2013 P. Félix Jiménez Tutor, escolapio..... |
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MI CALENDARIO
VITAL. El tiempo, ese líquido que se nos escapa entre los dedos, nos obsesiona a todos. Algunos místicos new age desean que la bomba del tiempo estalle de una vez por todas y ponga fin al mundo tal como lo conocemos. Son legión los que han intentado escrutar los calendarios antiguos, los números bíblicos y los signos de los tiempos y calcular el fin del mundo. “Donde reine el silencio allí estará mi tumba” escribió el poeta, pero parece que morir en solitario es poco romántico y hay quien desea la destrucción apocalíptica: morir en compañía, todos a la vez, y esperan extasiados, como si estuvieran en una sala de cine, la batalla del gran día de Dios todopoderoso. Armagedón es la única salida digna de este final de ciclo. Si el calendario Maya hubiera afinado un poco más, sólo cuatro días más, su final de ciclo habría coincidido con el 25 de diciembre y entonces sí que habría sido más glorioso, más romántico y más creíble. Hasta los escépticos lo habrían tomado con seriedad. Navidad marca el final de un larguísimo ciclo, el tiempo A C y el comienzo de un tiempo nuevo, el tiempo D C, el ciclo de la luz y del Amor. Navidad es el nuevo Apocalipsis, es revelación de un mundo nuevo. Doomsday lo dejamos a los predicadores callejeros, Mayas reciclados, y pregoneros del Final. Cierto, el demonio, si existe, disfrazado con mil ropajes exóticos, organiza muchos bailes y programa muchas macrofiestas, símbolo del mundo viejo que se resiste a desaparecer. El anticristo lo han encarnado miles de personajes históricos, muertos y olvidados, otros heredan el título infame y, continúan su tarea inenterrumpida de poner el punto final a una historia de la que sólo son extras malvados y por más malvados que sean no serán ellos los que pongan el punto final a la historia del mundo. Los hombres sólo ponen las comas, el dueño del punto final, del Armagedón, del The End es Dios, el relojero que puso este reloj en movimiento y, desaparecido de la circulación, deja que siga su rumbo, y marque sus horas y sus días. Ustedes y yo somos muy sabios y despreciamos a todos los predicadores del fin del mundo, pero somos poco sabios si vivimos despreocupados de nuestro personal apocalipsis. Mi fin está cerca y me preocupa, el del mundo, sin fecha de caducidad, que le den por saco. El calendario, ese objeto que ya no tiene objeto, marca el 2013, nuevo año, tan viejo y tan feo como el anterior. Anuncian calendarios eróticos para camioneros, calendarios solidarios para bomberos, calendarios de santos para las de misa diaria, sí todos los gremios, a principio de año, se desnudan para ofrecernos un objeto en desuso. Sólo falta el calendario de los curas de Soria. Los calendarios señalan los días pero no el Día. Yo no necesito un calendario ni un espejo para que me digan que soy viejo, me lo dicen a gritos mis huesos, me lo dice el corazón, sus pilas se agotan y parpadean intermitentemente. Acabo de recibir el número del 24 de diciembre de la revista TIME. Want to Know My Future? ¿Quiero Conocer Mi Futuro? Reza en letras azules la portada que lleva como subtítulo ”Los nuevos tests genéticos pueden señalar los riesgos pero no siempre los curan”. Un niño, como un San Sebastián acribillado por las flechas de todas las enfermedades conocidas, aparece en la portada. Cada época tiene enfermedades secretas cuyas flechas se dispararán a su tiempo y sin previo aviso, tests genéticos o sin ellos. Todos quisiéramos un futuro perfecto, con el saco de las enfermedades e imperfecciones controladas, un futuro de felicidad sin fin, un calendario vital en el que todo está previsto, sin sorpresas, a lo largo del camino. Nadie vive en una burbuja, vivimos en el mundo contaminado y contaminador de todo lo que toca y huir del tiempo, programar mi calendario vital además de inútil es imposible. Sólo Dios vive en un tiempo imaginario, es decir, fuera del tiempo. 2013 no sé quién eres ni qué llevas en las alforjas. Eres nadie. Nosotros
somos el 2013, los que lo celebramos, lo vivimos, lo trabajamos, maldecimos o
bendecimos. |