|
“No es
conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento
de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. en este sentido,
percibo la necesidad de avanzar en una saludable descentralización´”. Evangelii
Gaudium nº 16
Roma
hace siglos que dejó de ser la ciudad del Imperio. El Vaticano: un templo, unos
museos, una gran plaza donde se congregan fieles y turistas y unos jardines
invisibles, se resiste a abandonar su aire imperial que los grandes de este
mundo respiran en sus visitas protocolarias.
Francisco,
el cura que vino del fin del mundo, que se pateó los suburbios, vivió y trabajó
como un cura pobre, se siente muy a gusto en sus zapatos de pastor, pero no se
acostumbra, más bien, aborrece la basura de la pompa imperial que tanto excitaba
a sus predecesores.
Francisco
es el Papa llegado de la periferia. Sus nuevos cardenales, obispos de las
periferias, de países que pocos cardenales imperiales podrían señalar en el mapa
mundi, a estos boquiabiertos “príncipes de la Iglesia” este nuevo título les
tiene que sonar a melodía satánica.
La
"saludable descentralización", más que inspiración divina es resultado de una
lectura sencilla e ingenua del evangelio de Jesús.
Convertir
Roma en una diócesis más del mundo católico y su obispo en un obispo más entre
los miles de obispos y convertir el magisterio romano, magisterio único, el del
temor y el poder, en un magisterio no más cualificado que el de los demás
obispos, es una llamada a "descentralizar".
Los
obispos son ventrílocuos, hablan poco, y cuando hablan repiten lo que dice Roma,
no quieren avivar el oleaje doctrinal, les asusta significarse y cantar extra
coro, siguen a ciegas el guión romano, constantiniano e imperial. Guión
fracasado, que Francisco con parresía evangélica intenta reescribir.
Johan
Bonny, obispo de Amberes, Bélgica, confiesa que el espíritu abierto y el enfoque
pastoral de Francisco, le ha dado valor para escrutar y hablar alto y fuerte
sobre un tema urgente para los creyentes del siglo XXI.
El día
27 de diciembre, en una entrevista concedida a De Morgen, pedía que la Iglesia
reconociera y bendijera las relaciones gay.
El
matrimonio sacramental no tiene por qué ser la única forma de relación ni tiene
que cerrar la puerta a otras formas de relaciones duraderas, leales y fieles
entre las partes.
"Los
valores intrínsecos son para mí más importantes que la cuestión institucional.
La ética cristiana se basa en relaciones duraderas en las que la exclusividad,
la lealtad y el cuidado son centrales para cada una de las partes", escribe el
obispo Bonny.
Rik
Torfs, profesor de derecho canónico de la Universidad Católica de Lovaina, dice
que "Bonny invoca un cambio de los principios que la Iglesia ha tenido como
inmutables durante siglos, algo que ningún obispo se habría atrevido a hacer
bajo los pontificados dogmáticos de Juan Pablo II y Benedicto XVI".
Hace
unos pocos días el P. Martin Dolan, párroco, durante quince años, de una
parroquia de Dublín, confesaba a sus feligreses en su homilía que él era gay y
les pedía que votaran a favor del matrimonio gay en el próximo referendum que se
va a llevar a cabo próximaente en Irlanda.
La
reacción de los feligreses fue unánime, le dieron una standing ovation, una
fervorosa y sincera ovación.
El
matrimonio entre gays y lesbianas, en las sociedades abiertas y democráticas, ya
no es algo depravado o moderno, es una realidad que está ahí, ante nuestros ojos
y que quiere perdurar.
La
Iglesia ya no puede quemar herejes o pervertidos en la pira y sus anatemas y
excomuniones son papel mojado. Nadie viaja por el mundo con el pasaporte del
Vaticano y los derechos humanos no son vigilados ni regulados por las ortodoxias
religosas.
Ante
esta realidad, esta minoría de seres humanos, tan hijos e hijas de Dios como los
heterosexuales, la Iglesia tiene que reflexionar y dar una respuesta
misericordiosa a estos hijos de Dios.
WWJD?
What Would Jesus Do? ¿Qué haría Jesús? Es la pregunta que muchos cristianos
americanos se hacen ante las distintas situaciones que tienen que confrontar.
Nosotros,
los católicos, siempre preguntamos al Catecismo de la Iglesia, rara vez, tal vez
nunca le preguntamos al evangelio de Jesús.
Seguro,
seguro que nos encontraríamos con respuestas contradictorias y seguro que nos
guiaríamos por la respuesta clara y segura del Catecismo. Y así nos va.
|