TENER UNA EPIFANÍA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio....

   

 

El espíritu navideño, a pesar del caudaloso río de lava que el volcán comercial escupe a diario, sigue vivo en este mundo siempre en busca de sentido. Reducido al común denominador hay que buscarlo no en el ámbito de la religión sino en el de lo humano.

Alérgicos a las grandes ideologías e ideales sociales y religiosos, nos contentamos con pequeñas aspiraciones, la de amar y ser amados por la familia y placeres humildes.

Los que contemplan a Sirio y escuchan el "latido de las estrellas" y la biografía musical de las cuatro estaciones de Vivaldi en el Solsticio de Invierno o los que celebramos la Navidad de Dios que planta su tienda entre las nuestras, todos queremos vivir lo común humano, unas relaciones transidas de cercanía y calor.

Creyentes y no creyentes, todos convocados a vivir la "peak experience" de la común humanidad, paso necesario para entrar en el castillo luminoso de lo sagrado.

En este 2006, ya clausurado, los ojeadores de los cielos nos han intrigado con el descubrimiento de los planetas enanos y en este mapa sideral el hombre es el más enano de los planetas.

El humilde calendario es el recordatorio más elocuente de nuestra soberbia pequeñez.

La vida, viaje cansino, hacia nuestro último EXIT, hacia nuestra estación espacial, es un cúmulo de mini-epifanías en busca de la Gran Epifanía.

Los Tres Reyes Magos, última fiesta del ciclo navideño, tuvieron su epifanía arrodillados e iluminados por la presencia del niño de Belén.

Todos tenemos miles de epifanías a lo largo de este viaje vital. La epifanía del primer amor, de la primera noche, de la primera esposa, del primer fracaso... Abrir grandes los ojos y ver lo que nadie ve, sentir lo que nadie siente... eurekas, epifanías humanas.

Dicen que todas las zarzas arden con el fuego de Dios que no se consume. Los que ven, los que tienen una epifanía, se quitan los zapatos y adoran a Dios. Los que no ven, no epifanía, se acercan a la zarza, cogen sus frutos y siguen su camino.

La historia de los Tres Reyes Magos es la historia de la imaginación, de una corazonada, con final feliz. Más que la historia de unos regalos es la historia de un encuentro con la luz de la nueva estrella en el firmamento humano.

Artabán, el cuarto Rey Mago, el que se entretuvo en el camino y nunca llegó a Belén porque había tantas tragedias que atender y llegó a Jerusalén, el día en que se apagaba la estrella, es símbolo de todos nosotros.

Nosotros somos ese cuarto rey, siempre viajando en busca del sueño imposible.

Reciclada la Navidad y el Solsticio de Invierno y el calendario del 2006 y la fiesta de los Reyes Magos volvemos a la rutina de cada día.

¿Tendremos alguna epifanía, alguna peak experience en este 2007?

Sí, si abrimos los ojos y el corazón.
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