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El
descanso dominical, dejar la naturaleza tranquila, respirar el aliento de vida,
conectar con la divinidad, escuchar la música del universo, fundirse en el todo
que es nada...ayer cosa de los monasterios, hoy ya nada es igual. La televisión,
Internet, los celulares, los SMS han entrado hasta en los conventos y ya nadie
escapa de la tiranía de la inmediatez, de la ansiedad de la última noticia
vivida en la ciudad o en un lejano país que nadie sabe señalar en el mapa mundi.
"Silence
has become the ultimate luxury" escribe Chloe Shama. El lujo del silencio se ha
convertido en artículo tan exquisito y tan escaso que ya no sabemos de su
existencia.
Ulises,
en su vuelta a casa, se tapó los oídos para no dejarse seducir por los cantos
envenenados y lujuriosos de las sirenas. Su silencio lo llenaba aún los latidos
de Penépole, su amor primero y único.
En la
ciudad secular se ve cada vez más el rótulo luminoso de 24 H. En New York el
rótulo dice 24/7. Negocios abiertos 24 horas, siete días a la semana. Siempre
abiertos.
Las
iglesias, esos negocios de lo divino, en lugar de estar abiertas 24/7, Dios
nunca está de huelga, Dios trabaja siempre, están siempre cerradas. No sé si los
hombres pasan de los negocios de Dios y no necesitan comprar nada o si los
encargados de los negocios de Dios son unos haraganes y se dedican más a hacer
negocio que al negocio que les han encomendado.
En la
ciudad siempre ruidosa, siempre ajetreada, siempre malhumorada, los hombres
corren, se empujan y se ignoran, no encuentran un lugar donde pararse, donde
descansar los pies, el corazón y el alma. La silla de un bar lo único que te
ofrece es más ruido y más televisión.
Las
iglesias, verdaderas áreas de descanso, están más cerradas que un huevo. Sólo se
abren para la media hora de la misa y se cierran inmisericordiosamente a los
hombres que buscan un área de descanso en medio del bullicio y del cansancio del
diario vivir.
Llamad
y se os abrirá, dice el Señor, pero detrás de las puertas blindadas de las
iglesias no hay nadie que escuche ni que abra. Sólo ofrecen su belleza externa,
pero no el lujo del silenio y la paz del descanso y de la quietud.
Places
to find peace and quiet es un libro que te señala las iglesias abiertas en la
ciudad de New York en las que puedes hacer escala en el viaje de cada día y
descansar los pies, el corazón y el alma.
El
Colegio Escolapio de San Antón de Madrid cerró sus puertas a la actividad
académica hace unos pocos años. Ese templo sagrado del saber, ayer lleno de
curas y de niños, hoy es un templo secular y de negocios. Pero algo permanece.
La
iglesia en la que Goya oró de niño y para la que, de mayor, pintó uno de sus
mejores cuadros, La Última Comunión de San José de Calasanz, sigue abierta.
Única iglesia en Madrid abierta 24/7.
Ya no
son los niños del colegio ni los del barrio los que la llenan, (los niños de la
enseñanza concertada ya no van a la iglesia), ahora son los pobres los que la
llenan 24/7.
El P.
Ángel, animador de la ONG Mensajeros de la Paz, ha heredado este templo y lo ha
convertido en hogar para los que no tienen hogar, en comedor para los que no lo
tienen, en bar, en área de descanso y hasta en campo de futból para los que ni
van al campo ni tienen televisión.
La
iglesia escolapia de San Antón nunca ha tenido tanta vida ni mejor vida que la
que tiene hoy. Demos gracias a Dios. Aleluya.
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