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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C Vigésimo primer DOMINGO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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EVANGELIO En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: -Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús les dijo: -Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar, y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos", y él os replicará: "No sé quiénes sois". Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
Mirad: hay últimos
que serán primeros, y primeros que serán últimos.
HOMILÍA 1 Érase una vez una mujer muy, muy malvada. Y el día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida. Así pues el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo. Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno". El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré. Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores que la vieron ya casi salvada se agarraron a ella para salir también ellos. Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mi, no a vosotros; es mi cebolla, no la vuestra. Soltadme". Al decir esto la cebolla se rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y allí sigue hasta hoy. Su ángel de la guarda sigue llorando porque no pudo salvarla. Hoy, le preguntan a Jesús si es verdad que son pocos los que se salvan. Jesús no contesta a la pregunta de aquel hombre curioso. No dice si son muchos o pocos. Simplemente dice: "esfuércense por entrar por la puerta estrecha porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán. Hay algunos grupos y predicadores que hablan de la salvación como si de un relajo se tratara, barra libre para todos, entrada gratis, precio gritar dos veces: gloria a Dios. Hay otros grupos que dan a sus miembros un pasaporte azul, como el de USA, y es el único pasaporte para el cielo. En la práctica casi todos los grupos afirman lo mismo, tiene la salvación asegurada si se hace miembro de nuestra iglesia. Nosotros, hoy, nos vamos a olvidar de todas las recetas fáciles, adulteradas y fraudulentas de los predicadores charlatanes que tanto abundan y nos vamos a fijar en la respuesta de Jesucristo, la receta de Cristo. "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha". Recuerden una cosa: Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero. Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha. "No mi voluntad sino la tuya, Padre. La angustia del bautismo de sangre. El fuego del Espíritu. No la paz sino la división. La cruz abrazada responsable y amorosamente. La puerta estrecha de Jesús es una vida entera puesta al servicio de la liberación humana y espiritual de todos. La puerta estrecha de Jesús es ayudarnos a nacer de nuevo y acercarnos a todos hasta el amor de su Padre. Jesús no habla de la puerta del cielo, el cielo no tiene puertas. De la puerta del cielo sólo hablan los malos predicadores para crear efectos especiales y asustar a los ignorantes. "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha". No mañana. Hoy. No el domingo. Todos los días de la semana. No cuando se muere. Aquí en la tierra. Aquí y ahora, en esta iglesia, en estas calles, en este barrio, con estos hermanos, con estos problemas, Jesús nos ofrece la salvación. La salvación no está allá sino acá. Jesús ya abrió la puerta de par en par. Jesús ya hizo todo lo que el Padre le mandó para que haya salvación para todos. A nosotros nos toca pasar día tras día por la puerta estrecha de esta vida. Y como la vieja malvada del cuento que hizo un gesto de amor, suficiente para ser salvada, nosotros llamados a hacer un gesto de amor a los hermanos. El amor a Dios y el amor a los hermanos es el único pasaporte válido para entrar en el Reino de Dios. A todos los que presentan otro pasaporte, el de predicador, el de don de lenguas, el de oyente de su enseñanza, el de … les dirá: "No sé quiénes son ustedes". Y el festín del Reino se llenará con los que aquí sirvieron y amaron.
HOMILÍA 2 CIELO PARA TODOS Un inglés, Hillaire Belloc, miembro del parlamento desde 1906-1910, fue abucheado por la gente durante la campaña electoral por ser católico. Belloc les respondió: “Señores, yo soy católico. Voy a misa todos los días si me es posible. Y esto que tengo en las manos es un rosario y me arrodillo para rezarlo. Si ustedes me rechazan por mi religión, agradezco a Dios que me haya ahorrado la indignidad de ser su representante”. La multitud asombrada respondió con aplausos. Belloc puso a Dios en primer lugar. Thomas More, canciller de Inglaterra, dimitió el día en que el parlamento aprobó una ley por la cual todo el clero tenía que reconocer a Enrique VIII como cabeza de la Iglesia. Thomas More se negó y fue decapitado en 1535. Sus últimas palabras fueron: “Buen servidor del Rey, pero de Dios primero”. Esta valentía para proclamar a Dios frente a los enemigos es la puerta estrecha de la salvación. “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” Pregunta que ya muchos no se hacen. Se sienten salvados por la cuenta corriente en el banco, por la ciencia, el progreso…y pasan de Dios y de su más allá. Todo lo que hay que ver y disfrutar está en el aquí y ahora. Hoy vivimos inmersos en la cultura de lo trivial y efímero. Hacerse grandes preguntas que nadie puede responder es un despropósito. Los creyentes, los aquí reunidos en la asamblea dominical, no podemos imaginar el futuro sin el discurso religioso, sin preguntarnos por la salvación, sin el más allá de Dios, el Dios siempre venidero. Los que hicieron la pregunta a Jesús, los judíos del siglo primero, se sabían “el pueblo elegido” con derecho automático a la salvación. La salvación estaba incluida en el menú del ser judío. ¿Está incluida la salvación en el menú del ser católico? Muchos se acercan al cura y le dicen: Yo fui bautizado en la Iglesia. Yo fui a un colegio de curas y nos obligaban a ir a misa todos los días. Yo hasta me he casado por la Iglesia. Yo ya oí misas para el resto de mi vida. Un pasado bonito pero insuficiente. “No sé quien eres”. ¿Y hoy cómo vives la fe que salva? He dejado todas esas niñerías y me he enrolado en la gran fiesta del mundo. Estar en los caminos del Señor es una tarea de todos los días. Hoy, no ayer, tengo que responder a Dios. Hoy, no ayer, tengo que aceptar su regalo salvador. Hoy, no ayer, tengo que profesar mi fe también en público. Belloc y Thomas More confesaron públicamente su fe y entraron por la puerta estrecha que exige amar a Dios como el primer y el gran bien y como el amor primero y aun perdonar al verdugo en nombre de Dios. La salvación es para todos, judíos y gentiles. Nosotros estamos aquí no para decir un domingo más “ya hemos cumplido”. Estamos aquí porque queremos estar siempre con Él. En la Iglesia ha habido y habrá predicadores para todos los gustos. El gran Orígenes, pilar de la Iglesia, sostenía que todos los seres racionales, incluido el diablo y sus ángeles serían admitidos a la salvación mediante la gracia de Dios y elegirían amar libremente a Dios. Durante siglos los predicadores han amenazado a los creyentes con el humo, el fuego y el azufre infernal y los no bautizados, los que no pertenecían al club, esos ya estaban condenados. Hoy, más libres, más esperanzados y más convencidos de que la salvación no es obra nuestra ni una medalla olímpica que ganamos tras muchos trabajos y sufrimientos, confiamos con humildad en la misericordia de Dios que nos salvará a pesar de nuestros muchos pecados, a pesar de nosotros mismos. Con Orígenes y otros muchos, yo creo que no hay que hacer nada para salvarse, basta querer y creer. El evangelio es sólo buena noticia para todos. Sólo Dios tiene la última palabra, no los hombres. Sí, si hay cielo es para todos y no sólo para los miembros ricos del club.
HOMILÍA 3
The preacher told me this mornin'
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