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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C Trigésimo primer DOMINGO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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EVANGELIO En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de los publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo porque tenía que atravesar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver eso, todos murmuraban diciendo:- Ha entrado a comer en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: -Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
HOMILÍA 1 Érase una vez un rey que mandó colocar una gran piedra en medio del camino. El rey observaba a sus súbditos para ver si alguno la quitaba. Los ricos comerciantes y los cortesanos, al verla, simplemente daban un gran rodeo y seguían su camino. Algunos criticaban al rey por no tener limpios los caminos. Un día un campesino llegó con su carga al hombro, la dejó en el suelo y después de muchos intentos logró echar la piedra fuera del camino. Cuando volvió a coger su carga vio una bolsa donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de oro y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que quitara la gran piedra. Y aprendió, aquel día, que cada obstáculo en el camino de la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación La vida es una larga carrera de obstáculos. Hay personas que los evitan y hay otros que se enfrentan a ellos y encuentran su recompensa. Hay cristianos que piensan que es Dios quien tiene que quitar los obstáculos de su camino y hay otros cristianos que simplemente piden a Dios el valor y la fuerza para enfrentarse y vencer los obstáculos de la vida. Haga un repaso de su vida y haga una lista de los obstáculos que ha superado para llegar hasta aquí. ¿Y en la vida cristiana? Vivimos en una sociedad del placer sin frenos, de los derechos sin obligaciones, del dinero sin trabajar, del divorcio sin firmas, del amor sin rostro…una sociedad cada día menos cristiana. Y en medio de ella tenemos que vivir en cristiano. Y ahí están los obstáculos que tenemos que superar. Y saben una cosa, esto no está nada fácil. La enseñanza de la liturgia de estos domingos nos está regalando una palabra fantástica para transformarnos y enseñarnos a superar los obstáculos. El fariseo y el publicano. Hoy, el evangelio de Zaqueo. Jesús está en Jericó, cerca ya de Jerusalén. Es la última etapa del último viaje. Y Jesús tiene que enfrentarse al último obstáculo de su vida: la pasión y la cruz. Un obstáculo grande superado con un gran amor. Y allí en Jericó sucedió algo que sucede todos los días desde entonces. Jesús mira a Zaqueo y Zaqueo mira a Jesús. Es el encuentro, el flechazo, la casa abierta, la mesa compartida, la palabra escuchada, la conversión ansiada, la salvación ofrecida. ¿Saben cuál era la profesión de Zaqueo? Pecador. Pecador como el publicano del domingo pasado. Pecador con curiosidad por conocer a Jesús. Quería ver a Jesús, ese hombre del que todos hablaban bien, que hacía signos maravillosos, que hablaba con autoridad, que era el nuevo profeta. Zaqueo era de baja estatura. Primer obstáculo a superar: su limitación física. ¿Se imaginan un hombre de sesenta años subiendo a un árbol? Un poco difícil y ridículo pero como dice una feligresa: "el que quiere azul celeste que le cueste". Y ahí está Zaqueo haciendo lo imposible por ver a Jesús, a un Jesús que no conoce, pero al que quiere conocer. Jesús toma la iniciativa: "Zaqueo, baja porque quiero hospedarme en tu casa". Y Jesús, el amigo de los que nadie ama, se hospeda en su casa y le da la salvación. Los pecados de Zaqueo, el gran obstáculo para ver a Jesús, también han sido superados. Jesús derriba, limpia el pecado para poder encontrarnos con él. Zaqueo fue un hombre con suerte. Y la aprovechó. Tuvo su oportunidad y la cogió al vuelo o en el árbol. Tuvo sus obstáculos físicos y morales y los superó. Fue obra de Dios, claro, pero él no se cerró a la acción de Dios. Quiso ver a Jesús y se dejó mirar por él. En esas miradas nació el amor. Hoy, tenemos que hablar también de nosotros. ¿Saben que es una iglesia, una capilla, un templo? Es una casa donde los pecadores se encuentran con Dios. En nosotros hay un querer ver, conocer y mejorar que tiene que ser despertado. ¿Quién despertó la curiosidad en Zaqueo? No lo duden, alguna persona de la ciudad. ¿Y a usted? ¿Quién va a despertar su curiosidad, su querer ver a Jesús? La Palabra de Dios en este domingo. "Hoy quiero hospedarme en tu casa". El Señor está aquí, en nuestra casa, y te trae la salvación y el perdón de tus pecados y te da la fuerza para superar los obstáculos físicos y morales que te impiden verlo. Hoy Jesús quiere entrar en tu casa, en tu vida, en tu intimidad. ¿Qué está sucia? ¿Qué está ocupada por otro? no importa. Ábrele la puerta. Él ha venido a entrar en la casa de los pecadores. Zaqueo entregó el dinero robado. ¿Y usted qué tiene que entregar?
