|
|
Escritura:
Lecturas:
1 Reyes 17,17-24, Gálatas 1,11-19;
Lucas
7,11-17 |
EVANGELIO
Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores”. Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
HOMILÍA
1
“Cada mañana cuando me levanto lo primero que hago es leer las esquelas en el periódico y si no encuentro mi nombre me visto y desayuno” dice el cómico George Burns. Hasta que un día alguien leyó su nombre en las malditas esquelas.
La verdad es que, hoy, no merece la pena salir en los periódicos, sólo salen los nombres de los corruptos y de las celebridades y sus escándalos.
Llega un día para todos en que somos borrados de todos los registros y hasta nuestro DNI se destruye. Llega un día, bendito y glorioso día, en que sólo estamos en la lista de Dios, sólo Él nos recuerda y reconoce, el día en que empezamos a cobrar la pensión de Dios en el cielo. Yo no entiendo por qué tenemos miedo a ese día, el día de la muerte.
El desfile de la muerte pasa delante de nuestra puerta mañana y tarde y todos nosotros iremos en el gran desfile de la muerte. Mueren nuestros padres y nos quedamos huérfanos, muere nuestro esposo o esposa y nos quedamos viudos o viudas, muere un niño y nos quedamos sin palabras. Nada más trágico que la muerte de un niño.
En el evangelio de este domingo, Lucas nos habla de dos desfiles: el desfile de la muerte y el desfile de la vida.
“Sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba”.
La viuda y ahora sin su hijo único, sin palabras, va al camposanto con las gentes de Naín. Es el desfile más triste porque son los hijos los que tienen que enterrar a sus padres y no los padres a los hijos.
Ese día otro desfile llega a la ciudad de Naín. “Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío” Es el desfile de la vida. Es el desfile encabezado por Jesús, el vencedor de la muerte.
Jesús ve la viuda, sus entrañas se conmueven, se le acerca y le dice: “No llores”.
La viuda de Naín no se arrodilla ante Jesús, no toca su vestido, no pide nada, no dice gracias ni siquiera se nos dice que tuviera fe, tal vez no esperara nada, sólo llora a su hijo. Ese hombre que se acerca es un extraño, un curioso más del que no espera nada, a lo sumo esas palabras tópicas que hieren más que consuelan.
Jesús también lloró ante la tumba de su amigo Lázaro y en este día, ante la muerte de un hijo único, su corazón se rompió y actuó. Jesús se acercó al ataúd, lo tocó y dijo: “muchacho a ti te lo digo, levántate”.
El Señor de la vida, este día, como otro día con la hija de Jairo y con su amigo Lázaro, con su palara, sólo con su palabra venció la muerte y vencerá la muerte de todos los que en él han puesto su esperanza.
Nosotros somos la viuda de esta historia que llora porque todos desfilamos muchas veces detrás del ataúd de un ser querido con nuestras dudas e interrogantes y la eterna pregunta: ¿dónde está tu compasión, Señor?
A nosotros, hombres de fe, nos queda siempre el poder del amor que es más fuerte que la muerte, el amor que nos ata para siempre a nuestros seres queridos, nos queda el poder de la oración, cordón umbilical que nos unes a la fuente de la vida, nos queda el poder de las lágrimas y nos queda el poder de Cristo.
Cristo pasaba por Naín, su destino era Jerusalén, camino hacia la muerte, la gran muerte, la muerte por todos los pecados de los hombres.
¿Dónde está hoy, Señor, tu compasión?
Viernes Santo y Pascua es la respuesta más elocuente a nuestros sufrimientos y miedos. La otra cara de la muerte es la vida, la otra cara de la derrota es la victoria, la otra cara de la tristeza es la alegría, alegría porque Dios ha visitado a su pueblo.
“Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatiga, porque el mundo viejo habrá pasado”.
HOMILÍA 2
TWO FUNERALS AND A PREACHER
“Today I am
giving you a choice between good and evil, between life and death”. Dt
30,19
“We believe in life, life in this world, in this body, with all its
limitations”. We choose life.
Every Sunday we proclaim the Nicene Creed and we all profess the same
faith: We look for the resurrection of the dead and the life of the
World to Come”.
To believe in God is easy, billions of people believe in God, but to
believe in our own resurrection is difficult and many of us are not yet
totally convinced. I know you have many doubts. I also know that it is
here on this earth where we have to serve God, where we have to make Him
visible to those who do not believe, it is here where we have to be
alive and fulfill God’s commandments and do many good deeds.
Our work here is to transform this earth, to better our society…
The World to Come belongs to God, this world belongs to us and it is our
responsibility to help people to stay alive and lead a joyful human life.
Today’s Gospel is about life and death.
There are two crowds in this story, the crowd of Jesus and the crowd of
the widow
On the road outside Nain, two processions met. One was going into the
village rejoicing, many people are following Jesus because of his
ministry of life, the other group are leaving the village weeping, they
are keeping company to a widow because of a tragic accident. One
celebrates life, the other death preaching a silent sermon.
Jesus was there, but they did not know anything about him.
Every single one of us is in one of these two groups right now. Are you
with Jesus traveling to the village or without him to the cemetery?
“When the Lord saw her, he felt compassion for her, and said to her, ''
Do not weep”. Sounds rude. Crying was probably the only thing she could
do on her way to the cemetery.
Jesus felt compassion, felt love that leads to action, for her and a
miracle happened.
Not only does Jesus have astonishing compassion, he has awesome power to
minister to our deepest needs.
“Young man, I say to you, Arise!
Jesus attends this funeral to stop it, to destroy death to put an end to
our worst enemy, death.
Jesus touches death and transforms it into life. Arise!
The mother, the widow, did not request anything, did not say a word. No
Alleluyas, no thanks, no shouts of joy, not even faith required...just
silence, just Jesus Compassion. But Jesus knows what she desires and how
she feels.
Her son rises but she rises as well. She had found what she had lost.
All it took was one touch, one Word, Arise, and the young man sat up and
began to talk, and Jesus gave him back to his mother.
The living funeral was over.
God’s compassion began the day God clothed the naked in the garden of
Eden and will end the day all the tombs will be opened and we will be
clothed in glory.
|