|
HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C Decimoctavo DOMINGO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
|
EVANGELIO En aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Él le contestó: -Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: -Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso esta parábola; -Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.
HOMILÍA 1 Cuentan que Buda tuvo que refugiarse en la cabaña de un pescador a causa de una tormenta. El pescador que no sabía quien era su huésped le ofreció una humilde cena y una cama. A la mañana siguiente, al despedirse, Buda le dijo quién era, le dio las gracias por la hospitalidad y le dijo que le pidiera lo que quisiera. "Quiero oro", le dijo el pescador. Preocupado por su bienestar, Buda le aconsejó: "El oro adquirido sin esfuerzo es una maldición, no una bendición. Te enseñaré por tanto la manera de adquirirlo". En la playa, en frente de tu casa, hay una piedra mágica. Si la encuentras y tocas con ella un trozo de acero, éste se convertirá en oro. El pescador que llevaba una pulsera de acero se puso de inmediato a buscar la piedra mágica. Tocaba su pulsera con las piedras y las lanzaba al mar. El ansia del oro no le permitía descansar. Y así fue lanzando todas las piedras al mar. Finalmente, miró su pulsera y, oh sorpresa, se había convertido en oro. Pero, ¿dónde estaba la piedra mágica? La había lanzado al fondo del mar. La piedra mágica se había perdido en el frenesí avaricioso de encontrarla y hacerse rico. El mejor uso de la vida es gastarla en algo que perdure más allá de la misma vida. Hay que pensar en todo y también en el final, en la muerte, cosa que nuestro hombre rico, calificado de loco no hizo. Loco o tonto es el que lo tiene todo menos a Dios, el que su escala de valores está totalmente invertida. Este hombre rico no es el José, el hijo de Jacob, que en Egipto ante una gran cosecha abre nuevos graneros y almacena el trigo para la salvación de los demás. El hombre rico de la parábola sólo piensa en sí, en su seguridad, en sus placeres, en su vida guardada en una caja fuerte. Como tantos otros personajes criticados por Jesús, el rico epulón que ignora a Lázaro, no ve ni piensa en los demás. Sin Dios, todo gira en torno a él, sólo existe él. A pesar de creer tener la vida asegurada, el seguro de la abundancia, ese mismo día muere y su riqueza, ironía de la parábola, va a parar a los demás. Esta parábola, proclamada este domingo, en tiempo de cosecha y este año de una gran cosecha, nos enfrenta con la enseñanza de Jesús sobre el uso del dinero y de la riqueza. En estos tiempos en que todos somos educados para ser ávidos consumidores y grandes individualistas esta enseñanza de Jesús es más relevante que cualquier otra. Jesús nos dice: "Mirad, guardaos de toda clase de codicia" Todo lo que tienes es de Dios y le pertenece a él y a los demás. El hombre no es un ser solitario. Es relación y vive con los demás. Y en la cultura judía esto era más verdad. Se vivía en la familia, en el clan, en la tribu. No había hombres solos. Este hombre rico, desconectado de Dios y de los demás, habla consigo mismo. Ha triunfado, lo tiene todo, pero no tiene a nadie con quien compartirlo y disfrutarlo. Nadie escucha su monólogo: "túmbate, come, bebe y date buena vida". Él es toda la audiencia. Y como en la historia de la piedra mágica el buscador del oro lo pierde todo. "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios". La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único mandamiento de Dios, el del amor. HOMILÍA 2 TRIUNFAR “No tiene sentido ser el hombre más rico del cementerio”. M. Twain Howard Hughes, cineasta, piloto, empresario…dejó al morir más de dos mil millones de dólares, pero murió solo, no amado e irreconocible. Murió como mueren tantos mendigos en las calles de Calcuta. Los mendigos de Calcuta mueren con mayor dignidad y más amor cuando son recogidos por las Hermanas de la Madre Teresa. Gandhi vivió austeramente, no dejó dinero. Sólo nos dejó una herencia espiritual, un ideario de paz, de no violencia y de resistencia pasiva que aún hoy sigue inspirando a muchas personas de buena voluntad. Francisco de Asís realizó una acción simbólica en la plaza mayor de Asís. Un día se despojó de todas sus vestiduras para proclamar a todos que lo externo: ropas lujosas, riquezas, familia…eran ataduras, “vanidad de vanidades”, que le encerraban en el mundo de las apariencias del presente y le negaban la verdadera realidad, ser a imagen de Jesucristo. El triunfo humano se mide por los muchos ceros de la cuenta corriente, por los minutos que le dedican en la televisión, por los muchos títulos y medallas acumulados… El triunfo cristiano no se mide ni por los ceros ni por las influencias. Jesús, en el evangelio de este domingo, nos ofrece su enseñanza a través de una sencilla historia. Érase una vez “un hombre rico que tuvo una gran cosecha”. Jesús es fantástico, para seguirle y comprenderle no hace falta ser un teólogo que nadie entiende, no hace falta ir a la universidad Pontificia de Salamanca. Basta abrir el oído y el corazón. Se le entiende mucho mejor que a los curas. Jesús es un maestro fantástico. Los hombres, avariciosos y ambiciosos, sueñan, trabajan, sufren y se fatigan por tener más, ser los primeros, quieren triunfar a toda costa. Triunfar, Jesús dixit, no es tener más, almacenar más en nuevos y gigantescos graneros. Triunfar es ser más a imagen de Jesús que se hizo pobre para enriquecernos. Triunfar es vivir la dimensión humana, temporal, con ilusión y alegría y en actitud de servicio. Ser capaz de ver a los demás y compartir sus carencias. Triunfar es olvidarse del “YO”, el hombre rico de la parábola habla 9 veces en primera persona, -“¿Qué haré Yo?”- y pensar en “Nosotros”. Triunfar es negarse a vivir sólo en un mundo cerrado, en un presente sin apertura al mañana de Dios. Los cristianos queremos no sólo vivir sino sobrevivir. Para sobrevivir hay que alimentar la dimensión espiritual escondida y olvidada. “Túmbate, come, bebe y date buena vida” se dice a si mismo el hombre rico. “Necio” le llama Jesús. Nuestra dimensión espiritual, llamada a la eternidad, para sobrevivir necesita comer el cuerpo de Cristo y beber la sangre de Cristo y descansar y darse buena vida en el área de descanso, en la comunidad de los creyentes, en la alabanza… en acumular riquezas para Dios.
HOMILÍA 3
"Earth provides enough to satisfy every
man's needs, but not every man's greed". Mahatma Gandhi |