HOMILÍA 2 JESÚS EN CASA Un joven invitó a Jesús y le pidió que se quedara unos días con él. Cuando llegó le ofreció su mejor habitación y le dijo que podía disponer de todo lo que había en ella. Llegada la noche el joven se acostó. A eso de la medianoche oyó unos fuertes golpes en la puerta de entrada. Bajó y se encontró con tres diablillos que querían entrar. Luchó contra ellos y logró cerrar la puerta. No puede ser pensó. Jesús durmiendo en mi habitación y yo luchando solito con los diablillos. La noche siguiente más de lo mismo, pero esta vez tuvo que enfrentarse a una docena. A la mañana siguiente el joven dijo a Jesús: “Te he dado mi mejor habitación y no me has ayudado en mi lucha contra los demonios. ¿Cómo has podido dejarme solo? ¿Acaso no los has oído? Jesús le dijo: “Tú sabes que te quiero y que me preocupo de ti. Pero cuando me invitaste sólo me ofreciste una habitación. Soy el señor de una habitación, pero no soy el señor de la casa”. El joven le dijo: “Perdóname, Señor. De hoy en adelante toda la casa es tuya”. Aquella noche los demonios volvieron a la carga. El joven vio a Jesús que bajaba a la puerta y cuando la abrió allí estaba Satanás. Al ver a Jesús le dijo: “lo siento, creo que me he equivocado de dirección” y se largó. Mis feligreses me decían: usted tiene una habitación en mi corazón y no tiene que pagar renta. Sonaba bien, pero yo no me fiaba de ninguno. Jesús no es un huésped fácil. No se contenta con un rinconcito en el ático de la vida de sus seguidores. Quiere tener cada día más sitio, más tiempo, sentirse Señor, no un huésped o un intruso. El evangelio de este domingo nos presenta a un hombre que tiene nombre, Zaqueo, que tiene una profesión, publicano o cobrador de impuestos, que es rico, que es bajito, pocos grados de religiosidad, que es pecador y que era considerado por los demás como un gran pecador. Zaqueo, perdido entre la multitud, quiere ver a Jesús que pasa por su pueblo, Jericó. Como era rico podía haber contratado un balcón en la calle Mayor de Jericó, pero tuvo una idea más imaginativa y más juvenil, subirse a un árbol. “Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. La búsqueda ha terminado, la curiosidad ha sido satisfecha, Jesús se hospeda en su casa y termina diciendo: la salvación ha entrado en esta casa. Encontrar a Jesús no es encontrar una celebridad o un ídolo, recibir un autógrafo y hacerse una foto. Encontrarse con Jesús es ver con sus ojos nuestra realidad y prometer cambiar. Junto a Jesús Zaqueo se vio tal como era. Su cotidianidad, con todos sus pequeños y grandes errores, se le hizo presente. E hizo su confesión. Se desprende de lo que lo ata y separa de Dios y de los hermanos: el dinero mal adquirido y estafado que devolverá con creces. Uno no puede encontrarse con Jesús y no cambiar. Nosotros estamos aquí, en la iglesia. Hemos superado muchos obstáculos para llegar hasta aquí. NO venga a ver al padrecito, puede ser un obstáculo para ver a Jesús. NO venga a cumplir con la Iglesia, su higuera estéril, su institución pecadora, puede ser un obstáculo para su fe, venga a ver a Jesús. NO venga a cumplir un mandamiento, sólo hay un mandamiento amar a Jesús. NO venga porque, hoy, no tiene ningún compromiso social o deportivo, venga porque Jesús es su gran compromiso. NO venga pensando que usted es el autor del cambio, el cambio de vida y de corazón es obra del Señor. NO venga pensando que va a escuchar su nombre entre tantos hermanos. Si está a lo que está, Jesús le llamará y se hospedará en su casa. Para Jesús usted no es un número o un nombre en una lista. Usted y yo somos únicos y nos ve subidos en nuestro árbol y nos manda bajar para hacernos más altos, mejores, nuevos. “Cuántas veces el ángel me decía: Alma asómate ahora a la ventana Y cuántas, hermosura soberana, Mañana le abriremos respondía, Para lo mismo responder mañana. Lope de Vega HOMILÍA 3
Desmond Tutu,
premio Nobel de la Paz y primer sudafricano negro que fue elegido
Arzobispo Anglicano de la Ciudad del Cabo es mundialmente conocido por
su lucha constante contra el Apartheid. HOMILÍA 4
Zacchaeus was an astounding sinner, but
his desire to see Jesus was also outstanding. |