cirujano esté afilando el bisturí.

Por fin ha llegado la hora de la rebeldía. Los católicos tradicionalistas, siempre tan sumisos y obedientes, los que creen que el Papa es el sustituto de Dios y su voz, por fin critican abiertamente a Francisco y ponen música a sus afirmaciones y gestos. El Papa Francisco es un hereje, es un antipapa.

¿Cómo puedo amar un Papa que ni siquiera quiere ser Papa? Se pregunta Katrina Fernández.

Otros más atrevidos escriben en sus foros: Benedicto XVII. Trento II. Subito.

Quedarían muy bien escritas con grandes letras en las fachadas del Vaticano y alrededores para vergüenza de estos nostálgicos de un pasado clausurado.