TRES COSAS HE APRENDIDO

P. Félix Jiménez, Sch. P...

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Tres cosas he aprendido de los servicios religiosos de nuestros hermanos Baptistas y Evangélicos. Un servicio religioso para que sea inspirador, nutritivo y atractivo necesita tres ingredientes básicos: la mejor acogida, la mejor música y la mejor predicación.

La mejor acogida. Iglesias abiertas a todos, uno de los pocos sitios en los que hoy no te piden tarjeta de identidad para entrar, y todos invitados a llenar el recinto sagrado y a fundirse en la gran asamblea. En mi primera visita a la Abyssinian Baptist Church, la iglesia más célebre de Harlem, los ujieres, acomodadores, me dejaron con la boca abierta. Vestidos de traje negro, camisas almidonadas, pajarita negra y guantes blancos, más endomingados que los conserjes del Ritz, son la fachada viva de la iglesia. Nada más gratificante al cruzar el umbral que una sonrisa, un apretón de manos y un welcome para adentrarse en la casa de la hospitalidad y de la oración. Y antes de la predicación el Pastor saluda y da la bienvenida a los nuevos y a los turistas que llenan la iglesia. Bienvenida, gesto pequeño, pero que dilata el corazón y abre el espíritu a nuevas sorpresas.

Gesto que yo he incorporado también en mis celebraciones. Antes del sermón invito a levantarse a los que visitan la iglesia por vez primera y a decir su nombre y su país de origen y les saludamos y acogemos con un fuerte aplauso. Al final de la misa, agradecidos, vienen a dar las gracias por la acogida.

La mejor acogida es la mejor medicina para tantas personas que viven en soledad. Domingo tras domingo, ahí estoy yo, a la entrada de la iglesia, esperando y abrazando a mis ovejas heridas por el rayo de la vida.

La mejor música. El verano pasado oía misa en la Basílica del Pilar un domingo, iglesia madre de Zaragoza y visitada por todos los turistas del país y del mundo, y sentí una tristeza punzante. Sin música, símbolo de la fiesta, y con una pobre megafonía, parecíamos un rebaño a mediodía aguantando la canícula. El Pastor, debajo de una encina solitaria, parecía sufrir el mismo sopor.

Qué envidia siento cuando escucho esos coros de cientos de personas emocionadas y bailantes en otras iglesias. Nada como la música para generar emoción, sentimiento, avivamiento y trascendencia. La música es la droga de la juventud. MTV y BET son los canales de los jóvenes por sus orgías musicales.

Las iglesias Baptistas y Evangélicas, en otra onda, han convertido la música, no en concierto, sino en elemento de fusión, pasión, atrevimiento y libertad. Cantar es perder el miedo y dejar que mane libremente el surtidor de fe y entusiasmo que todos llevamos reprimido.

La mejor música necesita presupuesto. No sé lo que gastan estas iglesias en música pero conozco una iglesia católica con un presupuesto de ochenta mil dólares al año sólo en música.

En mi parroquia, sin presupuesto, tenemos no la mejor música pero si buena música. Música para alzar las manos, para dar palmas, para avivar la comunidad, para despertar a los dormidos, para atraer a los tibios.

La mejor predicación. Cuando me paseo por las calles vestido de cura, los niños negros me preguntan: "Are you a preacher?", ¿es usted un Predicador? En América, el líder religioso, el ministro, el reverendo, el pastor... es un Predicador. Y un Predicador sin voz, sin fuego en el alma es un mutilado, un funcionario gris, un jubilado.

La Predicación en las iglesias Baptistas, Evangélicas y Pentecostales es el centro del servicio religioso. No es hablar por hablar, hay que llegar al corazón de cada Artículos - ¿Despachar la Misa o celebrar la Eucaristía?fiel y como en las corridas de toros hay que matar al toro, la faena del Predicador consiste en matar a todos y cada uno de los oyentes con la "espada de doble filo" que es la Palabra de Dios. Y lo consiguen. la mejor predicación es el mejor imán para atraer a la gente con hambre de sentido y trascendencia. Dicen que los predicadores negros son los mejores, los más fogosos y los más contagiosos. Un predicador negro en su peor día está mejor que uno blanco en su mejor día.

Cuando a la exgobernadora de Texas, Ann Richards, le preguntaba hace unos días Larry King qué hacía en Nueva York, ésta le contestó, entre otras cosas, ir a la Abyssinian Baptist Church a escuchar al Reverendo Butts. Cientos de miles de católicos hispanos emigran a las iglesias Evangélicas y Pentecostales por la mejor acogida, la mejor música y sobretodo por la mejor predicación.

Yves Congar dice que en un país en el que se celebra la misa todos los días sin predicación y en otro en el que sólo se predica, hay más cristianos en éste que en el primero. América es el país de la predicación. La Europa moribunda, de la misa. América es el país de una palabra "fundamental', Jesucristo. La Europa descristianizada, de las teologías.

A la pregunta de los negritos: "Are you a Preacher?", ¿es usted un Predicador? Hoy, ya no tengo dudas. Sí, soy un Preacher en las esquinas de las calles, en los parques y, por supuesto, en la iglesia.

Tres cosas he aprendido de estos cristianos del Libro. Tres cosas que, dentro de mis posibilidades, he hecho prioridad y han fructificado.
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